­ «Es que quería ser payés», se justifica Germán Pascual mientras se encoge de hombros. Y con razón, porque nada cuadra. Le acaban de ceder una extensa huerta de frutales para que la cultive, pese a que es madrileño, del barrio de Pueblo Nuevo, donde no hay un naranjo a cientos de kilómetros a la redonda y en los descampados solo crecen rascamoños y cardos borriqueros, y a que hasta el momento su vida no se la ha ganado a golpe de azada, sino como topógrafo, apuntando los datos del teodolito. Ayer mostraba ilusionado el terreno que le ha alquilado Mariano Noguera, de sa Cova, para que lo cuide en un régimen similar al de los antiguos majorals, 1,2 hectáreas con 500 naranjos (la mayor parte de naranja late, además de las de la variedad navel) y diversos nísperos, granados, caquis, ciruelos e higueras que desea explotar de forma ecológica, sin química ni productos agresivos con el medio ambiente. Todo un reto para este agricultor novato.

Precisamente, la Associació de Productors d´Agricultura Ecològica d´Ibiza i Formentera (Apaeef) fue la encargada de poner en contacto a los interesados: por una parte, a Noguera, que antaño tuvo el supermercado Sa Cova de la calle Sant Jaume de Santa Eulària y que a sus 72 años ya no tiene fuerzas para mantener en buen estado los cultivos de esa finca familiar, la legítima de su abuela; y por otra a Germán, que con 39 años buscaba un terreno para poner en práctica todo lo que ha aprendido desde hace ocho meses en cursos que imparte el Consell.

La presidenta de Apaeef, María Marí Colomar, explicaba ayer que su asociación conoce a una decena de jóvenes agricultores que buscan terrenos para cultivarlos, mientras que hay unos cinco propietarios que en principio están dispuestos a ceder sus fincas para que alguien las saque rendimiento. Es lo que Marí denomina banco de tierras: terrenos infrautilizados cuyos dueños ponen a disposición de quien los quiera sembrar. Un madrileño lo inauguró en febrero, cuando comenzó a trabajar en la finca –muchos días con Mariano de sa Cova como consejero–, a plenitud los fines de semana y un par de horas (bien por la mañana, bien por la tarde) los días laborales, pues mantiene su oficio de topógrafo.

Dos motivos atrajeron a Germán a Ibiza hace 11 años: su actual pareja, ibicenca, y que siempre había querido vivir en un pueblo, a ser posible, como payés. Tantas veces lo había advertido a sus amigos que estos ni se inmutaron cuando les anunció que se mudaba. Tras una experiencia laboral en Zamora y darse cuenta allí de «lo bien que se vive» fuera de Madrid, tomó la decisión. Su objetivo ahora es que ese campo (rectangular y con una ligera inclinación en el sureste, a ojo de buen topógrafo) rinda, quizás no tanto como las 35 toneladas que llegaron a dar no hace mucho los naranjos que plantó en 1985 Mariano, pero sí como para sacar algún euro: «Si no quisiera obtener un rendimiento económico, no cogería 500 naranjos, sino una docena», advierte Germán, que hasta hace cuatro meses no había podado más que un naranjo y un algarrobo en el jardín de su casa en Jesús.

Juanjo Noguera, hijo de Mariano, está encantado con que Germán, de su misma edad, se haya hecho cargo de sa Cova: «Es algo generacional. Antes los hijos heredaban la labor del padre y sus terrenos. Pero todo eso ha cambiado. Yo, por ejemplo, soy economista y no puedo dejar mi trabajo para dedicarme a esta finca. O la vendía o me cargaba todos los árboles y pasaba el tractor una vez al año para mantenerla». La presidenta de Apaeef reconoce que «es difícil» encontrar propietarios como Noguera que cedan sus terrenos: «Son reacios a alquilarlos, desconfían».

El topógrafo que quería ser payés comenzó a materializar su sueño un buen día en que, por fin, se decidió a entrar en el Consell para que le asesoraran sobre ayudas y cursos agrícolas. Comenzó a estudiar en octubre y en febrero ya podía desmenuzar con sus dedos la tierra roja de sa Cova, beber zumos de sus naranjas, dulces y jugosas e incluso zambullirse en las cristalinas aguas de su safareig.