No como arquitecto, sino como artista –pintor, ceramista, fotógrafo...–, llegó Rolph Blakstad a Eivissa, junto con Mary, su mujer, en 1956. Lo contó en un excelente artículo publicado en 'Quadern del T. E. H. P', en el número diez (1998), titulado 'Iniciación a los lugares escondidos', uno de esos textos que expresan de manera emocionada qué suponía para un viajero sensible llegar a Eivissa en los años cincuenta, descubrir una cultura antigua y decidir quedarse para aprender y conocer a su gente. Atrás dejaba su trabajo en la televisión canadiense, una vida apacible en Vancouver... El Mediterráneo lo había atrapado para siempre.

Rolph y Mary empezaron, sin embargo, viviendo en Dalt Vila, «dos plantas de una de las casas grandes que tenía la familia Tur de Montis». Allí pasaron un año y medio, hasta que decidieron instalarse en Santa Eulària. «Mary y yo salíamos a caminar, a veces durante días enteros. Llevábamos mantas para dormir donde nos sorprendiera la noche. No había hoteles en las playas; de tanto en tanto una barca de pescador en la arena y nada más. Así caminamos por toda la isla, no de una sola vez, sino poco a poco –explorando y volviendo a casa después de algunos días–.»

El descubrimiento paulatino del interior de la isla les hizo reconocer una cultura enraizada en lo más profundo del Mediterráneo, de la que no tardaron en enamorarse. Decidieron entonces vivir en el campo. El trato con los campesinos fue crucial. «Estar en armonía con el mood de la naturaleza produce sabiduría y versatilidad en una persona. Son cualidades que encontré en los payeses de la isla. Si vives como un rey, por pequeño que sea el reino, eres un rey, responsable de un microcosmos que es una muestra de todo aquello que tiene la vida. Estos huertos, fincas, reinos... respiraban un sentido de bienestar que no se encuentra a menudo hoy en día. Tanta humanidad, el contacto con los árboles y los animales, crea una cosa de gran valor en el ambiente. En un último análisis, aquello que hacía a Eivissa diferente para mí era su 'baraka', el sentido de bendición.»

Una mirada a los orígenes

Rolph Blakstad inició entonces su interés creciente por las casas payesas, por su manera de construirlas y por su origen. La arquitectura rural ibicenca se convirtió para siempre en su actividad primordial: como aprendiz primero, investigador después y finalmente como constructor.

Entre los investigadores de la casa rural ibicenca, seguramente ha sido Rolph Blakstad el que más énfasis ha puesto en el tema de los orígenes. No interesó mucho esta cuestión a los primeros arquitectos que, en los años treinta, 'descubrieron' la casa payesa: ni Josep Lluis Sert ni Germán Rodríguez Arias ni Erwin Broner dedicaron una sola línea a los orígenes, más allá de formular la hipótesis de un vago 'estilo mediterráneo' con el que en realidad buscaban no tanto las raíces como unos principios estilísticos para sus propios proyectos del presente y del futuro.

Solamente Raoul Hausmann, que no era arquitecto, y que planteó, por aquellos mismos años, sus estudios ibicencos desde la antropología cultural, trató en varios de sus artículos la cuestión de los orígenes, apuntando que «las viviendas rurales de Ibiza son típicas representantes de la arquitectura mediterránea derivada de formas constructivas que ya habían alcanzado una gran perfección en Asia Menor y Egipto en tiempos muy antiguos», dando por hecho que su tipología fue implantada en la isla por la cultura fenicio-púnica, pues «desde la época cartaginesa no ha recibido otra influencia que la norteafricana al principio de la Edad Media».

La misma fisonomía de las casas y su escaso parecido con las viviendas catalanas, valencianas o mallorquinas, solía ser suficiente para atribuirles una antigüedad casi mítica y una procedencia oriental, en consonancia con la visión idealizada –paraíso perdido y redescubierto– que en los años treinta se formaron de Eivissa la mayoría de sus visitantes. Pero ya en 1912, el autor de 'La casa catalana', el filólogo catalán Antoni Griera, había llegado a la conclusión de que la vivienda rural ibicenca era de origen 'prerromano'. Y su discípulo alemán, Walter Spelbrink, en 1931, también de una manera digamos imaginativa, la clasificó como 'casa bereber'.

Desde Raoul Hausmann, casi todos los estudios sobre la casa payesa suelen apuntar, sin profundizar nunca demasiado, la hipótesis del origen oriental. La gran aportación de Rolph Blakstad consiste sobre todo en las investigaciones que él mismo pudo realizar durante sus viajes por el Líbano, Siria, Palestina, Sudán y Egipto. Ya que no existen restos arqueológicos de casas fenicias en Eivissa, a Blakstad le gustaba decir que en aquellos países había podido ver y estudiar casas ibicencas...

Su estudio comparativo, con planos, fotografías y dibujos, lo demuestra. Y este estudio comparativo alcanza no solamente la tipología de la casa, sino también infinidad de elementos: desde la cordelería de las sillas a las argollas de las puertas, el sistema de medidas y los símbolos religiosos. Un catálogo completo del mundo doméstico rural de la isla, cuya memoria poderosa habría hecho perdurar de una manera ritual, fruto del conservadurismo propio del campesinado, las formas y los mecanismos de trabajo originales.

Blakstad vio en los antiguos territorios fenicios, así como en aquellos cuya cultura –como la de Egipto– influyó decisivamente en la fenicia, esquemas, tipologías, dibujos y símbolos que él mismo había visto y estudiado en las casas payesas ibicencas desde los años cincuenta.

Esquema básico de la casa

Su investigación, inédita aún –aunque divulgada muy resumidamente por otros autores en algunos artículos y libros–, es el primer estudio histórico-tipológico de la casa ibicenca, y puede resumirse con las mismas palabras que Blakstad empleó en una entrevista a este Diario hace casi 25 años: «La casa ibicenca es una síntesis de las culturas del Este del Mediterráneo. El modo de construcción fue importado por los fenicios, pero ellos lo copiaron de Egipto, Mesopotamia y otros lugares, porque como tenían un gran espíritu mercantil viajaban mucho y su cultura era una síntesis de todas las zonas que conocían».

Respecto al esquema básico importado de estas viviendas puede resumirse como lo hizo Elías Torres en su 'Guía de arquitectura de Ibiza y Formentera' a partir del estudio de Blakstad: «La casa rural ibicenca tiene su origen en las casas rectilíneas del Neolítico en el Próximo Oriente. A lo largo de milenios se configuró un esquema que tomando como núcleo una habitación rectangular con puerta en uno de sus lados mayores –'The long room'–. Adosaba dos o tres habitaciones en el lado opuesto, completándose con habitaciones en un lado menor o en ambos. Alrededor del año 1000 a.C. Aparece un nuevo tipo de palacio –Bayt-Hilani– por incorporación en el frente de la 'long room' de un pórtico. Este tipo aparece en Fenicia, que entonces emergía como gran potencia bajo el reinado de Hiram de Tiro, y simultáneamente en Palestina bajo Salomón –Salomón utilizó para sus proyectos arquitectos y artesanos fenicios–.»

Sin duda, uno de los aspectos más llamativos del estudio de Blakstad consiste en la comparación de planos y dibujos. A través de ellos puede verse la sorprendente serie de coincidencias constructivas entre, por ejemplo, una casa payesa y un palacio fenicio o egipcio. Pero esto tiene también su explicación según Blakstad: «la evolución desde las cabañas del Neolítico hasta la arquitectura palaciega de la época de Hiram retorna en su último estado a una sencilla casa campesina, conservando en esta su aire de nobleza».

De ahí el nombre de ´palacio payés´ con el que el arquitecto belga Philippe Rotthier, infatigable defensor de la casa payesa y de su preservación, denominó a estas casas en un excelente estudio sobre las mismas publicado en los años ochenta. No ha sido Philippe Rotthier el único arquitecto extranjero residente en Eivissa que ha estudiado durante las últimas décadas la casa ibicenca. También el arquitecto alemán Eric Muhle ha analizado las formas constructivas, así como los orígenes de la casa payesa. Una aportación diferente e igualmente interesante para el estudio de la arquitectura ibicenca ha sido la del historiador ibicenco Antoni Ferrer Abárzuza.

Las reiteradas hipótesis sobre el origen de la casa ibicenca concentran, sin embargo, también no pocos problemas, el más importante de los cuales puede plantearse del siguiente modo: si se admite que la casa rural ibicenca ha mantenido su tipología original procedente de la cultura fenicia, ¿cómo es posible que culturas tan potentes como la romana, la musulmana y la cristiana apenas hayan influido en ella?

La última palabra sobre esta cuestión no está todavía dicha. Queda mucho trabajo por hacer y muchos aspectos por investigar. Pero, de momento, un trabajo necesario sería también publicar por fin el libro al que Rolph Blakstad dedicó buena parte de su vida.