Las empresas de aerotaxis y de repartidores a domicilio han encontrado un duro competidor en el SAR, el Servicio Aéreo de Rescate –Search And Rescue– prestado en España por unidades del ejército del Aire. Efectivos y aparatos del escuadrón de Balears, al mando del teniente coronel Fernando Delgado hasta su arresto domiciliario del pasado jueves, participaron con notable eficacia en la logística y traslado de invitados a la boda de un oficial en Formentera. Un contingente indeterminado de los 150 invitados disfrutaron de al menos un helicóptero y un avión. Entre ellos figuraban niños, el fenómeno adquiere casi la condición de un alegre movimiento migratorio por las bases militares y aeropuertos de Balears. Sin control alguno. Si la boda de altos vuelos extiende el número de convidados, hubiera sido preciso solicitar aeronaves de refuerzo a Madrid. El destino final del ágape era el Gecko Club Beach, un coqueto hotel boutique junto al mar, fruto de la reforma del antiguo Costa Azul y a 300 euros por noche durante la canícula. Era el quinto banquete de la temporada en el establecimiento. El transporte corría por cuenta de los Casa.

En Madrid no lo hubieran hecho. La boda con transporte sufragado por los presupuestos generales podría haber ocurrido en cualquier parte, pero tenía que suceder en Balears, paraíso de la corrupción civil. La bochornosa operación militar contiene un insulto suplementario al territorio donde se ha producido. Se beneficia del manto de protección de una región sin ley. La invulnerabilidad que presume el alarde nupcial despide a la vez un perfume colonial, la constatación oficial de que las islas por donde han campado se encuentran más cerca de África que de Europa. Se ha aplicado el famoso eslogan de Las Vegas, «lo que pasa en Balears, se queda en Balears».

Qué dirán en la OTAN. Los miembros del SAR involucrados no han agraviado a los ciudadanos, acostumbrados a pagar miles de litros de combustible derrochados por sus gobernantes. Los autores de la «fechoría» –según la califican en la cúpula de Defensa– han degradado la sagrada misión que se arrogan, y que revisten de términos como el honor. El vodevil de Formentera es una burla del Ejército, trivializado por su personal mejor formado. Lo han reducido, en el lenguaje que Esquerra Republicana llevará al Congreso, a «bodas, bautizos y comuniones». En los cuarteles generales europeos –los aviones están sometidos a Eurocontrol– deben reírse de sus colegas españoles. Los artífices de la astracanada son el reflejo de un país que no se toma su papel en serio, a falta de saber quién rescatará ahora al SAR.

Los límites del escándalo. El encubrimiento provocará la gangrena, «escarmiento» es la palabra más repetida en el ministerio de Defensa después de la boda adlib de Formentera. El teniente coronel Delgado empeoró su situación, al justificarse ante el delegado del Gobierno el miércoles –cuando Diario de Ibiza y Diario de Mallorca avanzan la noticia– con el retorcido objetivo de «localizar zonas de toma cerca del hospital de Formentera». Se da la particularidad de que el hotel Gecko Club Beach se halla en otra vertiente de la isla, y de que hubiera bastado un solo vuelo para la exploración. La réplica más contundente a esa coartada fue ofrecida por un miembro del gabinete de Carme Chacón: «Que no nos vengan con milongas, ¿ejercicios militares en sábado y en domingo?». El escepticismo sobre la hiperactividad de fin de semana era compartido por el coronel Carlos de Palma, responsable de la base militar de Son Sant Joan desde donde despegaron los aparatos involucrados. «No parece lógico». Pese a las incongruencias, la delegación del Gobierno anunció «una investigación que realizará el propio SAR». Al día siguiente llegaba un instructor comisionado por el teniente general Fernando Lens Astray, que coordina el expediente desde Madrid.

En el SAR no leen periódicos. Los miembros del ejército han recibido admoniciones severas y recientes sobre la repercusión pública de sus actuaciones, porque la ambición de Carme Chacón no se circunscribe a la cartera de Defensa. La austeridad copa los telediarios, y la especial sensibilidad sobre el despilfarro de fondos públicos domina las conversaciones –incluso en la boda del Gecko Club Beach, cuyo director Alberto Matos se escuda en que «los hechos ocurrieron fuera del hotel»–. La suma de precedente no disuadió a miembros del SAR de un abuso fielmente documentado por el periodismo ciudadano. Instantáneas del helicóptero tomadas por paseantes y bañistas, fotos del avión en el aeropuerto de Ibiza a cargo de los plane spotters u observadores de aviones, avistamientos por parte de políticos, fotografías del enlace en facebook, ciudadanos que han enviado material gráfico a las autoridades, cientos de comentarios en fotos y blogs, con la preocupante coincidencia de que a nadie le sorprende lo ocurrido. Aturdido, el teniente coronel Delgado se preguntó, «¿de dónde ha salido esa información?» De Fuenteovejuna. El exhibicionismo se paga más caro que el crimen. Y con razón.

Los aviones de la CIA demostraron que no hay vuelos secretos. Aparte de la infracción administrativa o delictiva, el SAR ha mostrado una ingenuidad inconcebible en una unidad militar. La primera conclusión de los vuelos especializados en secuestros de la CIA, a los aeropuertos de Palma y Ibiza –los mismos involucrados en la boda–, establece la difícil ocultación de artefactos del tamaño de una aeronave. Muy habituados debían estar los pilotos a su comportamiento nupcial, para mantener las oscuras maniobras. Otra enseñanza psicológica es la peligrosa propagación de una chispa individual a un comportamiento gregario. La estrafalaria operación requirió el concurso de decenas de personas, ¿ninguna de ellas tuvo el arranque de cordura de interrumpir el despropósito?

Otros servicios gratuitos. El ambicioso operativo demuestra que la boda no es una anécdota, sino un comportamiento instalado. Más allá de las leyendas urbanas –todos los soldados españoles pintaron la casa de un coronel durante su servicio militar–, las indicaciones son demasiado minuciosas para menospreciarlas alegremente. Apuntan geográficamente a las fallas de Valencia, a Tarragona y a las interminables tentaciones de la noche ibicenca. O tal vez el escuadrón del SAR sea la sacrificada unidad que efectúa más maniobras de fin de semana.

Por no hablar de la burla a la seguridad aérea. La competencia se recrudece en el sector del transporte aéreo, gracias a los civiles sin acreditar ni identificar que el SAR pasea por las pistas aeroportuarias, un beneficio que no comparten los millones de viajeros de pago que recibe Balears. Entre las secuelas, los novios se quedaron de luna de miel en Formentera hasta que estalló el escándalo. Al plantearle las repercusiones sobre su establecimiento, el director del Gecko afirma estoico «que mi padre me ha dicho que hablen bien o mal, lo importante es que hablen». En cuanto a los riesgos de lo ocurrido, no es necesario remitirse a la memoria histórica para saborear los beneficios del imperio de la ley.

Enlace Adlib en la iglesia de Sant Francesc

Muchos residentes y turistas se vieron sorprendidos el pasado sábado en Sant Francesc al encontrar la plaza de la Constitució llena de gente vestida de blanco y les fotografiaron. Eran los invitados a la boda en la que se produjeron los traslados en aparatos del SAR. En la imagen puede verse a un grupo de ellos en la puerta de la iglesia durante la celebración.