Parafraseando a Miguel de Unamuno, «hay que sentir el pensamiento y pensar el sentimiento», Pere Alzina se dirigió a los dos centenares de docentes que le escuchaban el miércoles en el Club Diario para indicarles que no hay que fosilizar el conocimiento porque «siempre aprendemos con vínculos emocionales y si no, no aprendemos».

Alzina protagonizó la segunda conferencia del ciclo ´Parlant d´educació´, organizado por la Associació Pitiüsa per a la renovació Pedagògica (Aprep). Este menorquín, doctor en Ciencias de la Educación por la Universitat de les Illes Balears, pronunció una amena conferencia titulada ´El mestre competent´, en irónica alusión a las competencias educativas por las que se rige el actual sistema de enseñanza. Alzina comenzó su charla explicando dos de las experiencias profesionales que más le han marcado. Una fue su paso por el tribunal tutelar de menores de Palma, donde tenía que enseñar a leer y escribir «a siete delincuentes, que ahora se llamarían personas en riesgo de exclusión social». Asegura que durante los cuatro primeros meses en aquel puesto los jóvenes no aprendieron nada pero él aprendió «a abrir coches y otras técnicas de su oficio». Por casualidad, descubrió el interés que sentían por las noticias de sucesos publicadas en prensa en las que aparecían las iniciales de personas que conocían. Así consiguió engancharles a la lectura y descubrió, sin saberlo, el aprendizaje significativo.

Personas reflexivas

Su otra gran experiencia educadora tuvo lugar en una escuela unitaria de Deià donde era el único maestro para 40 alumnos de edades diversas y que hablaban varias lenguas distintas. Allí aprendió lo que era la multiculturalidad. «Si sobrevives a estas dos experiencias, lo demás ya te parece poca cosa», aseguró el docente e investigador.

Alzina asegura que en la situación actual, en un mundo donde los cambios son rápidos, hay que tener una capacidad de reflexión crítica para dilucidar qué es lo verdaderamente importante e incorporar las cosas poco a poco. Aclaró además que, con el actual sistema de enseñanza por competencias educativas, lo único que se pretende es que los niños aprendan a pensar, que sean personas reflexivas. Entre los errores comunes que interfieren a menudo en el proceso educativo señaló el empeño por «acabar todo el temario» y «la facilidad para perder el tiempo repartiendo culpas: el nivel es bajo por culpa de tanta diversidad, los alumnos llegan sin saber leer… pero tras esa terapéutica repartición sigues teniendo delante a un niño que no aprende».

El conferenciante destacó también que la función de la escuela es transmitir el conocimiento científico acumulado por la humanidad, pero esta función a menudo se ve distorsionada por procesos que intentan luchar contra todos los males sociales: vacunas, educación vial, prevención de embarazos no deseados… «Hay que enseñar a cuestionar lo que nos rodea, a ser una persona razonadora, no criticona, alguien que ve algo que no le gusta, lo dice, lo argumenta y propone una alternativa», afirmó ante un público entregado y divertido con su exposición.

Para Alzina, educar es un acto de esperanza, «no de fe, sino de fe científica». «Los maestros no debemos buscar resultados inmediatos, sino hacer camino. No hay que rendirse, pero a menudo nos cansamos rápido y solventamos la solución con un ´No aprende, hay que llevarlo al orientador porque le pasa algo´», argumentó antes de animar a los docentes a creer «en que las personas pueden llegar a ser eso que nunca creímos que llegarían a ser», porque en su opinión los maestros deben seguir «inventando nuevas utopías para crear nuevas realidades». «Debemos formar a personas competentes, pero que además tengan la capacidad de compadecerse de otros y sepan tolerar la frustración», insistió.