Como buen biólogo marino, Josep Maria Gili aboga por endurecer drásticamente las medidas de protección del mar y sus especies para lograr su recuperación. Está convencido de que el reto de futuras generaciones es seguir explorando los océanos.

-Comienza la temporada de baño. ¿Ha realizado algún estudio que prevea que éste va a ser un verano de medusas?

-A finales del año pasado terminó el plan de choque del ministerio de Medio Ambiente. Estaba previsto empezar un estudio a mayor escala que preveía estudiar las medusas donde realmente habitan, que es en el mar abierto, pero por diferentes cuestiones no se realizó, por lo que estamos como el año pasado, sin saber en realidad dónde están esos enjambres. El seguimiento se ha hecho en la costa catalana y los avistamientos nos llevan a pensar que este verano nos encontraremos con una situación similar a la del año pasado.

-Este mes de mayo ha sido muy lluvioso, ¿actuará el agua de los torrentes como muro de contención frente a la llegada de medusas?

-Sí, pero a nivel muy puntual. La diferencia de Balears con la costa mediterránea peninsular es que el régimen de vientos, sobre todo en la zona de Menorca, desplaza con mayor rapidez las masas de agua, por lo que el agua dulce que llega a la costa no permanece en ella mucho tiempo y es rápidamente desplazada a mar abierto, donde se disuelve. Para que esta barrera natural de agua dulce fuera efectiva tendría que haber un tiempo lluvioso constante durante al menos un par de meses. Los mismos vientos que se llevan el agua dulce de la costa a mar abierto son los que traen las medusas a la costa.

-El consejo de ministros aún no ha dado luz verde a la campaña contra las medusas, ¿será tarde cuándo lo haga?

-Depende de cuándo lo impulsen, pero una campaña no se improvisa de un día para otro. Lo que sí puede hacer el Ministerio, y creo que es lo que hará, es reactivar el plan de choque del año pasado que se basaba en observaciones, recolecciones de medusas y campañas de prevención y protección. El problema es que no se han publicitado todavía los resultados de esa campaña. Nos estamos retrasando demasiado para que haya tiempo suficiente para poner los medios para llevar a cabo este plan. Yo recuerdo que el año pasado por estas fechas la iniciativa ya estaba en marcha.

-Los pescadores de Balears están dispuestos a recoger medusas este verano, a razón de un euro y medio por kilo, según aseguran que les ha ofrecido el Ministerio. ¿Sería efectiva esta actuación?

-No creo en esas medidas. El coste es muy elevado para sus resultados. Las medusas no están siempre ahí. Aparecen y desaparecen de forma imprevista. Sólo se pueden ver y recoger cuando están muy cerca de la costa. En mar abierto afloran a la superficie a última hora de la tarde o primera de la mañana, que son los momentos en que los pescadores no van a buscarlas. Durante el día las medusas migran y se van a profundidad porque huyen de la luz para evitar a sus depredadores. Por lo tanto, salir a buscar medusas porque sí no tiene sentido, porque lo más fácil es que no se encuentren. Las proliferaciones de medusas no se resuelven en absoluto pescándolas porque viven donde viven los peces y no se puede vaciar el mar.

-La conselleria de Medio Ambiente ha anunciado que sus barcas de limpieza del litoral recogerán medusas, y también que informará de su proliferación por internet y que pondrá banderas moradas en las playas para alertar de su presencia. ¿Son medidas adecuadas?

-Sí, los `pelícanos´ se han mostrado herramientas útiles. Cuando una playa está plagada de medusas hay que cerrarla al baño y limpiarla. Respecto a la nueva bandera, cuando existe peligro por medusas son preceptivas dos enseñas, la amarilla de precaucación y la de roja de prohibición de baño. Demasiadas banderas sólo consiguen confundir al personal.

-¿Cómo hay que actuar cuando uno se encuentra en el agua rodeado de medusas?

-Hay que romper tópicos. A las medusas no les gusta picarnos, ya que cuando lo hacen pierden una parte de sus tentáculos. Lo que no hay que hacer es asustarse ni dejarse llevar por el pánico. Hay que nadar con mucha suavidad alejándonos muy poco a poco de ella e intentando evitarla, y no pasará nada. Si nadamos rápido con movimientos violentos lo que vamos a conseguir es atraer sus finos tentáculos hacia nuestro cuerpo y nos picarán. Casi el cincuenta por ciento de las picaduras se producen por pánico. Si la tenemos muy cerca, recomendamos poner la palma de la mano en la zona más gelatinosa, la umbrela, y apartarla lateral y muy lentamente. Los tentáculos van a seguir este desplazamiento y no nos picarán.

-¿Cuáles son las especies más habituales y las más peligrosas que podemos encontrar en Balears?

-Hay cuatro especies que son muy comunes, en todo el Mediterráneo y en Balears también. Una es la Pelagia Noctiluca, que tiene un color rosado y brilla un poco por la noche. Luego está la Rhizostoma Pulmo , que es muy blanca, con un reborde azulado. También, la Chrysaora Hysoscella, que es marrón y se parece mucho a la Pelagia, pero es un poco más abierta. La otra más habitual es la que llaman huevo frito, que es la Cotylorhyza Tuberculata, que es la que pica menos. La más peligrosa es la Pelagia Noctiluca.

-¿Por qué?

-Es muy abundante y, cuando mide de doce a quince centímetros de diámetro, sus doce tentáculos miden dos metros de longitud. Cada centímero de estos tentáculos tiene unas 10.000 células urticantes. Aunque se rompan, sus tentáculos pican por igual. Si nos dicen que hay medusas, aunque no las veamos, no hay que bañarse porque los tentáculos nos picarán.

-¿Cómo podemos protegernos?

-Cuando iba con mi padre iba a las playas de Artà, de pequeño, él siempre me cubría toda la piel con aceite de oliva. A mí no me gustaba mucho, pero era la mejor manera de protegerme de lo que había en el mar. Ahora, hemos aprendido que la crema solar también es fantástica, sobre todo para los niños, porque bien untada evita muchas picaduras de medusas. Es la mejor prevención de todas.

-Se ha advertido de la posible aparición en el Mediterráneo de una especie muy peligrosa: la carabela portuguesa.

-La carabela portuguesa no es extraña en el Mediterráneo, se han visto enjambres muy importantes, y en Balears también ha habido algún caso. Es como un flotador de color rosado, con muchísimos tentáculos, que está en la superficie, por lo que es muy fácil de ver. Podría ser un peligro, pero no a corto plazo.

-Usted ha dirigido varias expediciones a la Antártida.¿Qué hay allí que resulta tan atractivo para los científicos?

-Yo trabajo sobre todo en biodiversidad de las comunidades que viven en el fondo marino, lo que denominamos bentos. En la Antártida hemos visto en los últimos diez años las comunidades más ricas en especies de todo el planeta, equivalentes a los arrecifes de coral. En general es cierto que la biodiversidad es mayor en los trópicos y disminuye hacia los polos, pero en la Antártida es todo lo contrario, hay una vida extraordinaria que permanece casi intacta desde hace 30 millones de años.

-¿Está amenazada la Antártida por el interés en sus recursos energéticos?

-De hecho, la Antártida está protegida por la imposibiliad de perforar. Me da miedo lo que pasará cuando haya tecnología para perforar los dos o tres kilómetros de hielo que cubren el continente. Lo que ha salvado la Antártida no es la conciencia humana, sino su carácter inhóspito.

-¿Puede sufrir Balears efectos catastróficos a causa del cambio climático?

-Todos los modelos tienden a exagerar. Es evidente que hay un problema grave de deshielo en el Ártico, pero como ese hielo es marino y está flotando, aunque se funda el nivel de mar no va a subir mucho, porque el agua ya está allí. Me preocupa más el tema del calentamiento y de las corrientes marinas, que puede cambiar nuestro modo de vida queramos o no. Estamos arriesgando demasiado y creo que no tenemos capacidad para volver atrás.

-¿Y qué ocurre en la Antártida?

-Un 10 o un 15% de la Antártida, lo que es la península, sufre la descongelación de glaciares. En cambio, en el resto del continente, que supone el 80 por ciento, el hielo no se descongela, sino al contrario. Esto sorprende mucho.

-¿Se están agotando las pesquerías? ¿Llegará el momento en que consumir pescado sólo sea accesible para unos pocos?

-Ya lo es un poco, sólo hay que ver los precios. Parte del pescado que compramos en el mercado ya lo hemos pagado con impuestos, porque estamos subvencionando mucho la pesca. La gestión de los recursos pesqueros es uno de los grandes problemas que tenemos hoy en día. El 50 por ciento de los caladeros a nivel mundial están agotados o a punto de agotarse.

-¿Son las piscifactorías la solución para garantizar el consumo de pescado?

-No podemos esperar que la acuicultura sea rentable en diez años ni en cincuenta cuando para hacer rentable la ganadería hemos tardado varios siglos. En algunos países, como Japón, el 25 por ciento del pescado que se consume viene de la acuicultura. En España no llega al 5 por ciento. Es una carrera contrarreloj y habría que invertir mucho para hacer de la acuicultura una alternativa, no sólo para comer pescado, sino para conservar el pescado que hay en el mar.

-Las praderas de posidonia de Balears están sufriendo la acción del hombre. ¿Cómo se puede resolver este problema?

-Habría que permitir menos embarcaciones. Se ha llegado a tal punto de explotación que las medidas para una protección adecuada son muy drásticas, nos guste o no. Cuando estábamos a tiempo de tomar medidas, no las hemos tomado. La diferencia entre los bosques de posidonia y los bosques terrestres es que si el bosque lo hemos quemado, no hay nada que hacer allí y ni vamos, y por sí solo, dentro de cien años, resurgirá. Pero en el mar, aunque hayamos desertizado la zona de posidonia, seguimos yendo y no le damos opción a que se recupere. Solución: reservas marinas vigiladas y muy amplias.

-¿Qué proporción de la superficie y los fondos marinos está protegida?

-No llega ni al 5 por ciento en todo el mundo.

-¿Todavía nos pueden deparar sorpresas los océanos?

-Muchísimas. Hoy en día, tan sólo el 20 por ciento de todo el océano se conoce mínimamente. Nos queda casi el 80 por ciento por descubrir, lo que representa casi el 50 por ciento del volumen del planeta.