La desesperación de una familia

Un joven de 30 años diagnosticado de esquizofrenia paranoide desde hace diez vive en un piso que le pagan sus padres, que confiesan que no pueden vivir con él. Su padre, que prefiere que no se conozca su nombre, tiene dos empleos para poder mantener a su hijo, que desde hace unos días está ingresado en la unidad de psiquiatría del hospital Can Misses. Una vez estuvo allí más de seis meses. Encerrado en un espacio que se compone de un pasillo, habitaciones cerradas y un comedor. Su familia está desesperada. Su padre recuerda cómo se le vino el mundo encima el día que le dijeron qué tenía su hijo. Tenía la esperanza de que fuera un tema de drogas y no de salud mental.

Hace unos años se puso violento en la consulta del psiquiatra, al que llegó a pegar, y el pasado fin de semana tuvieron que reducirle policías y guardia civiles para ponerle una inyección y llevarlo al hospital. Su padre estaba allí y todavía no puede entender cómo le trataron los agentes y los responsables del 061 que acudieron a la llamada de su madre.

Él está desesperado. Sabe que su hijo necesitaría estar ingresado pero no cabe esa posibilidad en Eivissa. Se ha planteado llevarlo a un centro de fuera de la isla pero no es tan fácil. Para este padre la solución para las personas que se encuentran en su situación pasa por que la sanidad, la justicia y los recursos vayan de la mano. Sin infraestructuras no se puede hacer nada, sin los médicos es imposible tratar a los enfermos y es necesaria la intervención de los jueces para que los enfermos mayores de edad sigan el tratamiento y tengan limitaciones que les impidan, por ejemplo, solicitar préstamos al banco.

Lo que más preocupa a los padres de las personas con enfermedad mental es pensar qué pasará cuando ellos ya no estén, porque es en los padres en quienes recae el cuidado principal de estos enfermos.