No ver, no oír, no andar
EIVISSA | JOSÉ MANUEL PIÑA
Es divertido, pero duro también a la vez. El objetivo de la velada de ayer en el ciclo `Eivissa underground´, que organiza el Ayuntamiento de Eivissa, era sensibilizar a los jóvenes de entre 12 y 35 años sobre las dificultades que sufre la población con alguna discapacidad a la hora de enfrentarse a algunos obstáculos. El objetivo se cumplió, aunque hasta las siete de la tarde, a la caída del sol, no empezaron a aparecer en el bulevar Abel Matutes los primeros jóvenes. La hora anterior la aprovecharon los menores de esa edad, que pudieron probar su destreza y agilidad escalando una pared, pero pocos se atrevieron a hacerlo con los ojos vendados. Sacar el máximo partido a los sentidos válidos cuando se carece de alguno de ellos es una asignatura difícil. Muchas personas con disapacidad la aprueban todos los días, pero la sociedad colabora poco en su diaria guerra contra las adversidades.
Todos los talleres y atracciones puestos a disposición de este colectivo estaban ayer pensados para destacar los problemas a los que se enfrentan los discapacitados físicos o psíquicos y la diaria necesidad de superarlos. Jugar al baloncesto en silla de ruedas, descubrir el aroma de la canela o el sabor del coco utilizando sólo el olfato. Bailar en pareja sin escuchar la música o disfrutar de un concierto sin oírlo son retos que resultan divertidos para quien se somete a ellos en plenitud de facultades. Una vez completado cada uno de los ejercicios y recuperada la normalidad, asalta el pensamiento de que no debe ser tan divertido verse sometido a esas limitaciones.
Precisamente el acto estrella de la jornada consistía en un concierto de la banda ibicenca Statuas d Sal, al que los asistentes debían asistir con unos auriculares, previa entrega del DNI. Enfrentarse a la sordera o a alguna dificultad verbal era fácil. Bastaba con quitarse los auriculares para ver a una pequeña multitud riendo, cantando y bailando al ritmo del grupo de David Serra sin entender por qué hacían todas esas cosas los jóvenes que sí escuchaban las canciones. Pero tampoco ellos podían transmitirse con la palabra las emociones del recital, ya que los auriculares les impedían comunicarse entre sí.
Varios colectivos insulares colaboraron con el Ayuntamiento en esta iniciativa. Los responsables de Deforsam ocupaban un puesto ante el que se formaron a lo largo de la tarde numerosas colas, especialmente de niños que querían pintar sobre unos pequeños recipientes de cristal. Pero una de las pruebas definitivas para comprender el auténtico alcance de la discapacidad consistía en bailar con los ojos cubiertos por un pañuelo negro y un acompañante, que sí escuchaba la música, que guiaba suavemente a su pareja, que se movía desacompasadamente, sn oír nada.
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