Los cultivadores del bosque
Sant Josep | Alberto Ferrer
La Sociedad de Cazadores de Sant Josep presume de tener el coto más grande de todo Baleares, 6.800 hectáreas que gestionan desde 1968, prácticamente todo el municipio. No todo el mundo puede ser miembro de la Sociedad y disfrutar de la caza dentro del gigantesco espacio vedado: «Hay que ser vecino del lugar o tener tierras dentro del coto o haber residido en Sant Josep durante más de 10 años», explica el presidente, Toni Roig. A cambio de disfrutar de la temporada de caza entre sus límites, sólo se pide trabajo, un trabajo que antes de que ellos se pusieran manos a la obra no lo hacía nadie: cultivar en el bosque.
Desde hace unos ocho años, en Sant Josep plantan cereal en los terrenos que el abandono del campo había dejado baldíos, hasta bien entrado en el monte, en las feixes que poco a poco le van ganando a las malas hierbas. Este año han plantado trigo y cebada, unas siete toneladas de semilla en total, en 300 hectáreas.
Esto tiene su ciclo, como todo lo relacionado con el monte. La plantada se empezó en noviembre y se ha dejado este mes. Lo han hecho en las fincas que lo han aceptado, «un 99,5 por ciento de las que se lo hemos propuesto», según dice Roig. Eso significa limpiar y arar terrazas de cultivo demasiado diminutas para resultar productivas con las técnicas actuales o, simplemente, abandonadas por sus propietarios.
Antes un buen pellizco de este proyecto se lo llevaban los honorarios del tractorista y el tractor que se tenía que alquilar por horas, unos 6.000 euros al final de la campaña. Desde hace dos años el tractor ya lo tienen gracias a una subvención del Govern y el Ayuntamiento de Sant Josep, este invierno han contado, además, con dos trabajadores en nómina sólo para esta labor.
El coste en semillas y trabajo, en torno a los 12.000 euros, es descomunal para la capacidad económica de la Sociedad de Cazadores. A esto hay que sumar la red comederos y abrevaderos para las perdices, más de 60, y que pueden suponer otras ocho toneladas de grano al año. Por eso, la Sociedad organiza jornadas de tiro al plato -cuatro el último año- para recaudar fondos con los que cubrir lo que no alcanzan con las subvenciones.
El resultado es espectacular, y es que Roig se acuerda de que cuando comenzó a acompañar a su padre cuando salía de caza «con cinco años», muy a menudo «volvíamos a casa con los dos mismos cartuchos con los que habíamos salido en la escopeta», ahora, en cambio «es prácticamente imposible salir y no ver nada», desde que «los cazadores gestionan el coto». En piezas, el año pasado se cobraron 6.000 conejos, 800 perdices y un número «excepcional» de becadas: «más de 1.500, seguro».
Los cazadores querían enseñarles ayer esos resultados a los políticos, por eso se llevaron al bosque al presidente del Consell, Xico Tarrés -algo limitado por su reciente operación de cadera-, al alcalde Josep Marí Ribas, la consellera de Promoción del Medio Rural, Marga Torres, y el concejal de deportes, Albert Marí. Tarrés dijo «esto es ser ecologista» cuando vio los brotes del trigo. El secretario de la Sociedad de cazadores, Juan Antonio Ribas, les explicó que «no se recolecta» nada de lo que han plantado. No hace falta. Muchos desaparecen poco después de germinar, dependiendo de la densidad de conejos en la zona. En Cala d´Hort, decía Ribas, están al borde de convertirse «en plaga», incluso consideran la opción de usar hurones en sus madrigueras, aunque «normalmente lo tenemos prohibido». Se ha ido a cazarlos, pero por «cinco que se cogen, hay 30 que se salvan». A la velocidad a la que se reproducen, es muy fácil que una colonia supere los 100 ejemplares. En Cala Tarida sucede lo mismo. También es una zona arenosa y llena de agujeros donde ya no queda rastro de lo que han replantado este año los cazadores.
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