La empatía de los caballos con los niños

La pista pequeña de las cuadras de Can Mayans se encontraba embarrada ayer por la mañana por las lluvias de la noche anterior, e inutilizable para la monta ordinaria. Sin embargo, dos ponis estaban dispuestos para ser montados. Se trataba de Mambo, un macho sin capar de la raza haflinger con guarnición de volteo, riendas de atar y ronzal, y Kent, un cruce de menor alzada, que permanecía atado a la valla de madera que cierra el patio de ejercicio a la espera del trabajo.

Uno de los niños con necesidades especiales fue ayudado a montar a Mambo. La monitora de las cuadras montó en la grupa para poder abrazar al chico con el fin de que se sintiera seguro. Al poco tiempo su semblante fue cambiando; pasó de un gesto agrio y temeroso a mostrar una cara relajada, animosa y contenta. La monitora le cogía de la manos para realizar ejercicios simples como poner los brazos en cruz, levantarlos y volverlos a dejar caer.

Mientras tanto, el caballo no dejaba de dar vueltas alrededor de Emilio Checa, propietario de Can Mayans. «Para poder practicar la equinoterapia el caballo debe ser muy tranquilo y encontrarse relajado. En realidad no es preciso un adiestramiento especial, sino que obedezca correctamente y que no muestre signos de agresividad», explicó.

Después de los ejercicios gimnásticos el niño montó solo aupado desde tierra por la monitora, quien le ayudó a dar la vuelta, de forma que quedó mirando la cola del caballo. «Son ejercicios que les van muy bien. Montan en diferentes posiciones y se sientan de lado o tumbados hacia atrás y adelante. Las diferentes posturas encima del caballo contribuyen a desarrollar el equilibrio y la coordinación motriz estimulando de esta forma a los niños a nivel neurológico», explicaba Emma Torres, coordinadora del proyecto y pedagoga terapéutica del colegio Guillem de Montgrí, de Sant Antoni, mientras se descubría y depositaba el casco de montar sobre un banco de madera.

Los beneficios de la monta terapéutica son también psicológicos ya que el jinete disfruta de una sensación de bienestar general y además mejora su autoestima y su autoconfianza. Desarrolla también la constancia y el hecho de permanecer sobre el caballo le trasmite mayor seguridad alejando los temores paulatinamente, «lo que se trasmite a la vida diaria y contribuye a mejorar su estado de ánimo», agregó Torres.

Permanecer sobre el caballo también mejora la capacidad de atención y concentración, cualidades indispensables para una preparación educativa.

El colegio Guillem de Montgrí ha sido el pionero en las Pitiüses en aplicar la equinoterapia para niños y jóvenes con necesidades especiales. En este caso, se trata de un grupo de seis alumnos con distintos síndromes, trastornos y retrasos psicomotores.

Además de la monta, los niños llevan a cabo una serie de actividades complementarias consideradas «muy importantes» para su desarrollo integral. El alumno aprende cómo limpiar el caballo, lo toca y huele. Aprende asimismo a cuidar el material que se utiliza durante el trabajo como la montura, la cabezada y otras guarniciones.

«También se da de comer al caballo ya que con ello se pretende que el niño interiorice la necesidad de alimentarse a sí mismo y al animal», subraya la coordinadora.

En realidad, no existen excesivas normas en la práctica de la equinoterapia, sino que es la psicoterapeuta la que decide los ejercicios en función de las necesidades personalizadas de cada niño. Torres es amazona desde los seis años. «Siempre me ha gustado montar y empecé de pequeña. A veces se ven cosas que ponen la piel de gallina, como un caso en el que se acercó un niño al caballo y éste pareció reconocerle. Hay una gran empatía entre los caballos y los niños», recalca la coordinadora del proyecto.