La alcaldesa, Gabilondo y el coco

A Mariano Rajoy no le salen rentables sus visitas a Eivissa. En poco más de una hora de reloj, aterrizó, besó a la primera niña que se puso a tiro para la foto y se marchó con una larga lista de deberes que no tenía antes de aterrizar en la isla. A diferencia de José María Aznar, a Rajoy no le traen suerte los baños de multitudes en Eivissa, ni tampoco a los suyos, especialmente a Pere Palau. Tampoco se trata de decir que el hombre sea gafe, pero Eivissa, ese «símbolo» del PP, según dice, le resulta esquiva.

Por si acaso, si se repite la historia de hace cuatro años, el jefe seguirá adelante sin ningún cargo de conciencia porque ayer no podía haber prometido más cosas a su gente: vuelos baratos y más frecuencias, deslinde justo en Formentera, mejoras salariales para los funcionarios de Justicia y depuradora de estreno para Vila, aunque sea en lo alto de sa Serra des Collet para que sólo los angelitos tengan que soportar los efluvios que genera la planta. Él está dispuesto a arreglarlo todo, tanto es así que hasta Francesc Antich, Xico Tarrés y Lurdes Costa seguramente deben estar frotándose las manos.

Sospecho incluso que la alcaldesa de Vila, alegara su condición de independiente para pasar por el Recinto Ferial y saludar a Mariano. El rumor lo extendió el candidato al Senado, Antoni Marí Carraca, quien a la hora de saludar a tantas excelencias se hizo un lío e incluyó en el paquete a «las alcaldesas». Parece mentira que un hombre con cuatro años de experiencia en la Cámara Alta, que, además, le ha servido para «abrir los ojos» y volverse «más malo» (con matices, que diría él), le tiemblen las piernas ante el jefe. Tampoco hubiera desentonado Lurdes Costa en el multitudinario encuentro que mantuvo Rajoy con los tres representantes de los funcionarios de Justicia, en el que se sentó hasta el apuntador del partido. Menos mal que si algo no falta en el Recinto Ferial son sillas, y los representantes de los trabajadores pudieron hacerse un hueco entre tanto cargo. Para que no faltase de nada, allí estaba el socialista Carlos Salinas, el gerente de las instalaciones, que seguramente se cansó de soportar bromitas sobre su afiliación política. Esto es un profesional como Dios manda: si hay que colocar sillas para los del PP, se colocan sin que se le caigan los anillos.

Rosa Estaràs no estuvo muy afortunada al destacar que Rajoy es el hombre más indicado para «reflotar el barco de la economía española». Había muchas otras maneras de alabar la capacidad del jefe para garantizar que los bolsillos de los ciudadanos rebosarán de dinero en los próximos cuatro años, pero resulta un tanto peligroso imaginarse a Rajoy a los mandos del actual `Prestige´, que, según la doctrina popular, vendría a ser el estado de las cuentas de la gente.

Rajoy quiso dar emoción a su discurso al decir que había venido a Eivissa para hablar de las necesidades reales de los ciudadanos y de Gabilondo. Como él mismo dice, lla gente no quiere oír hablar de la alianza de las civilizaciones de Zapatero, ni tampoco, aunque piense lo contrario, del precio de los alimentos (eso lo saben de sobra). A todo aquel que sacrifica la siesta o el culebrón de la sobremesa y con el sofrit pagès todavía en la garganta para asistir a un mitin del PP, aunque sea del mismísimo Rajoy, hay que darle algo de carnaza y morbo. El «coco» Zapatero y Gabilondo resultaron la mezcla perfecta, sobre todo desde que, como dicen en el pueblo de Rajoy, «cacharon» al presidente confesándole al periodista que iba a meter drama y tensión a la campaña, para caldear el ambiente y saciar a la masa.