Pastelillos jóvenes para bailarines maduros

Los alumnos de repostería reparten dulces entre los socios de la Llar Eivissa / Moisés Copa

Los alumnos de repostería reparten dulces entre los socios de la Llar Eivissa / Moisés Copa

Eivissa | José Manuel Piña

No sólo los jóvenes ibicencos disfrutaron ayer del Día de los Enamorados. Los mayores aprovecharon también la festividad de San Valentín para celebrar uno de sus concurridos y esperados bailes en la Llar Eivissa para reiterarse su amor o bien para encontrar uno nuevo. «La verdad es que la Llar se llena todos los jueves porque hay baile, pero hoy es un día especial», apuntaba Camino Benito Santiago, presidenta de la asociación de la tercera edad de ese centro. Ella misma actuaba como animadora de la fiesta, alentando a los numerosos presentes a que disfrutasen de la conmemoración y de la música que debía interpretar el artista ibicenco Juan Carlos. Pero antes de bailar, los asistentes tuvieron la oportunidad de comprobar el alto nivel de calidad repostero logrado en sólo tres meses por los alumnos del centro de formación ocupacional del SOIB.

Enric Casanova, director del centro, contemplaba con interés el examen a que los mayores sometían a los alumnos, hombres y mujeres a los que ha instruido Luis Flores. El veredicto de tan exigente tribunal no podía ser más satisfactorio. El contenido de las bandejas llenas de dulces que repartían los propios estudiantes desaparecían casi instantáneamente y los comentarios de «buenísimo», «muy rico» y «¿hay más?» se sucedían de mesa en mesa. Ensaimadas rellenas de cabello de ángel y de crema, greixoneres, un amplísimo surtido de pastas de té y de hojaldre, plumcakes y un surtido de dulces de cerezas rellenos de crema de avellanas, pasas, coco y mermelada se disputaban la atención de los bailarines y de quienes preferían permanecer sentados.

Aunque la elección de los pastelillos era difícil, mucho más lo era consumirlos y escuchar a los políticos que se acercaron a la fiesta para lanzar entre tan (doblemente) goloso auditorio sus mensajes de precampaña. Antoni Marí, Carraca, y Pere Torres, Casetes, iban también de mesa en mesa felicitando a los veteranos clubbers y lanzando promesas con la misma generosidad que los reposteros. «Lo importante es que después cumplan lo que prometen», sentenciaba una de las asistentes severamente. Su severidad se borró instantáneamente en cuanto empezó a sonar la música y salió a bailar. Era su momento. «En cuanto salen a bailar deja de dolerles todo lo que les duele en su casa», afirmaba, también como una sentencia, un señor apostado en la barra. Ni en la pista ni en las mesas parecía haber nadie que sufriese dolor alguno. Al contrario. Los bailarines se movían con gracia y agilidad y en las mesas reinaba también la concordia.

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