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Rosa, Jordi, Niuma y la última boda del juez de paz de Formentera

La ley por la eficiencia de la Justicia quita a los juzgados de paz la prerrogativa de oficiar matrimonios civiles

Los recién casados junto al juez de paz, Andreu Ferrer, y los amigos y familiares que les acompañaron en su boda civil. | AMPARO BOSH

Los recién casados junto al juez de paz, Andreu Ferrer, y los amigos y familiares que les acompañaron en su boda civil. | AMPARO BOSH

Pilar Martínez

Pilar Martínez

Rosa Ruiz, Jordi Carballo y Niuma protagonizaron, casi sin saberlo, la última boda que se ha celebrado en el Juzgado de Paz de Formentera. «En principio íbamos a casarnos un poco más tarde, pero nos avisaron de que a partir del 3 de abril los jueces de paz ya no podrían oficiar bodas y por eso lo hicimos un martes a media mañana», cuenta Rosa, una valenciana que lleva 12 años residiendo en la isla, ocho menos que su pareja, que llegó de Barcelona hace ya 20 años.

Con un sencillo ramo de flores y un buen grupo de amigos acompañándoles, se dieron el sí frente a Andreu Ferrer, el juez de paz de Formentera que asegura haber estado tan concentrado en la pareja y tan emocionado por ser la última boda que oficia que ni siquiera vio a la enorme mascota de la pareja tumbada durante toda la ceremonia prácticamente a sus pies.

La nueva Ley orgánica 1/2025, de medidas en materia de eficiencia del Servicio público de Justicia, estableció que, a partir de hoy jueves 3 de abril, los jueces de paz dejan de casar y esta potestad queda en manos de «alcaldes, consellers, notarios y una persona habilitada que en el caso de la partida judicial pitiusa está en la isla de Ibiza», explica Ferrer.

Se trata de una ley muy amplia y compleja que está entrando en vigor por fases. «Algunas de estas medidas ya funcionan desde enero y otras serán obligatorias más adelante», especifica el juez de paz.

A pesar de que por un tiempo se barajó la posibilidad de que los juzgados de paz desaparecieran por completo al ser asimilada su actividad por las Oficinas Municipales de Justicia que deben implantarse en todos los ayuntamientos, al final se decidió mantener esta figura tradicional que cumple un papel esencial en pequeñas comunidades por su labor conciliadora en los conflictos entre vecinos.

Además, tras la puesta en marcha de la nueva legislación, que obliga a acudir a un proceso de mediación antes de poder interponer una demanda, «puede que se incremente el número de estos procesos que se hacen en los juzgados de paz, ya que en ellos son gratuitas y con el resto de profesionales que pueden ejercer como mediadores en uno de los métodos alternativos de resolución de conflictos, hay que pagar», afirma.

Un momento de la ceremonia civil. | AMPARO BOSH

Andreu Ferrer posa con los novios tras la ceremonia civil. / Amparo Bosh

En Formentera «hay poquísimas mediaciones», asegura Ferrer, «porque se suelen dar en sitios donde hay una población muy estable, se conocen de toda la vida y si uno tiene un problema con el vecino, pide la intervención del juez de paz». Pero en la actualidad, «con la volatilidad de población que hay en esta isla, la gente se va directamente a la Guardia Civil», observa.

Andreu Ferrer tomó posesión de su puesto como juez de paz en febrero de 2022: «Lo hice animado por mucha gente de mi entorno y porque era una manera de sentirme útil para la isla», por lo cual en febrero de 2026 debería abandonar su cargo o presentarse a una nueva legislatura de cuatro años más. «Veremos cómo va el tema de las conciliaciones porque dependiendo de si aumentan los casos o no, me pensaré si me vuelvo a presentar para el cargo», adelanta.

«Creo que se puso un poco sentimental cuando explicó que iba a ser su última boda», recuerda Rosa de la ceremonia celebrada el martes. «Hasta nos pidió posar en la foto con todo el grupo para tener un recuerdo», añade sonriente.

La pareja posa con el juez de paz tras la ceremonia. | AMPARO BOSH

Un momento de la ceremonia. / Amparo Bosh

Estos jóvenes querían que su boda fuera «algo discreto» y, para su sorpresa, han acabado protagonizando páginas de periódicos. De hecho, la recién casada cuenta entre risas que Jordi, el novio, «es muy reservado y no quería casarse en el Consell porque allí la gente te ve cuando sales a la plaza, y mira ahora».

Rosa y Jordi decidieron casarse en Formentera porque se conocieron aquí y querían formalizar su relación «con algo sencillo», pero ya tienen prevista «una celebración grande, con 150 o 200 invitados» el 4 de abril de 2026.

Andreu Ferrer, por su parte, considera «una lástima» que ya no se puedan celebrar más matrimonios en el juzgado de paz de Formentera, pero deja esta parcela de su labor como juez «con muy buen sabor de boca», porque vio y sintió de primera mano la emoción de Rosa y Jordi durante la ceremonia.

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