«Un niño que está hasta las cinco de la madrugada jugando al 'Fornite' o hablando por el móvil a la mañana siguiente está como si hubiera venido de una rave. Es un cadáver, sólo puedes dejarlo que descanse», indica la coordinadora del Centre d'Estudi i Prevenció de Conductes Addictives (Cepca), Belén Alvite, que ayer ofreció la charla 'Les noves tecnologies a casa' en Formentera. La conferencia, incluida dentro de la 'Escuela para padres', organizada por la conselleria de Bienestar Social, se celebró en el Casal d'Entitats.

«España está a la cola de muchas cosas, pero a la cabeza en nuevas tecnologías», señala la experta, que indicó que el 30% de los niños de diez años ya tiene un móvil. «¿Para qué lo necesita?», pregunta Alvite, que recuerda que, a esa edad, siempre suelen estar con un adulto responsable con el que, en el caso de que sea necesario, los padres pueden contactar. Porque precisamente la sensación de tener al menor controlado es el principal motivo que aducen las familias para comprar un móvil a niños tan pequeños. «Pero esa sensación de control es falsa», apunta antes de destacar la principal razón por la que se les entrega uno de estos teléfonos: «Casi nadie quiere reconocerlo, pero se les compra porque ceden a la presión de la petición constante por parte del niño».

«A esa edad, algunos aún creen en los Reyes Magos. No son capaces de diferenciar el mundo real del mundo mágico y les damos un móvil con el que no van a saber diferenciar el mundo real del virtual», reflexiona la coordinadora del Cepca, que alerta del aumento de los «conflictos familiares graves» causados por las nuevas tecnologías que están atendiendo los profesionales: «Rompen la televisión o agreden a los padres porque desconectan la wifi». A esto, indica «no se llega por casualidad sino porque no se han establecido limitaciones y contratos cuando eran más pequeños, lo que les hace ver el privilegio de tener un móvil como un derecho adquirido».

Para no llegar a estas situaciones, Alvite recomendó establecer, desde el momento en el que se da un móvil a un niño, condiciones. «En mi caso, a mi hija le hice firmar un contrato muy pretencioso, con 17 cláusulas, muchas de las cuales se acabaron incumpliendo. Son adolescentes, es normal que metan la pata», confiesa. Ahora su hija tiene 17 años y esas cláusulas se han reducido a tres: el teléfono se apaga a las diez de la noche (algo más tarde los fines de semana) y se entrega a los padres, nadie en casa responde al teléfono ni emplea el móvil durante las comidas y las cenas y se controla el tiempo que pasa en redes sociales.

«Ahora ya hay algunas de las condiciones que están muy interiorizadas y en las que no hace falta insistir», indica refiriéndose, por ejemplo, a que no se comparten imágenes sin el permiso de su autor o de quienes aparecen. «El gran problema en estos momentos son las horas que pasan los adolescentes en Instagram», indica. De hecho, una de las cláusulas que en su casa han abolido recientemente ha sido la prohibición de aceptar solicitudes de amistad de adultos. Eso sí, los padres, hasta los 18 años, deben poder ver el contenido que comparten los menores en las redes sociales. Las familias, indica, también deben estar muy encima de los grupos de chat a los que pertenezcan, controlar los mensajes e intervenir en el caso de que detecten que los chavales están haciendo comentarios malintencionados o insultantes.

Alvite alerta también del aislamiento que está causando el popular juego en red 'Fornite' entre los niños de ocho a doce años. «Se han vuelto locos. Es violento pero no hay sangre ni escatología, lo que echaría para atrás a niños tan pequeños. Además, aunque juegan en grupo no te permite más de un jugador por plataforma, de manera que en vez de, como antes, quedar todos para jugar a la Play, están cada uno encerrado en su habitación solo jugando durante horas», apunta la experta.