Sa Cova des Fum, en los escarpados acantilados de la Mola que miran hacia Ibiza, forma parte de un paraje impresionante en el que la naturaleza se muestra en toda su grandiosidad. Prácticamente inaccesible, sa Cova des Fum saltó a la fama ya en el año 1108, cuando las Pitiusas estaban bajo dominio árabe. El príncipe normando Sigurd, cuya flota se dirigía a Oriente Medio para realizar una cruzada, pasó por Formentera y entabló un combate contra un grupo de musulmanes que estaban refugiados en esa cueva. Una crónica normanda del siglo XIII -que ha podido ser recuperada- recoge lo que, supuestamente, sucedió allí: los soldados del príncipe Sigurd, al verse incapaces de tomar la gruta, decidieron descolgar con cuerdas, desde la parte superior del acantilado, dos barcas cargadas con hombres armados, que al llegar a la altura de la cueva, pudieron atacar a sus ocupantes y hacerse así con el botín que, según la misma leyenda, guardaban allí los árabes de Formentera. Antes, los asaltantes habrían encendido también un gran fuego a la entrada para asfixiar con el humo a sus ocupantes. Los arqueólogos consideran difícil que, en vista de la pendiente existente en el barranco, pudiera bajarse una barca con cuerdas hasta la cueva, pero así lo aseguran las crónicas de aquella expedición.

Los arqueólogos, trabajando en el interior de la cueva

Sin embargo, sa Cova des Fum es importante porque después de una campaña de excavaciones arqueológicas desarrollada durante un mes por Ricard Marlasca, Josep Maria Garí y María José Escandell, se ha podido comprobar la trascendental relevancia de esta gruta, habitada ya a finales del año 3000 aC (Calcolítico) por los más antiguos pobladores de las Pitiusas.

Las excavaciones de Garí, Marlasca y Escandell han sido las primeras realizadas de forma planificada desde que a principios de los 60 se produjera el descubrimiento oficial de la cueva para el mundo de la arqueología. Entonces, el británico Frank Jackson documentó y fotografió lo que halló entonces en sa Cova des Fum: montones de huesos humanos prácticamente intactos correspondientes a la Edad de Bronce, así como fragmentos cerámicos y otros restos depositados todavía en el suelo, pues la falta de procesos de sedimentación en la cueva evitó su enterramiento pese a los milenios transcurridos.

Los trabajos se han desarrollado a lo largo de un mes y han aportado grandes novedades

Posteriormente, en los años 70 y 80, la cueva sufrió un proceso de degradación muy considerable como consecuencia de la gran cantidad de personas que, estimulada por los descubrimientos de Jackson, quiso «explorarla» y, sobre todo, expoliar su contenido. «Hay agujeros de expolio de un metro de diámetro en el suelo», afirman Garí y Marlasca.

Sin embargo, después de esa fase de presión sobre el yacimiento, este cayó en el olvido. Hasta que en 2012, este grupo de arqueólogos acometió, con financiación privada y la autorización de las instituciones locales, la primera campaña organizada de excavaciones. ¿Qué podría encontrarse aún allí? La respuesta es que se han superado las expectativas y se han hallado suficientes elementos como para caracterizar con detalle qué era, para qué se usaba y qué se hacía en sa Cova des Fum.

«La Mola de Formentera está llena de cuevas, pero esta debía ser una especie de catedral dentro de todas ellas», afirma Marlasca, que recuerda que sa Cova des Fum tiene una superficie total de «miles de metros cuadrados», si bien con una distribución «muy irregular», que incluye alguna gran sala, como la más cercana a la entrada, pasadizos y galerías.

«Lo más importante es que dentro de esta cueva hemos hallado dos espacios de tipo santuario, dedicados a rituales, una necrópolis de uso continuado a lo largo de toda la Edad de Bronce, un hogar para hacer fuego y algún manantial de agua», explica Garí.

El hecho de que una sola gruta contuviera todos estos elementos al mismo tiempo la convertía en un lugar privilegiado y de gran actividad.

Espacios de culto religioso

La principal novedad reside en el descubrimiento de estos espacios dedicados a actividades espirituales, de tipo ritual o de culto. Sorprendentemente bien conservada después de varios milenios, los arqueólogos han encontrado una especie de pila para contener agua, tallada en piedra marès y de forma ligeramente pentagonal. Está depositada justo debajo de unas estalactitas, que iban depositando el agua en el interior de este recipiente. «Cuando la vimos la primera vez, pensamos que se trataba de una pica payesa, de tan bien conservada que se la ve», comenta Marlasca. «En otra dependencia dedicada también a santuario, hay otra pila parecida, pero esta ya está solidificada junto con la estalactita, que forman un solo cuerpo, si bien se aprecia la forma más o menos circular de la pila», relatan los arqueólogos.

Entrada a la cueva de sa Cova des Fum

Estos espacios se encuentran en la parte interior de la gruta, sin recibir luz natural de ningún tipo, y de hecho fue necesario el uso de iluminación artificial para trabajar en ellos durante estos años.

La entrada de la cueva estuvo protegida mediante una muralla de piedra, que aún se conserva parcialmente derrumbada. «Pero parece que esa muralla no era para proteger a la gente que había dentro de la cavidad, sino que era para preservar el agua», afirma Garí. De hecho, «el problema era que en la Edad de Bronce no había agua en Formentera. Solo se encontraba en pequeños manantiales dentro de las cuevas de la Mola», añade. Por ello, ese bien escaso tenía un valor inmenso. Garí no descarta incluso que quienes vivían en sa Cova des Fum o en otras de la Mola comerciaran con agua con quienes vivían en otras partes de la isla mucho más áridas, como en es Cap de Barbaria.

Otra de las cuestiones que han podido documentarse a lo largo de los trabajos es que, en contra de lo que se suponía, la galería descrita por Jackson en la que encontró la necrópolis prehistórica, no está derrumbada, sino que sigue perfectamente practicable. Garí y Marlasca lamentan que algunos documentos contemporáneos den por supuesto que esa galería se había derrumbado, «como si se hubiera podido comprobar personalmente tal extremo», cuando no fue así.

Restos óseos

En realidad, la presencia de restos óseos se aprecia en distintos puntos de la cueva, pero no tienen ya nada que ver con aquellas osamentas impresionantes encontradas por Frank Jackson, pues son fragmentos ya muy pequeños, producto de las visitas incontroladas que han abundado desde que se popularizó sa Cova des Fum en los años 60. Cada vez que una persona acude a la cueva destruye un poco más el hábitat y los restos que hay en superficie, afirman los dos arqueólogos.

Durante los últimos meses, y después de años de silencio al respecto, parecen estar publicándose numerosas noticias sobre las cuevas prehistóricas de Formentera. Ayer mismo, este diario se hacía eco del trabajo que lleva a cabo otro equipo de arqueólogos en otra cueva de la isla. Sin embargo, la importancia de sa Cova des Fum eclipsa a todas las demás grutas de Formentera y también de Eivissa. Si en la última cueva analizada se han hallado los huesos de dos personas, en sa Cova des Fum hay restos correspondientes a «cientos de personas», afirman Garí y Marlasca, que califican a esta gruta como «el centro neurálgico» de la isla en el segundo milenio.

Algunos de los restos humanos hallados han sido analizados con radiocarbono y han sido datados en época medieval, «con lo que podrían corresponder con los musulmanes de la cueva a los que alude la leyenda», afirman.

Los dos investigadores consideran, sin embargo, que «ni mucho menos» se ha agotado el trabajo en este yacimiento. Es por ello que están elaborando un proyecto para continuar excavando el próximo año.