El sector de bares y restauración de Formentera se prepara, como mínimo, para un cierre de 15 días, a partir de mañana, cuando la isla pasa al nivel 4 reforzado de alerta sanitaria por covid, que decreta el cierre de estos establecimientos y limita las relaciones sociales a los miembros de un único núcleo de convivencia.

Jara Puig regenta el pequeño bar Artemisia en Sant Francesc que sirve sobre todo desayunos: «Lo llevamos lo mejor que podemos, nos hemos adaptado a todas las medidas sanitarias para seguir adelante, ahora estamos viendo si podemos hacer para llevar y mantener a los clientes». En su caso tiene asumido que con la actual situación sanitaria en Formentera, el cierre del sector «es lo que toca y lo vamos a hacer». Pero Puig reflexiona: «La vida social también influye mucho en la salud mental de cada uno».

Gerardo Mayans lleva el bar Es Glop en la misma localidad, que sirve menús: «Para mí es durísimo, vamos cuesta abajo y sin frenos, esto no se puede mantener mucho tiempo más». En su opinión, no serán dos semanas, «será todo el mes de febrero, esto supone aguantar pagando autónomos, los gastos fijos del local cerrado, y los trabajadores al ERTE, ayudas solo recibí una como de unos 600 euros en mayo del año pasado», lamenta.

No obstante considera que la medida es «necesaria», «está muy bien, pero si queremos ganar tenemos que ir por delante del virus y me da la sensación de que vamos siempre por detrás».

Cristina Costa, además de consellera insular de Sa Unió, lleva también Es Racó des Pa en Sant Francesc. En su caso coincide con Mayans: «El cierre lo llevamos mal porque tenemos que pagar el alquiler, los impuestos, las basuras... trabajemos o no trabajemos». Añade que la realidad social de los trabajadores es que «con un ERTE no les da para vivir». De la misma forma que es crítica con la falta de ayudas también indica que está de acuerdo con las medidas: «Entendemos que se debe hacer, nos parece correcto este cierre; nosotros ya nos preparamos para servir comida para llevar, pero veremos que pasa», apunta escéptica.

Jaume Escandell, del bar restaurante Pa i Vi resume: «Tenemos que asumirlo, pondremos de nuestra parte lo que podamos».

Ana Serratilli, del Nautilus, se debate ahora sobre si puede o no hacer servicio para llevar pero le han dicho que solo puede si lo lleva a domicilio. Ante esta situación señala: «En esto salimos perjudicados como cafetería y tendremos que cerrar, por lo que lo llevamos mal, sin ayudas y con este segundo cierre obligado en un año».

Antonia Díaz, que dirige la cafetería Pla de Rei a la entrada de este pueblo, en su caso se mezcla un sentimiento de «impotencia» y a la vez de comprensión: «Qué le vamos a hacer... si es por el bien de todos». Ahora, desde el punto de vista económico afirma: «Para nosotros más que un esfuerzo es una ruina, veremos si todo esto da resultados», desea.