Un centenar de vecinos de la Mola se dieron cita ayer en la iglesia de la localidad del Pilar para asistir a la solemne misa en honor a su patrona. Ese fue el único acto destacable que se celebró ayer en Formentera con motivo de la fiesta de la Virgen del Pilar. Los asistentes a la misa y vecinos en general, así como algunos turistas nostálgicos, lamentaron que ni siquiera los actos más sobrios de esta fiesta, como la procesión, el ball pagés y el convite al pueblo, se celebraran. (Ver galería de imágenes)

La entrada a la iglesia estuvo controlada por los obreros de la parroquia, que además de ofrecer gel hidroalcohólico, iban acomodando a los fieles a los bancos, cuya capacidad estaba limitada para respetar la distancia de seguridad.

Cinco minutos antes de iniciarse la ceremonia religiosa, el templo, incluido el coro, estaba completo. En total 60 personas ocupaban los bancos, lo que obligó a sacar sillas al exterior.

Pero la sorpresa de esta eucaristía, que se prolongó más de una hora y que contó con la participación del coro parroquial, fue que la presidió el obispo auxiliar de Valencia, exobispo de Ibiza (1992-1997) y de Mallorca (2012-2016), Javier Salinas. El oficio fue concelebrado por el administrador diocesano de Ibiza y Formentera, Vicent Ribas, y por el párroco del Pilar de la Mola, Miquel Àngel Riera. Además de Enrique Torres, párroco de Santa Cruz y de Vicente Piedra, párroco de Sant Ferran.

Nuevo diácono

Nuevo diácono

El motivo de la presencia del obispo auxiliar de Valencia en las Pitiusas fue que el pasado sábado ordenó como diácono a Fernando Bayón, también presente ayer, que se incorpora a la iglesia de Santa Cruz. De esta forma, el que fuera obispo de las Pitiusas volvía a estas islas tras 23 años, tal y como él mismo recordó.

Entre el público, en los primeros bancos, asistieron representantes de todas las formaciones políticas del Consell.

Si la fiesta del Pilar está marcada por la sobriedad, ayer se hizo más patente que nunca. Tras finalizar la misa, los vecinos hicieron algún corrillo, pero a los pocos minutos ya no quedaba prácticamente nadie en la plaza.

En los pocos bares abiertos del Pilar, los vecinos se juntaron en pequeños grupos familiares o de amigos para tomar el aperitivo o directamente almorzar.

Mientras, en uno de los bares y para quitarse el gusanillo, los sonadors, que también participaron en la misa, se arrancaron de forma espontánea con algunos temas, para ambientar una mañana que quiso ser de fiesta pero que se quedó en una celebración religiosa. El programa continúa este mes y el siguiente con actividades lúdicas y deportivas cada fin de semana.