Javier González Granado, el notario de Formentera, acaba de publicar un libro que es la ampliación de su trabajo fin de máster de Bioética y Derecho, titulado: 'De la persona a la personalidad algorítmica. A propósito de la personalidad jurídica de la inteligencia artificial' (Universitat de Barcelona, Edicions). Aunque pueda parecer un galimatías, su objetivo es acercar al público lo que representa la aparición de la inteligencia artificial y la robótica en nuestra sociedad, con las consecuencias jurídicas de la toma de decisiones autónomas por parte de las máquinas o de un software.

Parece que esté usted dibujando un escenario de ciencia ficción.

En realidad no lo es, porque todo parte de una propuesta normativa del Parlamento Europeo del año 2016 donde se hace referencia, primero, a la necesidad de regular la inteligencia artificial y la robótica; segundo, a la necesidad de regular el sistema que va a regir la responsabilidad por daños de la inteligencia artificial y, en tercer lugar, que este sistema de responsabilidad por daños se resuelva a través de reconocer a estos sistemas artificiales una personalidad jurídica autónoma.

¿Estamos ante sistemas de algoritmos que toman decisiones autónomas?

La inteligencia artificial es un concepto complejo y difuso en el que tienen acomodo ramas de la ciencia muy diversas: informática, biología, neurología, matemática, lógica y, en parte, también la ética y la filosofía. Se trata de sistemas artificiales que resuelven problemas con una complejidad tal que exige la toma de decisiones autónomas.

¿Para poner un ejemplo concreto, podríamos hablar de un coche autónomo?

Efectivamente, es el ejemplo paradigmático de esta cuestión, se trata de un coche que no obedece instrucciones preprogramadas, sino que ante problemas nuevos toma soluciones nuevas y esto puede generar un verdadero problema de daños. Se trata de determinar quién es el responsable.

De momento casi todos los coches e incluso los aparatos tienen un periodo de garantía que es una forma de seguro.

Sí, pero no hablamos de un funcionamiento anormal, de que la máquina venga mal de fábrica. Estamos hablando de que del normal funcionamiento se produzcan unos daños. Imaginemos que la máquina toma las mismas decisiones que habría tomado un conductor experto y pese a eso sufre un accidente. Es como si un avión va en piloto automático, que se comporta como un piloto físico, pero surge una tormenta y hay un accidente y no es que no haya hecho bien los cálculos sino que se sufre un accidente.

¿También hay robots que asisten a personas?

Sí, pero su aspecto y construcción son lo de menos porque podemos hablar de sistemas de inteligencia artificial que son puro software, es decir que no tienen una carcasa externa, en este sentido hay un mercado brutal para asistencia a enfermos, en hospitales, a las personas mayores.

Pero estos sistemas no toman aún decisiones autónomas.

Llegará el momento en que lo hagan, no está lejos, y habrá que determinar quién es el responsable.

¿Y podrán responder a emociones y sentimientos?

Eso es otra cosa distinta. Hay una inteligencia artificial débil, que esa ya la tenemos aquí, y se dedica a la resolución de problemas y otra, que llamaríamos fuerte, que sería una emulación total de la inteligencia humana. Hablaríamos de sistemas autoconscientes, pero esto sí que es ciencia ficción y no sabemos cuándo va a llegar o si va a llegar. Pero el problema ya nos lo plantean los sistemas que no son autoconscientes porque son de una complejidad tal que pueden tomar decisiones autónomas como el coche.

¿Y no sería lógico que respondiera el fabricante?

Bueno, en este caso el fabricante podría decir que respondiera el propietario porque en el caso de estos coches tienen un proceso de aprendizaje que corresponde a un entrenador. Es decir que hay muchas posibilidades de responsabilidad. La propuesta de la Unión Europea es dotar a estos sistemas de un fondo patrimonial para cubrir esto, lo que hago es estudiarlo a fondo e intento encajar ese concepto de titular de derechos.

¿Tendría que pagar seguridad social un robot, ya que incidirá en el mercado laboral?

Es otra de las propuestas de la Unión Europea y evidentemente si se produce esa incidencia en el mercado laboral está previsto que se traduzca en cotizaciones. Eso se distribuirá entre todos los que se beneficien de la puesta en funcionamiento del robot de forma proporcional, desde el fabricante, al propietario y el entrenador.