Rafael Lambies, natural de Valencia y de 54 años, decidió zarpar el pasado 11 de marzo del Club Náutico de Valencia, donde tiene su base, rumbo a s'Espalmador, en Formentera. Un día después llegó al islote, frente al que permanece en cuarentena en su velero de 11 metros de eslora, el 'Isla de Pascua'. Asegura que no tiene tiempo para aburrirse y que desde el primer día se puso en contacto con Salvamento Marítimo para dar a conocer su situación.

Este valenciano navega desde los 8 años y conoce bien las aguas de las Pitiusas, especialmente las de Formentera, aunque también ha surcado el Mediterráneo hasta llegar a Cerdeña y las islas griegas.

Ante la llegada de la semana de fallas, en Valencia, decidió salir de la ciudad y aprovechar para navegar: «Siempre que uno planea un viaje elige el destino adecuado a la época y elegí s'Espalmador al estar protegido de los vientos del norte y del este, que son los predominantes» en esta época del año.

También valoró que en caso de que el viento role al suroeste, siempre podría buscar protección a menos de media hora, ya sea en es Pujols o en es Caló de s'Oli. Esto le obliga a tener preparado el barco en todo momento para zarpar por si se avecina un cambio de viento, lo que le empuja también a seguir rutinas estrictas y sobre todo a tenerlo todo recogido y bien trincado.

Lambies es muy consciente de la situación del estado de alarma por el coronavirus: «Intento hacer bien las cosas, por lo que cada vez que cambio de ubicación llamo a Salvamento Marítimo, que es el que me autoriza a cambiar de lugar».

Uno de los ejemplos más recientes se produjo el pasado lunes, cuando desembarcó en la Savina para comprar y a depositar la basura que recicla a bordo: «Llamé a Salvamento Marítimo. Te preguntan a qué hora vas a llegar, y cuando llegas está la Guardia Civil esperándote. Te dan unas pequeñas instrucciones y nada, vas a comprar, llenas el depósito y vuelves sin ningún problema», relata.

El estado de alarma

El estado de alarma

Cuando llegó a s'Espalmador, el pasado 12 de marzo por la mañana, reconoce que ya se temía que algo iba a pasar algo con el coronavirus: «Entonces llamé al 062 de la Guardia Civil y estaban un poco extrañados, pensé que era un teléfono nacional y que tenía que llamar a la Guardia Civil de Formentera, pero lo tenían desviado al 062. Al final, el mismo día de la declaración del estado de alarma hablé con ellos y les expliqué mi situación».

La Guardia Civil, sorprendida, le preguntó si necesitaba algo o si quería volver, a lo que contestó: «Ni por todo el oro del mundo», recuerda entre risas.

Además, al ver las noticias sobre el control del Consell de las personas que llegaban a la isla desde esa fecha, decidió llamar para explicar su decisión. Destaca que su situación es legal y que ha estado fondeado correctamente sobre arena. Ahora ha habilitado un muerto existente al que está amarrado.

Desde que llegó se ha cruzado con dos embarcaciones: la primera fue la lancha de 11 metros tripulada por portugueses «inexpertos», afirma, y que fueron multados. Recuerda que en este caso fondearon cerca de él y «no sabían fondear, les tuve que explicar que tiraran el ancla en lo claro y soltaron cadena».

Desde hace cuatro días tiene compañía es s'Espalmador ya que a unos 150 metros de su velero ha fondeado un catamarán de bandera canadiense, con una familia con tres niños: «El primer día hablamos a gritos y ambos nos ofrecimos a ayudarnos si alguno tenía un problema, lo que está muy bien».

Su rutina diaria empieza por la limpieza y cocina, para luego nadar un poco o hacer piragua, sin olvidar el teletrabajo, ya que es administrador de fincas. «Atendiendo avisos y urgencias», explica.