«La década de los sesenta fue mitificada, aunque la Formentera de 1960 era espectacular por la rapidez en los cambios que se produjeron y no tiene nada que ver con la Formentera de 1970». Así resume Santiago Colomar, doctor en Historia y profesor de Secundaria y Bachillerato en el IES Marc Ferrer, el contenido de la conferencia que pronunció anoche en la sede de la Escuela Universitaria de Turismo del Consell de Ibiza. La charla se enmarcó en el XLV Curs Eivissenc de Cultura que organiza cada año el Institut d'Estudis Eivissencs y que se dedica a la década de los sesenta en las Pitiusas.

Colomar arrancó poniendo en contexto la época y subrayó que «el cambio más importante, que estiró todo lo demás, fue la construcción del puerto de la Savina». Explicó que en 1959 aparece un proyecto, de Enric Alonso, que se aprueba, sale a subasta, logra postor y se ejecuta. Por fin una solución a una instalación que era un drama. «Se decía que el puerto de Formentera de puerto solo tenía el nombre». Ese nuevo proyecto «es el cambio más brutal que se produce y a partir de allí aparecen los primeros edificios de servicios. Eso también conlleva una mejora en cuanto a la distribución de la sal ya que también se reforma el llamado muelle comercial».

Colomar detalló que en 1960 se habilita el puerto de la Savina para exportar la sal un año después, «es decir, que la sal de Formentera se deja de transportar a sa Canal y directamente cargan aquí».

Al mismo tiempo se produce una mejora en el transporte marítimo: «En 1960 se va a pique el 'Manolito', la 'Joven Dolores' empieza a navegar en 1965 y en 1967 la 'Palomita', que luego será la 'Tanit', hacía el trayecto en 40 minutos, aunque el icono era la 'Joven Dolores'», subrayó.

El turismo

El turismo

A partir de 1965 y hasta el final de la década el número de camas turísticas de Formentera se triplica: «En ese momento el crecimiento es fulgurante: en 1965 tenemos 400 camas y en 1970 pasamos a 1.400 (con una población de 3.017 personas) y es cuando se produce esa explosión turística, como si fuera nuestra revolución industrial, aunque todavía no estamos ante el desarrollo del turismo de masas, que llegará más tarde».

Apuntó que en los inicios de la actividad turística se produjo una importante inversión de empresarios catalanes, «como es el caso del Hotel Roca Bella (es Pujols) que construyó Enric Roselló al final de los años cincuenta. Pero además está el cirujano Víctor Conill, que fue el primer propietario del Hostal Ca Marí. Y el Mini Bar, en es Pujols, era de otro catalán, Josep Caitoixar, así como el restaurante La Pérgola, abierto por Carlos Redolat».

Santiago Colomar analizó, en su exposición, lo que representó pasar de una economía de subsistencia a un modelo capitalista regido por el libre mercado en muy poco tiempo: «Ese cambio no se asimiló, no hubo tiempo para asimilar; pasar de una sociedad con estrecheces a, de repente, tener dinero y en tan poco tiempo, fue, a mi juicio una de las grandes dificultades que ha tenido que superar la sociedad de Formentera en su historia».

En cambio, minimizó el impacto que pudo tener el contacto de la sociedad rural de Formentera con la llegada del turismo: «Se debe relativizar, ya que había mucha gente que antes se había ido a América, Estados Unidos, Cuba, Uruguay... por lo que diría que tampoco fue 'la sorpresa del salvaje' ante el civilizado. Las más afectadas fueron las mujeres que no salieron de la isla». También repasó la contribución que hicieron a la cultura muchos músicos y artistas que se establecieron en la isla. Y no olvidó citar la llegada de la televisión (1962), de la luz (1968) y del teléfono, que contribuyeron a ese cambio social.