P ¿Cuándo decidió ser sacerdote?

R No es un momento determinado, pero sí recuerdo, cuando tendría 10 ó 11 años, un viaje a Formentera con mi abuela que veníamos a ver al tío Bartomeu Planells, que era el cura de la Mola. Le pregunté durante el viaje: '¿Qué pasaría si fuera cura?' y me contestó, emocionada, 'estaremos todos muy contentos'. Quizá sea la primera vez que lo manifiesto. Luego tomo la primera comunión, continúo en la parroquia de monaguillo, empiezo la catequesis de confirmación, me confirmó en Puig d'en Valls y empiezo a dar catequesis. Al año me doy cuenta que eso me gusta y empiezo a dar repaso a niños con necesidades en Cáritas. Al año siguiente voy de voluntario a dar de comer a los mayores que están solos. Es entonces cuando me doy cuenta que es eso lo que quiero hacer toda mi vida. Y a los 17 años entro en el seminario. No es un acto o un momento concreto es un proceso. El párroco de Puig d'en Valls, don Vicente Colomar, insistía que ser cristiano es un compromiso, es un estilo de vida que te pide Jesús en el Evangelio, que es servir a los hermanos.

P Lleva once años de párroco en Formentera. ¿Cómo son sus relaciones con las personas practicantes y con las que no lo son?

R Siempre digo que todos son hijos de Dios. Todos somos hermanos, por lo que no hago distinción. Hay gente que viene por la parroquia de vez en cuando porque lo necesita; los hay que vienen continuamente y vienen a ofrecer, que es la gran mayoría que forma la parroquia, y hay gente que nos saludamos por la calle de forma cordial y amable. No veo distinción entre unos y otros, todos formamos parte de una comunidad donde convivimos juntos.

P Con su llegada la acción social de la Iglesia en Formentera ha sido más evidente.

R En ese sentido tengo una sensibilidad muy especial desde mi infancia. Tengo un recuerdo lejano, en la parroquia de Puig d'en Valls. Se hacía un homenaje a los mayores con una misa y una comida y me enfadaba porque no entendía que hubiera muchos mayores en su casa que nadie les iba a felicitar ni les hacía partícipes de la fiesta. Entonces me pidieron que fuera a entregar la ensaimada y la botella de hierbas. Recuerdo ir calle por calle repartiendo, debería tener 15 años. Digamos que es algo que me mueve interiormente, personalmente y sacerdotalmente y eso se trasmite en lo que hago. Tampoco creo que sea una cosa exclusivamente mía. La gente ve que vale la pena y que es lo que da sentido a la vida, se trata de ser partícipes de esa inquietud que hay en Formentera.

P En su columna semanal en Diario de Ibiza

R Lo que me preocupa e inquieta es la insensibilidad. Te vas dando cuenta que cada vez más nos acostumbramos a que tiene que haber pobres, de que la sociedad está así montada y que una alternativa no es posible. Cuando la gente está acomodada en un estilo de vida no se provoca un cambio, esa tendencia me preocupa. Y me preocupa porque pienso que un cambio es posible, vivimos en una sociedad en cambio continuo, la realidad es cambiante y nos tenemos que acomodar a esos cambios. Me da miedo, me preocupa y me ocupa que nos acomodemos, por eso escribo en el Diario. Es el conformismo de la sociedad y de los políticos lo que me preocupa. Eso es lo que intento trasmitir a la gente que tiene el poder de cambiar la realidad. Si los que entran en los gobiernos nacionales o locales piensan que lo que hay que hacer es mantener lo que hay, es preocupante, todo es mejorable. Y me doy cuenta de que, muchas veces la legislación nos impide ser más creativos y capaces de transformar esta sociedad injusta en una sociedad más justa.

P En septiembre hemos registrado la llegada de barcas con personas migrantes procedentes de Argelia. ¿Qué se le ha pasado por la cabeza ante esto?

R Siempre pienso en las palabras del Papa Francisco cuando visitó la Comunidad Económica Europea, en Bruselas. Ante todos los eurodiputados dijo que no tenían que permitir que el Mediterráneo se convirtiera en un cementerio. La reacción de los políticos fue levantarse y aplaudir y no se dieron cuenta de que les estaba tirando de las orejas. Les estaba diciendo que tenían una labor, como eurodiputados, para poner en marcha políticas migratorias que no permitieran que el Mediterráneo se convirtiera en un cementerio humano. Si voces como la de la Iglesia están haciendo una crítica a un sistema político que no funciona y los políticos se ponen en pie a aplaudir pero luego continúan calentando silla y no mueven un dedo para que eso cambie, vamos mal. Pienso que a los que estamos a pie de calle nos toca no callar ante estas injusticias y esto me provoca, aún más si cabe, mi compromiso. A veces mis amigos me dicen que sigo siendo el mismo iluso de los 17 años. El día en que deje de ser un iluso me gustaría dejar de respirar. Es decir, ¿para qué voy a vivir en este mundo con un conformismo? No puedo, no puedo... es algo que me supera.

P ¿Le han tirado de las orejas desde la Iglesia por expresar sus opiniones?

R Nunca, es algo que agradezco. Me he sentido muy apoyado por todos los obispos y por mis compañeros sacerdotes. Nunca dentro de la Iglesia me han tirado de las orejas ni me han cortado las alas. Al revés los únicos que me han tirado de las orejas, y me tiran, son los políticos. A lo mejor les gustaría más que callara y les digo siempre que si me equivoco que me lo digan. No tengo ningún problema en rectificar. Pero también me siento muy apoyado por la mayoría de la gente con la que comparto trabajo a nivel de compromiso social y de calle. Los que me han intentado hacer callar han sido políticos que se han sentido interpelados y que incluso han intentado hacerme callar por otros métodos. Las mayores broncas me han caído por ese lado.

P Dígame quiénes son.

R Prefiero dejarlo así, por favor.

P Hace poco el Papa ha nombrado a dos nuevos cardenales españoles comprometidos con el diálogo con otras religiones, como la musulmana. ¿Qué le parece?

R Es lo que decía que estamos haciendo aquí a pie de calle y el Papa lo lleva al Vaticano y a la Iglesia. Somos una sociedad plural y tenemos que hablar con todo el mundo y escuchar a todo el mundo. El Papa nos está haciendo ver que en una sociedad cada vez más intolerante y cerrada, la Iglesia es la primera en dar muestras de apertura, solidaridad, diálogo y acercamiento a las personas. Nuestro Dios se llama padre, somos hermanos, seamos de la raza que seamos y de la religión que seamos.

P ¿Ha mantenido contactos con representantes del centro islámico de Formentera?

R La relación diaria es muy buena, pero no hemos hecho nada oficial. Es algo que me gustaría hacer en el sentido de hacer algún encuentro conjunto, es algo pendiente.