Lorena Ruzafa Tur, una joven de 25 años natural de Formentera, terminó la carrera de arquitectura en septiembre de 2018 con un proyecto que ha merecido el segundo premio del certamen nacional de jóvenes arquitectos que organiza cada dos años Asemas. Su propuesta consiste en reconvertir Es Molí de Sal en un museo, recuperar toda la arquitectura salinera y mostrar todo ese patrimonio como atractivo.

Lorena Ruzafa Tur (Formentera, 1994) sorprende por la convicción que trasmite cuando explica lo que hace. Estudió en el colegio público Sant Ferran y siguió en el IES Marc Ferrer, donde acabó el Bachillerato a los 18 años con matrícula de honor y una excelente nota en selectividad que le abrió las puertas de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona.

Lejos de su casa, como muchos otros estudiantes de Formentera, dedicó horas al estudio y aplicó disciplina y tesón para terminar la carrera en septiembre pasado con un 10 y otra matrícula de honor. Decidió presentar su trabajo al premio bianual que convoca Asemas, una mutua nacional de seguros y servicios para arquitectos que premia los mejores proyectos de los estudiantes salidos de todas la escuelas superiores de arquitectura del país.

206 trabajos presentados

Se presentaron 206 trabajos de fin de carrera. El jurado seleccionó una treintena y otorgó el segundo premio (dotado con 2.000 euros) a Ruzafa Tur por su proyecto 'Recuperación de las salinas de Formentera'. «El exquisito análisis de un entorno antropomorfizado con una arquitectura sutil y modesta que se enquista en el territorio para recuperar su valor histórico y paisajístico», destacó el jurado.

Ruzafa tuvo muy claro desde niña por qué quería construir edificios: «Era una pasión, algo que me atraía tanto por la vertiente creativa como por la parte técnica. Había edificios que me emocionaban y eso me llamó».

Desde hace dos años trabaja con el arquitecto formenterés Marià Castelló, y en este tiempo se ha centrado en acabar la carrera y preparar su proyecto final sobre la recuperación del espacio de las salinas de la isla, muy deteriorado, que se titula 'Isla de sal'.

Explica su principal motivación: «Recuperar el espacio salinero de Formentera, tan importante históricamente, que marca un paisaje muy característico al norte de la isla y que ahora mismo está en una situación de abandono completo. Y mostrar su historia para que no se pierda. Mi abuelo trabajó en las salinas y es una manera de recuperar la memoria», afirma.

Además de apostar por la conservación del paisaje, propone una intervención en es Molí de Sal, en ses Illetes, para convertirlo en museo: «Ahora es un restaurante, pero ese molino tiene más de 125 años y a su lado hay una casa antigua que se usa como cocina. A mí me parece que es un patrimonio muy valioso que debería poder mostrarse como espacio público más que como la cocina de un restaurante, creo que tendría más valor».

Con esa idea empezó a estudiar el funcionamiento de las salinas, su circuito de agua, los cristalizadores, la red de acequias, compuertas y las estaciones de bombeo y se fijó «en todas las pequeñas construcciones que hay distribuidas en ese entorno. Algunas se caen a trozos, pero la más importante es el molino».

Siguió estudiando los valores naturales del entorno de forma exhaustiva para determinar los condicionantes geográficos, meteorológicos, patrimoniales pero también los industriales, por lo que las salinas significaron económica y socialmente para varias generaciones de formenterenses.

Sabe que su proyecto es inviable pero quiere dar un toque de atención sobre la degradación de ese espacio. Su trabajo incluye recorridos por las salinas que terminan en el molino, convertido en museo «donde se explique a los residentes y visitantes la historia de este lugar». Todo se completa con un detallado estudio arquitectónico del molino que recupera espacios derruidos aprovechando el espacio por debajo de la planta, rellena de piedras, para salas de exposiciones y todos los servicios propios de un equipamiento cultural.