El día gris y desapacible con el que amaneció ayer en Formentera no impidió que centenares de vecinos acudieran en familia a los cementerios de la isla para seguir la tradición marcada por el día de Todos los Santos y rendir homenaje a sus seres queridos.

El cementerio de Sant Francesc, el más grande, que data de 1938, el más pequeño, el de Sant Ferran (1903), y el más antiguo, el del Pilar de la Mola (1788), presentaban su mejor aspecto y estaban llenos de flores. El ambiente en todos ellos era de recogimiento, con leves susurros de confidencias al oído ante la tumba de un ser querido y con la identificación callada al paso de los nichos de los conocidos.

Pero al mismo tiempo se mantenía el trajín del último momento con la limpieza de los nichos utilizando bayeta y limpiacristales sobre una escalera.

En cuanto a los efectos florales, las macetas y las plantas con raíz van ganando espacio sobre las flores sueltas, aunque siguen apareciendo. No falta la decoración propia, con alguna figurita decorativa y las siempre presentes velas.

El cementerio de Sant Francesc es digno de ser visitado con atención ya que esconde pequeñas curiosidades que desvelan el origen o las creencias religiosas que conviven en la isla. Por eso se mezclan tumbas con símbolos claramente laicos con otras católicas e incluso alguna hindú. También se puede observar alguna lápida cerámica elaborada por algún artista local como Ángel Berenguer o el también fallecido Choppi. En la zona de los nichos también hay variación en los símbolos utilizados.