La entrada de coches quedará limitada en Formentera, pero lo que no parece tener freno es la lluvia de consellers del Govern balear que desde hace unas semanas azota con especial intensidad las Pitiüses. La próxima llegada de una borrasca preelectoral puede estar en el origen de este fenómeno, que suele producirse con una invariable regularidad cuatrianual.

Sin embargo, el presidente de Formentera, Jaume Ferrer, no tenía palabras suficientes para agradecer la torrencial llegada de políticos mallorquines a su despacho: «Si el Govern balear se fuera reuniendo una vez al año en Formentera no estaría nada mal», fue la primera frase que dijo en la rueda de prensa junto a la presidenta Armengol, lo cual no deja de ser un modo de decir que los millones y las leyes sólo llegan cuando en el horizonte empieza a oírse el murmullo de las urnas.

En todo caso, la mejor demostración de lo necesaria que es la limitación de coches en la isla de Formentera es el hecho de que ayer a las 12 del mediodía se tardaban 15 minutos en recorrer los 500 metros necesarios para salir en coche del núcleo de la Savina, gracias al colapso provocado por un simpático camionero que, para descargar su mercancía, había estacionado en mitad de la calle y gracias también a la invasión de coches de alquiler que, todavía a finales de septiembre, convierte a la isla en lo más parecido a la fábrica que Seat tiene en Martorell. «Pues tendría que ver cómo está en agosto», comentaba el taxista.

«La verdad es que llegamos unos años tarde con esta regulación», fue el comentario más lúcido de todos los que hizo Armengol al presentar su proyecto de ley. Pero, al menos, cabe la esperanza de que, en el futuro, Formentera deje de ser Calcuta en verano, con italianos en vez de hindús.