El área de Salud de Ibiza y Formentera cuenta con un equipo profesional perfectamente organizado y sincronizado que permite que en estos momentos unos 13 pacientes residentes en Formentera, diagnosticados de cáncer, puedan recibir sus tratamientos de quimioterapia, sin tener que desplazarse a la isla vecina.

Esta posibilidad fue ideada, mediante un protocolo, por la farmacéutica titular de Can Misses, Marga Prats; el entonces jefe de oncología, Carlos Rodríguez Franco, y la hematóloga Sofía Villaverde. Así, desde 2009, los hematólogos, y desde 2015 los oncólogos de Can Misses, pero sobre todo las farmacéuticas Marga Prats y María Castro, junto con la dirección del Hospital de Formentera, su servicio de farmacia y de enfermería, han puesto a punto este servicio que permite la administración de los fármacos necesarios para luchar contra esta enfermedad.

Este equipo en Formentera está formado por Joan Tur (supervisor del área de enfermería), Manuela Sánchez de la Dueña (auxiliar de farmacia), Francesc Lafuente (celador), Eladio de Amador (logística) y Cristina García, de Cogesa, empresa que se encarga de coordinar la recogida y la entrega de los preparados de la quimioterapia.

Este equipo humano está perfectamente sincronizado para que cuando llega el momento se puedan administrar, con todas las garantías, las correspondientes medicaciones en un momento en que los pacientes no siempre pasan por un estado de ánimo positivo, sino que más bien están preocupados por cómo superar los efectos segundarios que la quimioterapia les pueda causar. Por eso la relación humana es tan importante en un servicio en el que la línea entre el bienestar y el malestar es muy fina, a veces ínfima.

Todos los eslabones de esta cadena son de vital importancia ya que si falla solo uno el resultado final no se consigue. El tiempo, la precisión y la profesionalidad de cada una de estas personas es vital.

Todo empieza con Eladio de Amador, que es el que coordina la logística del Hospital de Formentera, necesaria para que el medicamento llegue en tiempo y forma adecuados hasta el paciente.

«Todo el proceso de la quimio empieza por el especialista, el oncólogo manda hacer una analítica al paciente y con los resultados decide si se aplica o no la quimio, luego se elabora una instrucción que se pasa a farmacia». En ese servicio del Hospital de Can Misses las farmacéuticas preparan el medicamento» que se llama, en el caso de la quimio, preparado citostático, e inhibe la multiplicación de las células cancerígenas.

Eladio de Amador continúa su relato desde su despacho, desde donde ordenará a la empresa que se encarga del transporte que vaya a Farmacia de Can Misses a recoger la quimio el día y la hora que le indican. El medicamento ya está dispuesto en una nevera y se envía a través de la empresa Cogesa, que a su vez recurre a la compañía de seguridad Trablisa, encargada del transporte terrestre. Esta dejará la nevera en uno de los barcos que zarpan del puerto de Vila, desde donde viajará hasta la Savina para ser recogida por el transportista que se la entrega a Cristina García, de Cogesa. Eladio de Amador es finalmente el enlace con Can Misses, un eslabón más que debe funcionar como un reloj y que dice: «En este servicio todos los que intervenimos somos o llevamos muchos años en la isla, conocemos a todo el mundo y allí nos implicamos, es cuestión de humanidad». Señala que en su caso, como en el del resto de sus compañeros, los teléfonos están disponibles en cualquier momento «aunque no nos toque trabajar», asegura.

Una vez que llega la medicación al Hospital de Formentera para por las manos de la logista de Cogesa, Cristina García: «Farmacia de Can Misses se pone en contacto con nosotros, en Ibiza está Álvaro, que es el que manda la nevera al barco a Formentera y yo la recibo». Añade que desde que lo recoge su compañero hasta que llega a Formentera, la nevera tarda menos de una hora. Ese tiempo es fundamental, ya que la quimio debe mantenerse a una temperatura concreta y, pasado un tiempo, según su composición, el compuesto puede caducar.

Una vez en el hospital, Cristina se la entrega a la auxiliar de enfermería, Manuela Sánchez: «Cuando Marga Prats o María Castro confirman la quimio, me mandan la prescripción por correo electrónico y yo compruebo con el material que ha llegado si todo está bien». Se trata finalmente de comprobar que todo está correcto: «Yo recibo los recipientes que vienen con número de brida numerados y con sus frigolines para mantener la temperatura, cuando están aquí y las prescripciones que tengo asociadas a cada paciente y a su número de historia clínica compruebo que toda la medicación llegue en buen estado, a la temperatura adecuada y las dosis que se tienen que poner».

Recuerda que solo una vez, «hace mucho tiempo», tuvo que devolver la nevera «porque se ve que debió estar dando vueltas, no llegó a su hora y llegó caliente y nada más abrirla se echó para atrás; ante todo está la seguridad del paciente», asegura. Manoli, como la llaman sus compañeros, insiste en que «todo esto es una cadena en la que interviene un equipo multidisciplinar, empezando por el especialista, siguiendo por las farmacéuticas y con todo el proceso en el que intervienen varias personas que deben estar coordinadas». También cita como importante al personal de limpieza, que es el que limpia la consulta donde se administra la quimio de la mano del supervisor de enfermería del hospital, Joan Tur, que se encarga de este cometido, entre otros. Pero Manoli también tiene que preparar la premedicación que va aparte, y luego la coloca en una caja especial en la que se puede leer ´transporte interno de citostáticos´. Cuando su contenido está listo llama al celador, que es el que la transporta desde el área de farmacia hasta la consulta de Joan Tur. El celador es otro de los eslabones de esa cadena. Francesc Lafuente comenta: «Yo traigo la medicación, soy el transportista de los citotásticos; me llaman de farmacia, voy a buscar el pedido en cajas frías y garantizo la custodia por estos pasillos, para que llegue sana y fría; luego también me quedo, a veces, a hablar con los pacientes o a echar una mano a Joan, cuando me lo pide, a mi me avisan cuando el paciente ya está en el sillón».

El hombre de la aguja

Joan Tur resulta ser la persona de referencia de los pacientes que pasan por un tratamiento de quimioterapia. Los conoce, organiza las sesiones, según cada tratamiento y su tiempo, pero sobre todo es el que intenta que ese trago amargo, de varias horas, pase de la mejor forma posible. Su sentido del humor y simpatía, son las armas que usa sin olvidar la aguja: «Soy el hombre de la aguja», ríe: «Yo soy el último de todo este proceso, administro el medicamento que ha sido prescrito por un oncólogo y elaborado en la farmacia de Ibiza, transportado desde Can Misses hasta aquí, revisado por la farmacia de aquí, revisado por mí y luego ya llamo al paciente». El protocolo que usa es relativamente sencillo, pero sobre todo cultiva la cercanía con el paciente: «Le llamo por teléfono, sin prisas; si resulta que está comiendo que acabe, si no lo ha hecho que lo haga si quiere, y se le da un margen de tiempo importante a no ser que caduque el producto». Apunta que la planificación permite un margen de entre siete y ocho horas, «pero nunca apuramos al paciente». Una vez en la consulta se le pregunta si necesita alguna cosa, desde comer a merendar, «le pinchamos e iniciamos el tratamiento». Joan Tur explica que «el paciente siempre viene muy bien informado por parte del servicio de Oncología que le explica qué efectos secundarios puede tener». Puede atender al mismo tiempo a un máximo de tres pacientes, pero al mismo tiempo suelen ser solo dos ya que muchas veces cuando acaba el primero, llega el segundo: «En el momento en que nos quedamos solos es cuando se intima más con el paciente y nos abrimos a contar cosas más íntimas». La pregunta más frecuente a la que tiene que contestar es: «¿Cómo estaré mañana y pasado mañana?». Joan explica que siempre están muy conectados con los médicos internistas o con urgencias por si aparecieran efectos adversos. Pero el enfermero recalca que lo más importante es evitar ese desplazamiento a Ibiza, con lo que implica el transporte en barco y taxi: «Para estos pacientes se puede hacer duro y aquí el servicio es más cercano».