Los campesinos de Formentera están dando este año un empujón a la agricultura ecológica al certificar casi 200 hectáreas de cultivos para lograr el sello de calidad europeo. En realidad, en la isla todavía se trabaja de forma muy tradicional, con un modelo que tiene poco impacto sobre el medio ambiente, pero ahora dan el paso para tener una garantía de reconocimiento internacional.

A finales de 2017, menos de 20 hectáreas, el 1,3% de las tierras de uso agrícola de Formentera, operaban bajo estos parámetros. En 2016, apenas había 5,6 hectáreas. Con esta oleada de solicitudes impulsada por la cooperativa agrícola de la isla, la cifra rozará el 10% y se pondrá a niveles del resto de Balears: en Ibiza el 8% de la agricultura es ecológica y en Mallorca supera el 10%, según datos del Consell Balear de la Producción Agraria Ecológica, que tramita los certificados.

«Es una muy buena noticia para la calidad ambiental de nuestras islas», declara Andreu Vila, ingeniero agrónomo y técnico de campo de la cooperativa.

La regulación europea es extensa, pero, en resumen, prohíbe el uso de herbicidas o insecticidas, los abonos tienen que ser de origen orgánico o mineral, los cultivos tienen que priorizar especies locales y la distribución también tiene que ser de cercanía.

Cereales y forraje

La gran mayoría de los cultivos que Formentera sumará este año a la agricultura ecológica son de cereales y forraje, pero también hay uva, aceitunas, hortalizas y otros vegetales. «Aunque no se valore porque hay sectores más fuertes, en Formentera tenemos un patrimonio de tierras muy bueno porque la manera tradicional de cultivar el campo ha sido muy natural y con pocos insumos», apunta Vila.

Jeroni Vera, director técnico del organismo balear que entrega los certificados, está de acuerdo y asegura que los campesinos de Formentera tendrán que hacer muy pocos esfuerzos para acabar de adaptarse a las exigencias europeas.

Normalmente, las explotaciones tardan de dos a tres años en completar el proceso, entre la solicitud, las revisiones y los cambios necesarios para que toda una cosecha se pueda considerar orgánica. El tiempo de adaptación depende, lógicamente, del punto de partida y los resultados se irán viendo durante los próximos años, aunque el censo debería rozar las 200 hectáreas a finales de 2018.

«Formentera siempre se había quedado un poco atrás y, aunque no puedes certificarlo hasta que hay un control, su manejo del campo es muy similar a la ecológica», explica Vera.

Agricultura tradicional

«Se trata de una isla donde la agricultura intensiva es muy complicada por las circunstancias, ha convivido históricamente con la falta de agua y la optimización de recursos, así que no tendrán muchos problemas para adaptarse», apunta.

La cooperativa agrícola, que tiene unos 300 socios, ya impulsó en 2015 la creación del censo de tierras de cultivo para reactivar el campo de la isla y reducir al máximo las importaciones de productos frescos o del grano utilizado para la ganadería.

Muchos propietarios de pequeños terrenos abandonados cedieron su explotación al colectivo, que ahora los está reconvirtiendo en ecológicos.