Desde principios de esta semana, los vigilantes del acceso a los aparcamientos de las playas de es Cavall d'en Borràs, ses Illetes y Llevant, en el Parque Natural de ses Salines, en Formentera, tienen que emplearse a fondo para controlar la avalancha de coches y motos que, sí o sí, pretenden llegar a las playas más codiciadas y masificadas de la isla.

Todos los días entre las 11.30 horas y las 18.30 horas, los aparcamientos están llenos, es decir, que no caben más vehículos a motor que no sean eléctricos, salvo los de transporte público: taxis y autobús de línea. Los peatones y ciclistas tienen el paso libre.

Esta regulación no se hace por capricho. Con su aplicación se persigue garantizar el acceso a la zona de los vehículos de emergencias ante una eventual situación crítica. Por eso la limitación de entrada de vehículos de gasolina o diesel, que no sean de transporte público, está condicionada por la cantidad de plazas de aparcamiento que existen en las seis zonas y que es de unas 1.000 motos y 300 coches, que deben pagar dos y cuatro euros respectivamente por estacionar por un día.

El conselleria insular de Movilidad persigue con esta medida «potenciar la movilidad sostenible en este espacio protegido» y por eso recomienda que la gente acuda a pie, en bicicleta, transporte público o en vehículo eléctrico. El conseller recordaba hace poco que el objetivo es «mantener el orden y la seguridad en el Parque Natural de ses Salines, para que en el caso de una urgencia o cualquier situación de riesgo, los servicios de emergencia puedan acceder con seguridad».

Pero a partir de la segunda quincena de junio el acceso para los coches y motos se hace cada vez más difícil, por estar todas las plazas ocupadas desde media mañana hasta media tarde. Entonces los operarios de Ibifor, que gestiona el acceso al Parque Natural, cruzan cuerdas en los accesos y colocan los carteles de 'completo'.

Paciencia y una sonrisa

Paciencia y una sonrisaCon mucha paciencia y una sonrisa explican a los conductores que hasta que no salgan vehículos no pueden entrar, lo que provoca atascos y quejas porque algunos turistas no entienden que se les limite el paso a las playas más preciadas de la isla.

Ayer mismo, a partir de las 12 horas sólo quedaban plazas en el estacionamiento del Tiburón, en Cavall d'en Borràs. El primer aparcamiento en llenarse es el del restaurante Es Ministre, el situado más al norte. Desde las 11 hasta las 18 horas se colocó el cartel de completo, por lo menos durante la última semana.

Pero la situación no varía en el resto de las zonas de parking, tanto en el entorno del restaurante Juan y Andrea, como en los quioscos el Pirata, el Tanga y en el de Es Molí de Sal y así hasta llenarse todos.

Los vigilantes consiguen regular el tránsito no sin aguantar algún que otro desplante y falta de respeto por parte de conductores que ven frustrado su día de playa.

Uno de estos trabajadores, que pidió mantener el anonimato, comentó a este periódico: «Hay gente muy mal educada que te echa la culpa de que no le dejes pasar, te gritan, te faltan al respeto y no entienden que no puedan llegar con su coche hasta la mismísima playa». Añade que pasan personas de todas las nacionalidades, «pero los que se ponen más impertinentes son los italianos y los españoles».

Justo en este momento de la conversación pasa un coche cuyo conductor, francés, pide que le dejen pasar porque va hasta Es Ministre con una persona que tiene problemas para andar, que la deposita y que regresa con el coche para sacarlo de la zona.

El vigilante asiente, le da permiso, y comenta: «Esto lo hacen muchos, lo de decir que van con personas mayores o niños, pero luego no vuelven como dicen».

También señala que muchas personas entienden sin mayores problemas esta situación y se dan la vuelta sin discutir. Cuando el parking está lleno, la opción es ir en transporte público (taxi o bus), andando o en bicicleta.