Bob Dylan nunca estuvo en Formentera. No existe ninguna referencia documental ni escrita ni gráfica de su presencia en la isla. Solo testimonios indirectos de conveniencia, basados en rumores que, bien por desconocimiento o por mero afán de crear mitos, han ido alimentando una leyenda que se extendió en los ochenta y noventa del siglo pasado. En esos años la historia fue tomando presencia en artículos de prensa, revistas y folletos turísticos, dando por buena la presencia del genial músico en la isla. Siempre quedaba bien decir que el ahora recién galardonado con el Premio Nobel de Literatura y el músico más influyente del siglo XX había pasado un par de semanas en la isla, escondiéndose de no se sabe muy bien qué, en el verano de 1967. Era como la confirmación de que Formentera había sido un sitio especial, a finales de los sesenta y setenta para miles de jóvenes, entre los que habría desembarcado el ya reconocido mundialmente Bob Dylan.

El primer dato de esta historia que hace dudar de su veracidad es que estuviera alojado en el faro de la Mola, en mayo de 1967, cuando el molinero ya lo había arrendado a una pareja de origen belga. Ella es la artista Helena Belzer, que ha expuesto hace poco en Formentera y ahora mismo lo está haciendo en una galería de Bruselas. Belzer lo tiene claro: «Con mi marido, alquilamos el molino de la Mola entre 1967 y 1969 y jamás vino ni recibimos a Bob Dylan no sé de dónde se han sacado que estuvo con nosotros», insiste.

La memoria es selectiva y a veces también se dispara hacia la imaginación. Eso es lo que debió ocurrir con la falsa presencia de Bob Dylan en Formentera.

Entre el 1967 y 1969 Formentera se convirtió en el punto de atracción de jóvenes, muchos de ellos norteamericanos que huían de la guerra del Vietnam. Formentera se coló entonces entre los lugares de obligada peregrinación para una generación en busca de paraísos perdidos, filosofía oriental, paz, amor, drogas y libertad sexual. Los primeros en llegar fueron los beatniks, vestidos de negro y con el pelo largo, les siguieron los hippys.

Con la llegada de esta pacífica invasión Formentera se colocó en el mapa mundial. Se había convertido en un refugio, en una especie de ´Arcadia´ feliz, para miles de jóvenes muchos de los cuales, especialmente entre 1968 y 1970 fueron expulsados por la Guardia Civil, por lo que en aquel momento se consideraba un comportamiento «inmoral».

3.000 habitantes

En esos años Formentera tenía unos 3.000 habitantes. En el verano de 1968, un informe oficial de la policía franquista admitía la presencia de unos 700 jóvenes. Al año siguiente la cifra alcanzó los 1.300 hippys. Estos datos se encuentran en un documentado libro firmado por Joan Cerdà y Rosa Rodríguez Branchat, titulado la ´La represión franquista del movimiento hippy en Formentera (1968-1970)´ (Res Publica Edicions,1999).

En mayo de 1966, el delegado del Gobierno en Ibiza y Formentera había recibido instrucciones del gobernador civil de la provincia para que fueran identificados y expulsados. El escrito fechado el 16 de ese mes decía: «Ante la presencia bastante numerosa en estas islas de extranjeros y nacionales de los denominados beatniks (melenudos), llamando la atención del público en general, con aspecto repulsivo, desaseo en sus atuendos, conducta antisocial e irresponsabilidad económica, se hace preciso proceder a su identificación... con el fin de expulsarlos». Y efectivamente dos años más tarde las expulsiones llegaron a Formentera, a pesar de que parte de la población había acogido sin mayores problemas a estos jóvenes que traían dólares frescos para una economía de subsistencia que se abría paso hacia el turismo. Además esta primera ´invasión´ pacífica se mostró amable, respetuosa, interesada por la cultura local para entender mejor dónde se encontraban. Entre ellos llegaron artistas, pintores y músicos, algunos siguen viviendo en la isla pero jamás oyeron hablar entonces ni vieron a Bob Dylan.

El falso Bob Dylan

Uno de ellos es Michel Gerard, músico francés que llegó aquel verano de hace casi 50 años. Antes de desembarcar había hecho sus pinitos como guitarrista de Georges Moustaki, por lo que sabía perfectamente quién era Bob Dylan. Los otros dos músicos, en este caso británicos, son los hermanos Toni y Bruce Gartell, que mantienen vivos desde hace décadas los conciertos de ´Jazz en la plaza´, de Sant Francesc, en verano. Ninguno de los tres, siendo conocedores del panorama musical del momento, vio ni escuchó cantar o tocar la guitarra a Bob Dylan. En cambio sitúan perfectamente a un joven norteamericano, llamado Eric Chefé, que iba de Bob Dylan con el mismo corte de pelo, la misma vestimenta e incluso se había procurado un chaleco como el que solía lucir la estrella del momento. Su aspecto, unido a cierto parecido, hacía que Eric Chefé se hiciera pasar en Formentera por Bob Dylan.

Quizá fuera él que jugó al ajedrez con el exconseller de Trabajo, el formenterense Pío Tur Mayans, que aseguraba haber compartido tablero con Dylan en la Fonda Pepe y seguramente sería el mismo que visitaba la Biblioteca de Bob Baldon, la famosa y desaparecida Casa de los libros primero, y Biblioteca Internacional, después, en Sant Ferran.

Toni Gartell no tiene dudas: «Bob Dylan nunca estuvo aquí, es imposible, lo habríamos localizado rápido y nadie lo vio entonces ni lo vio jamás», afirma.

Su hermano añade: «Había un joven que se llamaba Eric Chefé que iba vestido y se parecía a Bob Dylan, ese es el origen del rumor». Michel Gerard, que sigue la conversación, añade: «No es que hubiera uno que fuera de Bob Dylan, ese Eric era el más conocido, pero había más jóvenes que iban vestidos e imitaban a Bob Dylan, así ligaban más en la Fonda [Pepe]», ríe.

El caso es que la presencia de uno o varios imitadores en esos años seguramente fue el origen de esta leyenda que, con el paso del tiempo, algunos escritores han ido engordando y aderezando para construir una historia de apariencia más o menos verosímil sobre la presencia del músico. Uno de esos escritores es Pedro Martín Matilla, que en más de una ocasión ha defendido en estas páginas esta leyenda.

¿Pero, qué fue de Eric Chefé? Bruce Gartell, que han mantenido una reciente conversación con su hija, explica que se quitó la vida en Los Ángeles. Este falso Bob Dylan, adicto a la heroína, decidió lanzarse desde lo alto de un edificio en 1974. Lo que está claro para estos músicos locales es que «en todas las épocas hay imitadores de famosos y aquí nos tocó un Bob Dylan», apunta Gerard con ironía.

En 1970 el movimiento hippy ya se había instalado en el resto del Estado, aunque de forma tímida. De Cataluña llegó uno de los máximos exponente de la música alternativa que se hacía entonces, Pau Riba. Este artista reconoce que cuando llegó «sonaba que Bob Dylan había estado en es Molí de la Mola, pero siempre lo interpreté como una leyenda y no como una certeza».

En cambio existe constancia, tanto escrita como gráfica con testimonios directos, de la presencia de otros grandes músicos de la escena internacional del momento. Tanto los Gartell como Gerard conocieron a los miembros de Pink Floyd cuando estuvieron en la isla así como al letrista de King Crimson, Peter Sinfield, autor de la pieza de rock sinfónico, ´Formentera Lady´. Toni Gartell también recuerda la presencia de Taj Mahal y del cantautor canadiense James Taylor. Tampoco hay que olvidar a Joel Zoss, que estuvo en Formentera en 1968, compartiendo música y experiencias con Soft Machine, que también se perdieron por aquí, ni al maestro Dexter Gordon que tocó su saxofón en Blue Bar, en la playa de Migjorn. Incluso el músico brasileño Gilberto Gil compuso el tema ´Ladeira da Preguiça´, dedicado a Formentera, durante una visita en 1971. Más tarde, en 1986, las playas de Formentera sirvieron de inspiración a Chris Rea para su famoso ´On the Beach´.

El origen de la leyenda

La primera referencia que encontramos sobre esta leyenda es del escritor y periodista Mariano Planells (colaborador de Diario de Ibiza) que en un artículo publicado en estas páginas en julio de 2011 reconoce: «Yo fui el primero en publicar en letra impresa que Bob Dylan estuvo viviendo unos meses en Formentera (?). En 1982 lo amplié en mi librito ´Tanit y las niñas de purpurina´. Pero siempre he aclarado que el rumor jamás ha sido confirmado, y mira que se lo he preguntado a gente desde Ibiza a Nueva York, desde Formentera a París o Londres». «Nadie me lo ha confirmado. El hecho es que, con el tiempo, se ha consolidado el rumor y se ha marginado mi aclaración».

Posteriormente, el escritor Pedro Martín quiso ahondar en el mito y en la leyenda y fue componiendo una historia para situar a Bob Dylan en Formentera justo después de famoso y mitificado accidente de moto en Woodstock, el 29 de julio de 1966. Desde esa fecha y hasta el 20 de enero de 1968 el músico se esfuma y solo volvió para cantar tres canciones en el Carnegie Hall, en un concierto benéfico en honor del recién fallecido Woody Guthrie, tal y como recoge el periodista Fernando Neira en la edición de El País del pasado 14 de octubre. En cambio, Pedro Martín elige ese periodo de retiro del músico para situarlo erróneamente en la isla.

Entre los autores que no tienen nada clara esta leyenda está el experto musical, profesor de Geografía de la UIB, y editor, Climent Picornell. En una artículo publicado en 2009 se preguntaba: «¿Ya sé que son manías de un freaky viejo como un servidor, pero pasó realmente Bob Dylan por Formentera o es otro de esos bluffs que van pasando de mano en mano? Más adelante continuaba: «Algunas circunstancias han hecho variar mi punto de vista, pero no la convicción de que no permaneció en ningún molino en el verano de 1967». «La historia es como sigue. Bob Dylan, ya rico y muy famoso -ha publicado una de sus obras maestras, el doble long play ´Blonde on Blonde´-, el 29 de julio de 1966 tiene un accidente de moto en una Triumph 500, y no se ha acabado de aclarar si se hace mucho daño o es la excusa para desaparecer una temporada, estresado por la tensión de la fama. Según se desprende de las biografías que he leído, no salió de Estados Unidos - «me había retirado y vivía como un ermitaño», explicó- ni se movió del lugar donde vivía. Se cambió de casa, su hija Anna nació en verano y ensayó con algunos componentes de lo que luego sería The Band, cuenta R. Robberston que registraron las ´cintas del sótano´, preludio del siguiente disco, ´John Wesley Harding´.