Había una vez un grupo de jóvenes de distintas procedencias llegados a Formentera con la idea de recrear esa vida diferente, sostenible y plena que casi todo el mundo ha soñado alguna vez. Compartiendo inquietudes, se unieron en una asociación llamada ´Un mundo mejor es posible´, y decidieron crear un huerto comunitario con el que poner en marcha un «regreso al contacto con la tierra» al tiempo que se podría recuperar zonas de cultivo abandonadas por sus propietarios. Sin olvidar la faceta social del proyecto, que favorecería «experiencias de participación ciudadana novedosas e inclusivas» mientras se promovería «una reflexión e implicación de la ciudadanía hacia la sostenibilidad», según la presidenta de la asociación, Merche Martínez.

Ese sueño empezó a tomar forma cuando un particular formenterés decidió cederles un terreno de 1.700 metros cuadrados en Sant Francesc, en la esquina que une el camino del campo de fútbol con la rotonda del hospital. Esta cesión gratuita por cinco años podría ampliarse con otros 5.000 metros cuadrados que el mismo benefactor pondrá a su disposición el año próximo si el huerto prospera.

Lo primero que hizo la asociación fue reservar una zona de 200 metros cuadrados para la elaboración de compostaje y otros 200 para servir de zona común donde celebrar las reuniones de la veintena de miembros que la forman. Los otros 1.300 metros cuadrados están dedicados al cultivo ecológico, pero también se han dividido para probar dos métodos diferentes para cultivar sin usar fertilizantes ni otros agentes químicos.

Así, 650 metros cuadrados se gestionan siguiendo los principios de la permacultura, «una forma de entender nuestra actitud hacia la vida y cuya finalidad es crear emplazamientos humanos sostenibles en el tiempo», explica Alejandro Garai, un experto en este sistema de diseño agrícola que postula una mínima intervención humana en la naturaleza para conseguir sus frutos utilizando la menor cantidad de recursos. En la práctica significa que esta parcela no se ha desbrozado de la vegetación autóctona que campa a su aire en este solar. Tras un periodo de observación del terreno, se han construido sencillos caminos y unas «camas» donde pronto se cultivarán vegetales, hortalizas y frutales hasta conseguir todo un «vergel», apunta Garai. Por el momento están en periodo de «acolchado», estrategia que consiste en colocar sucesivas capas de cartón, posidonia, hojas, carbón y ramas para crear humus en la zona que se quiere cultivar al mismo tiempo que se retiene la humedad propia de la tierra.

En los otros 650 metros cuadrados se están probando otras técnicas de agricultura ecológica. Aquí sí hubo una mínima intervención mecánica, con el uso de un motocultor para allanar el terreno y un desbrozamiento. En la actualidad, se sigue un proceso de preparación de la tierra que pasa por la captación de bacteria autóctona, la generación de compost mediante el sistema de bokashi para regenerar el suelo degradado, y la cobertura con una lona de la parcela para acelerar el proceso de descomposición. Tras esto, posiblemente durante el mes de septiembre, se plantarán los productos para el consumo.

Los interesados en participar en este proyecto pueden acudir a la asamblea que celebra la asociación el 7 de mayo a las 17,30 horas en el huerto comunitario.