La historia de Can Dani es corta pero muy intensa. Este restaurante es el resultado de la cabezonería de su propietario, Dani Serra, y de su apuesta por cambiar, evolucionar y arriesgar para que Formentera se saliera del modelo convencional en el mundo de la gastronomía. Su reto era sencillo pero a la vez entrañaba un riesgo evidente en un sector exigente en el que Dani y su equipo, encabezado por la chef Ana Jiménez García, tenían ya una reconocida experiencia.

Además de creatividad, ilusión, decisión, inteligencia e innovación, los ocho trabajadores de Can Dani se implicaron como si fueran uno, siendo conscientes de que el éxito solo lo podrían lograr con trabajo y más trabajo, lo que se traduce en muchas horas de cocina, de experimentos y de fallos para lograr el reconocimiento que el pasado miércoles recibió con una estrella en la Guía Michelin, la única de las Pitiusas hasta la fecha, a un proyecto que ha nacido de la nada y ha llegado al Olimpo de la gastronomía.

Dani Serra compaginaba ayer sus labores diarias con las decenas de felicitaciones que recibía, entre ellas las del cocinero Ángel León, del restaurante Aponiente del Puerto de Santa María (Cádiz), y las llamadas de numerosos medios de comunicación que querían conocer el secreto del éxito.

Contento y decidido, Serra contestaba con entrega a cada una de esas llamadas, mientras discurría la conversación con este periódico: «La que hemos liado, estoy en una nube, esto es increíble», comentaba entre llamada y llamada. La clave es el resultado de una idea muy clara y del esfuerzo personal en un momento de su vida, en 2010, en el que le fue diagnosticado de cáncer que felizmente superó transcurrido un año. Fue entonces cuando decidió lanzarse al ruedo. Si había estado luchando contra la muerte por qué no pelear por un proyecto que en principio parecía imposible. Entonces puso en práctica su idea, crear un restaurante abierto todo el año, limitado a 80 clientes en verano y 40 en invierno y que apostara por lo auténtico, por la calidad y por la excelencia, «cocina de raíz» la llama él. Entonces le hizo la pregunta clave a su mujer: «¿Tienes miedo?» y por contestación escuchó: « ¡Miedo, qué miedo! A partir de ese momento y con la ayuda se su amigo Marc Marín, empezó a cocer el proyecto hasta que el 13 de mayo de 2011 abrió Can Dani.

El primer cocinero fue Borja Molins, quien este verano cedió el testigo a la que hasta entonces había sido su ayudante y ahora es la chef, Ana Jiménez García. Cuando Dani le propuso asumir esa responsabilidad Ana se quedó de piedra y le inundó una sensación de responsabilidad que no ha dejado atrás: «En esto lo único que vale es trabajar y tener un equipo compenetrado», afirma. Esta chef es una autodidacta inteligente que ha evolucionado hasta la excelencia. El resto, añade con humildad, es el resultado del trabajo de un equipo de cuatro personas, Riki Peñas, Jorge Luis Rojas y Mona Dueñas, que ahora son el centro de la gastronomía de las Pitiusas.