Federico García Lorca les dijo a unos niños que jugaban divertidos: «¡Qué Chorpatélicos sois!» Más de un siglo después, los Titiriteros de Binéfar (Aragón), una compañía de teatro que lleva más de 30 años llenando de humor y alegría las calles, plazas, teatros y carpas de España, se sirven de esta divertida frase para acercar la poesía a los más pequeños de la isla como parte del festival Barruguet, que se celebra en Santa Eulària.

Sin embargo, la primera parada de estos alocados titiriteros fue ayer en el Hospital Can Misses, donde los niños ingresados en el unidad de pediatría -y sus familiares - recibieron la visita de Rojillo y Azula, dos entrañables personajes enamorados de la poesía y de las canciones populares, que comenzaron la función a las 17 horas y consiguieron que niños y mayores se desternillaran de risa con su ingenioso espectáculo.

Con un despliegue de medios digno de mención, los dos teatreros de Aragón mantuvieron la atención de los más pequeños durante algo más de 50 minutos, en los que, sirviéndose de instrumentos musicales e infinidad de juegos, inventos y trucos, fueron desgranando uno a uno algunos de los poemas más conocidos de Federico García Lorca, León Felipe, Rafael Alberti, Nicolás Guillén, Gerardo Diego, Gómez de La Serna, Gloria Fuertes, los Hermanos Rincón, Walsh y Vainica Doble.

Poesía para niños

Poesía para niños«Sola, en su jaula mínima, la pajarita de papel...», brotaban los versos de Nicolás Guillén de la boca de Azula, mientras Rojillo mostraba a los niños una versión real del joven animal enjaulado. «Pobrecita», exclamaba el joven público.

«Me llamo Ramón Gómez de la Serna, pero llamadme solo Ramón, si hasta tengo la cara redonda como la O, jo jo jo jo. Bienvenidos a mi circo, el circo Greguerías», decía la joven Azula al compás de una pandereta mientras de su maleta de atrezzo salían animales por doquier y un torpe elefante trataba de hacer equilibrismo sirviéndose solo de la trompa. «¡Vendo nubes de colores, las redondas, coloradas,para endulzar los calores! Vendo la nube, la llama y el canto del pregonero. Gafas de colores, a dos reales. Abanicos a dos duros y caretas a dos pesetas», citaban los personajes a un modificado Rafael Alberti que, cargado de artilugios de pega, simulaba un comerciante de cualquier bazar que se precie.

Además de poesía, los refranes hicieron su aparición a golpe de canción, haciendo énfasis en algunos como «haz el bien y no mires a quien», que los más pequeños coreaban a voz en grito, una y otra vez, al compás de palmas y golpes de tambor. «¿Os ha gustado la función?», preguntaban las madres al terminar el espectáculo. «Sí, respondieron los niños. «Pero...¿de qué iba la obra?», incidieron. «No lo sé, están los dos un poco locos», aseguró Marina, de 7 años.

Y es que, a pesar de no saber muy bien el contenido de la obra, lo que sí es seguro es que los pequeños espectadores disfrutaron de una sesión de risas, música y mucha locura, aprendiendo, aunque sin saber, algunos de los textos más ilustres de nuestra poesía, entre, cómo no, cocodrilos, leones, comerciantes de mercado, equilibristas y niños robot, como ese que «se fue caminando con paso marcial, derecho a la escuela, alegre y formal».