Entre la historia y la leyenda se debate el motivo por el que Sant Antoni celebra la onomástica de su santo, el 17 de enero, y rinde también homenaje a Sant Bartomeu.

Según la leyenda, un 24 de agosto unos marineros que estuvieron a punto de naufragar llegaron a Sant Antoni de Portmany. Durante la tormenta en alta mar, juraron que si se salvaban harían una fiesta en el primer lugar al que llegaran. Y así lo hicieron. Cuando arribaron organizaron una fiesta, que en aquel tiempo quería decir pagar una misa. La misa fue en honor a Santa Agnès, por quien los portmanyins sentían una especial devoción. Esta es la leyenda que se narra sobre los inicios de estas fiestas de Sant Bartomeu, cuya historia no se entiende sin referirse a otra santa, en este caso Santa Agnès, a la que le rendían homenaje.

Así lo refleja también la versión histórica contada por Francesc Torres Peters, actual párroco de Sant Antoni. Según detalla, hasta muy entrado el siglo XX, en el día de Sant Bartomeu se celebraba en Sant Antoni una misa y una fiesta en honor a Santa Agnès. Esto ocurría porque desde el siglo XVIII, la cofradía de Santa Agnès organizaba en la cueva de este núcleo dos fiestas: una en honor a la santa, el 21 de enero, y otra por Sant Bartomeu.

Sin embargo, debido a la construcción de la antigua ermita en honor a la santa, que se ubicaba en la carretera de Santa Agnès, se quedaron sin recursos económicos para hacer dos fiestas el año y las unificaron en el día de Sant Bartomeu. Cuando esta capilla cayó en desuso, el retablo y la imagen de la santa se trasladaron a la iglesia de Sant Antoni, donde se siguió celebrando a Santa Agnès el día de Sant Bartomeu.

Así ocurrió hasta 1940. Aquel año, el padre Bartomeu Ribas, cura de Sant Antoni, decidió que se celebrara únicamente a Sant Bartomeu.