Los cerca de doscientos kilos de uva que aportaron varios vecinos para la fonyada de raïm que se llevó a cabo el pasado lunes en Jesús se han convertido ya en 96 litros de vino que estará listo para beber, según los cálculos de Juan Jesús Planells, «para las matanzas de diciembre». Él y otros dos componentes de la comisión de fiestas, el presidente, Vicente Juan, y su hermana, Maribel, se ocuparon ayer de la trascolada del vi. Contaron para ello con la inestimable ayuda de unos cuantos jovencitos voluntarios, entre los seis y los onces años, que tuvieron durante una hora y media la oportunidad de iniciarse en las artes de la elaboración artesanal de vino. Le pusieron muchas ganas e interés, como Pablo, de siete años, que se acercó con su familia a la plaza de la iglesia de Jesús entusiasmado con la idea de poder hacer vino. «Hemos venido a curiosear, nunca antes habíamos visto cómo se hace el trasiego», explicaba su madre, Amparo Esteve. Como ellos, algunas familias más se acercaron a mirar cómo pasaban el vino desde una enorme cuba, con capacidad para una tonelada de uvas, a garrafas de cristal, de 16 litros cada una.

«Lo que sale del grifo del cubell ya no es mosto, porque ha hecho ya su primera fermentación en estos seis días», explicaba Maribel mientras, con una jarra de barro en la mano, echaba el vino en una garrafa a través de un embudo sobre el que había colocado una malla para filtrar los posos.

A diferencia de otras ediciones, este año los organizadores de la fonyada de raïm han removido todos los días s el zumo de la uva que estaba en la cuba para facilitar una fermentación homogénea.

Segunda fermentación

Tras el trasiego, durante un mes aproximadamente los recipientes que ahora contienen el caldo estarán tapados únicamente por un ramillete de frígola «para que el vino respire y evitar los bichos». En ese tiempo, el caldo, detalló Juan Jesús, «pasará por su segunda fermentación». «Cuando deje de hacer ruido, lo que significa que ya habrá finalizado la fermentación, colocaremos tapones de corcho y dejaremos que el vino vaya madurando y cogiendo cuerpo», comentó.

Mientras unos trabajaban en la trascoladaotros curioseaban mirando en el interior de la cuba, donde a primera vista sólo se veían las pepitas y el hollejo. Prensando «el pellejo de la fruta» se podría hacer vinagre y también orujo y es que, como dijo ayer Juan Jesús, «de la uva se aprovecha todo, como pasa con el cerdo».

Un color prometedor

«Con tan buen color este vino tiene que salir buenísimo», aseguraba el obrero mayor de la parroquia de Jesús, Vicent Torres, que cada año se acerca a catar el caldo elaborado por la comisión de fiestas de Jesús.

La fonyada de raïm y la trascolada del vino es una tradición que lleva instaurada en el programa de fiestas de Jesús desde hace nueve años. La iniciativa en principio se planteó para atraer público mayor y finalmente ha acabado siendo un éxito entre los más pequeños. Ayer no fue una excepción. Fueron los niños los que echaron una mano en el trasiego, mientras los padres se interesaban en el proceso de elaboración del vino y de paso cataban tanto la cosecha del año pasado como la de éste.

El vino de 2017 le gustó mucho a Carlos Bustamante, argentino residente en Puig d'en Valls, que se acercó a propósito hasta Jesús para presenciar el trasiego junto con su mujer, Lidia Romanutti y su sobrina Marina Romanutti. «Es dulzón y afrutado», comentó. «Fuerte» y «agrio» fueron los adjetivos que emplearon los asistentes para calificar el de 2018, que todavía está «a medio hacer».

Algunos llegaron a la trascolada por casualidad. Fue el caso de los ingleses Kathryn y Mark Winters, de vacaciones en la isla, que realmente se habían desplazado hasta allí con la intención de visitar la iglesia de Jesús. «Queremos que el párroco nos bendiga nuestros anillos de boda», explicó Kathryn, que no dudó ni un segundo en probar del porrón el auténtico vi pagès. Desconocedora de la técnica, bebió a morro del recipiente de cristal, hasta que Maribel le mostró cómo hacerlo de la forma adecuada, sin derramar una gota.