Favorecida por la tradicional climatología primaveral de estas fechas, la fiesta de Anar a Maig de Santa Eulària volvió a confirmarse ayer como la segunda celebración popular más importante de la isla, solo por detrás de la feria medieval de Dalt Vila.

El primer domingo de mayo de Santa Eulària mantiene intacta la esencia festiva de la Ibiza tradicional, demostrando una lealtad imperecedera a las raíces propias y logrando el milagro de conservar la identidad de un pueblo enmedio del vendaval de los nuevos tiempos.

El hecho de que, año a año, el programa festivo de esta jornada parezca calcado de uno a otro, con idénticos actos en la jornada principal, no solo no desluce la tradición de Anar a Maig, sino que logra atraer a un número cada vez mayor de visitantes llegados desde toda la isla, conviertiendo al pueblo en un hervidero de gente exactamente igual que hace cien años.

Sin embargo, en la edición de ayer sí había notables novedades, empezando por el estreno del nuevo Passeig de s´Alamera, peatonizado y totalmente remodelado para dar mayor protagonismo a los peatones y quitárselo al tráfico rodado. Aunque no era el mejor día para disfrutar de esta nueva infraestructura por estar atestada de gente y ocupada por expositores y concesionarios de coches, tractores, segadoras y otros vehículos comerciales, los comentarios eran unánimes: «Lo que Vila lleva veinte años intentando hacer con Vara de Rey estos lo han conseguido en dos días», vociferaba un asistente mientras elogiaba el nuevo aspecto del paseo.

Pero también era posible visitar otra instalación recién inaugurada: el Museu Barrau, ubicado en el mismo paseo, en la sede del casi centenario Sindicato Agrícola, que reúne la obra de este pintor, centrada en escenas cotidianas de Ibiza.

¿Cuál es el secreto de la fidelidad popular a unas fiestas que, pese a algunas innovaciones esporádicas, mantienen el mismo esquema todos los años? Tal vez se encuentre en la desbordante variedad y cantidad de actos que inundan el pueblo y sus alrededores, y que sorprenden al visitante al doblar cada esquina. Una concentración de cans eivissencs, una exhibición de automóviles antiguos y otra de motos clásicas, una feria de puestos artesanales, una exposición sobre libros escolares antiguos, además de la ya citada de Barrau, la feria náutica de barcos de ocasión en el puerto deportivo, la muestra de flores y plantas en el Teatro España, exhibición de ball pagès en la calle, desfile de carruajes típicos, actuaciones musicales, atracciones para niños, feria de automoción y maquinaria agrícola... Todo al mismo tiempo.

Una de las sorpresas más gratas fue precisamente la exposición ´Llibres d´aquells anys d´escola´, que reúne un gran número de libros de texto utilizados habitualmente en los colegios ibiencos entre los años 1900 y 1960, aunque también se pueden contemplar otros elementos propios de aquellas aulas de atmósfera ya rancia que nos transportan a un pasado nostálgico. De las paredes cuelgan carteles de la ´Colección de cuadros morales´, uno de ellos con el lema ´El alcohol, he aquí al enemigo´. La muestra, dirigida por la profesora Marisol Ferrer Ferrer, puede visitarse hasta el día 11 en la sala de exposición de la calle Sant Jaume.

Las motos y automóviles históricos son otra de las señas de identidad imprescindibles en el primer domingo de mayo santaeulariense. Decenas (casi un centenar) de motocicletas inundaban la calle Isidor Macabich. Todas parecían salidas de fábrica ayer mismo, pero algunas tenían casi un siglo de antigüedad, longevidad alcanzada gracias a la esmerada restauración a la que han sido sometidas por sus propietarios. Modelos como Ariel, Terrot, Sadrian, Colomet, Lube o Harley Davidson, así como las españolas Ossa, Bultaco o Montesa brillaban impolutas al sol rodeadas de curiosos ataviados de fiesta, aunque con desigual elegancia.

Más espectaculares aún eran los coches de época que ocupaban la plaza del Cañón, a solo unos metros de allí. Un espectacular Ford Mustang de color rojo y un todavía más impresionante Cadillac Eldorado (con bandera norteamericana en el asiento trasero y senyera en el retrovisor) eran alguna de las joyas que luego desfilaron por las calles, así como un Citroën Torpedo de 1923 o un impresionante Excalibur plateado de la misma época.

Pero Maig no será Maig sin su tradicional exposición de flores y plantas, que este año quedó instalada en el Teatro España, convertido por un día en templo de exhuberante fragancia vegetal por cuyo interior los visitantes paseaban entre hortensias, petunias, gladiolos, cintas de novia, rosas, ibiscos, cactus o bonsais.

El desfile de carros por la calle principal, una de las tradiciones más antiguas de esas fiestas, mantuvo su lealtad con el público y demostró que también los auténticos carros de barana (los que se usaban para el transporte de personas) perviven hoy gracias al entusiasmo de personas que los conservan en buen estado. Casi una veintena de ellos pudieron contemplarse en el desfile de ayer, donde también un gran número de corceles cabalgados por jinetes y amazonas del municipio completaron la vistosa comitiva equina, que recibió la calurosa ovación del público presente.

Tras un largo fin de semana de fiesta que ha abarrotado el pueblo tanto de día como de noche, solo a partir de hoy Santa Eulària recobrará su normalidad cotidiana, hasta el próximo año.