Durante muchos años la selección española buscó construir una identidad, una filosofía, un estilo de juego, sin éxito. Generación tras generación, seleccionador tras seleccionador, la Roja deambulaba por las fases finales de los torneos sin saber muy bien a qué jugar y acumulando fracasos. Pero todo cambió desde la llegada de Luis Aragonés, aunque los éxitos tardaron en hacerse visibles.

El trotamundos de los banquillos del fútbol español apostó por una idea y fue con ella hasta su último día como técnico. Pese a la temprana eliminación en el Mundial de 2006, y los problemas en el inicio de la clasificación para la Eurocopa de 2008, Aragonés creyó firmemente en dar las riendas de la Roja al centro del campo formado por jugadores como Xavi, Iniesta, Silva y Cesc, escudados por Senna. Arriba, Villa y Torres ponían el gol y la electricidad. Casillas ya era ‘Santo’, y Ramos y Puyol lideraban la defensa.

La fase de grupos de España fue impecable y avanzó a las eliminatorias con pleno de victorias ante Rusia, Suecia y la vigente campeona, Grecia, que se convirtió en el peor defensor de título de todas las ediciones. En cuartos de final esperaba Italia, ganadora del último Mundial, y allí la Roja logró romper una barrera que durante muchos años pareció insalvable.

Tras un partido memorable, en cuanto a las ocasiones y al semblante de ambos conjuntos más allá del juego que llevaron a cabo, el pase a semifinales se debía decidir desde el punto de penalti. Ese punto fatídico que eliminó a España en la Eurocopa de 1996 ante Inglaterra en cuartos, en la misma ronda que quedaron fuera en el Mundial de 2002, o desde donde Raúl envió a las nubes las posibilidades de la Selección en la Euro 2000 al fallar su penalti ante Francia.

Pero algo había cambiado en el conjunto español, y estaban dispuestos a demostrarlo. Casillas apareció para desviar los lanzamientos de De Rossi y Di Natale, y Fàbregas envió al fondo de la red el penalti decisivo que metió a España en semifinales. Allí se reencontraron con Rusia y un recital inolvidable en la segunda parte se transformó en tres goles que dieron el pase a la final.

Alemania esperaba en el Ernst Happel. Y así se pasó todo el partido, esperando a que España perdiera el balón. Los teutones se mostraron incapaces a lo largo del encuentro de contrarrestar el dominio español. En el minuto 33 llegó la interminable carrera al espacio de Torres, después del pase de Xavi, para ganar la posición a Lahm y picarla sobre la salida de Lehmann para dar la segunda Eurocopa a la Selección.