Si tu hijo es tímido, probablemente te hayas visto en esta situación: estáis en el parque y tu hijo está jugando solo en los columpios. A unos metros de distancia, hay un grupito de niños y niñas haciendo verdaderas maravillas arquitectónicas con la arena, equipados con sus mejores cubos y palas. Entonces le dices a tu hijo: “Cariño, ¿por qué no te acercas a jugar con ellos?”. La reacción del peque es inmediata: su carita se vuelve roja como un tomate y solo es capaz de espetar: “No, prefiero jugar solo”. Ante esta negativa, le insistes: “Pero si no cuesta nada, pregúntales si puedes jugar con ellos. Venga, te acompaño”.

Entonces, ¿qué podemos hacer para ayudarle a superar su timidez?

1. Legitimar sus emociones y acompañarle desde la empatía

Como nos propone Raquel de Diego, creadora de Concilia Fam, debemos “empatizar con ambos: con nuestro hijo y con su vergüenza. Y, por supuesto, no forzar”. Además, Raquel añade: “¿Qué te ocurre cuando alguien te fuerza a hacer algo en lo que no te sientes preparado o preparada, o simplemente no te apetece? Seguramente te cierres en banda, y se consiga el efecto contrario: aparecerá tu rebeldía y una actitud de rechazo, ¿te suena? En estas situaciones y de forma muy clara, el cerebro recibe las señales de alerta, tratará de defenderte de algo que no es agradable para ti y surgirá la evitación y el rechazo”.

El psicólogo Rafa Guerrero nos contaba en esta ponencia una situación similar: “A una niña que le dice la profesora: venga, María, por favor, léenos la pregunta. Entonces, María empieza a ponerse colorada y lo único que quiere es salir de ahí. Y le decimos: venga, María, que no te dé vergüenza, si son tus compañeros de los últimos dos años. En este caso, estamos racionalizando emociones, y si la niña siente vergüenza, hay que aceptar esa vergüenza y hay que respetarla. Cuando alguien considera, de manera inconsciente, que no es capaz de hacer una tarea, lo pasa mal y siente vergüenza, no se siente capaz. Entonces, lo primero que hay que hacer es conectar para que, a través de la conexión y de legitimar su emoción, seamos capaces de ayudarle a reconducir”.

2. Cuida tu lenguaje

Como nos aconseja Amaya de Miguel, mentora de familias y creadora de Relájate y Educa, debemos intentar dejar de llamarle tímida o tímido, “porque cada vez que lo haces, le estás poniendo una etiqueta con la que se va a identificar, y estas conductas de timidez se van a incorporar a la imagen que tiene de sí mismo. Cuanto más se lo digas, más timidez va a mostrar. En su lugar puedes decir: “Veo que esta situación es muy difícil para ti”.

La diferencia entre un mensaje y otro es que “cuando dices ‘esta situación’ estás indicando que es algo concreto y pasajero, y además se puede superar porque no es una condición permanente de tu hija o de tu hijo, sino un obstáculo en la vida. En cambio, cuando le llamas tímido estás asumiendo que esa es su manera de ser, y por tanto es difícil cambiarlo”, aclara Amaya.

3. Cuéntale un cuento o haz un teatro con muñecos

Amaya de Miguel nos recomienda que le contemos un cuento de un animal (un oso, un conejo, un ratón de campo, una mariquita…) que vive situaciones similares a las que vive él. Por ejemplo: “El osezno está brincando en el bosque cuando ve, a lo lejos, un grupo de osos chapoteando en el río. ¡Se lo están pasando genial! Pero nuestro osezno no se atreve a acercarse a ellos y los mira desde la distancia”.

El osezno puede contar con un aliado: un pequeño colibrí que le acompaña hasta la orilla del río.“¡Has logrado acercarte hasta la orilla!”, le dice el colibrí. “Estás ganando a tus vergüenzas, lo estás haciendo muy bien”. Finalmente, el osezno consigue sumarse al grupo de osos del río, y disfruta mucho.

Amaya nos recomienda contarle este cuento todos los días, pero con algunas variaciones: hoy el osezno quiere jugar con los del río; mañana quiere compartir un poco de miel con unos conejos; al día siguiente se va a explorar una montaña y ocurre otra aventura.

Otra opción que nos recomienda Amaya de Miguel es “reproducir en casa la situación complicada, pero con muñecos, como si estuvieras haciendo un teatro. Tú manejarás los muñecos, que vivirán la misma situación que ha vivido tu hija o tu hijo y en la que no se ha atrevido a hacer algo. A continuación, repite la escena pero esta vez los muñecos la resolverán de manera positiva. Ver en los muñecos su propia conducta le va a ayudar a desprenderse de ella. A la vez, ver la conducta positiva es un entrenamiento que le está dando herramientas que podrá utilizar cuando se encuentre en esa situación de nuevo”.

4. Reproducid la situación

Amaya de Miguel también nos aconseja practicar en casa la situación en positivo. “Podéis jugar a que tú eres el niño con el que quiere jugar, y tu hijo te tiene que pedir jugar contigo. O es posible que tu hijo prefiera hacerlo al revés: ser él quien está jugando, y que tú hagas el papel de tu hijo pidiéndole jugar. A lo mejor tu hijo necesita sentir el poder de decirte que sí puedes jugar con él (¡o que no puedes!)”.

5. Preséntaselo como un reto

Por último, Amaya nos propone que cada una de estas situaciones difíciles la vivamos como un reto, y siempre desde el juego. “Antes de ir al parque puedes decir a tu hijo: ¡Hoy tenemos un plan! Decir hola a un niño a quien no conozcamos, y decírselo con la voz alta y clara. ¡Vamos a conseguirlo! También puedes incorporar otros retos a vuestra vida cotidiana como intentar que sea ella quien pida el pan en la panadería, o saludar a un vecino, ¡o incluso decir adiós a un desconocido por la calle!”.

En definitiva, si queremos que nuestros hijos e hijas pierdan la timidez, recordemos que es imprescindible la empatía, el lenguaje, la comunicación y, sin duda, utilizar el juego como herramienta. Y como nos recuerda Amaya de Miguel: “Nada de etiquetas, nada de presión, y tú, por favor, no te frustres cuando veas que no se atreve. Porque tu frustración, en la cabecita de tu niño, se traduce como “no soy suficientemente bueno para mis padres. Y ese pensamiento va a tener el efecto contrario al que deseas: su autoestima se debilitará y se sentirá cada vez más incapaz de hacer lo que esperas de él”. El cambio no va a ser inmediato, pero poco a poco tu hijo irá incorporando el mensaje que le estás lanzando con estas historias a través del juego y la imaginación.