En estos días de reflexión, llega a mis manos un curioso artículo de la SEMFyC (Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria) bajo el título ‘Hacia el fin de la excepcionalidad’, de lectura más que recomendada. Documento que, a grandes rasgos, viene a señalar lo que, en mi humilde opinión, es de lógica aplastante: hay que acabar con la excepcionalidad que se le está otorgando a la inoportuna covid-19. Y es que… parece que no existe otra cosa en este mundo, seguimos en “modo pandemia”, y nos hemos quedado congelados en el tiempo, incapaces de pasar página. ¿Tan difícil es entender que hay que convivir con esto, que hay que tratar a este pernicioso virus como al resto de las enfermedades? Porque, seamos francos, ni la sociedad, ni nuestro magnífico sistema de salud pueden permitirse el lujo de seguir testeando a personas asintomáticas o con síntomas leves y aislando a todos los positivos… las consecuencias sociales y económicas son inasumibles. ¿Nos imaginamos haciendo esto mismo con la gripe? Cuanto antes entendamos que el virus no va a desaparecer, antes despertaremos de este mal sueño. Sigamos utilizando las herramientas que nos da la ciencia y el sentido común para hacer que este viacrucis dure lo menos posible.

Los gobiernos no pueden, ni deben, seguir traspasando a los ciudadanos sus responsabilidades, lavándose las manos como Poncio Pilato

La SEMFyC tiene más razón que un santo cuando dice que algunos gobiernos y medios de “información” siguen utilizando el miedo como estrategia de comunicación, creando confusión. Se habla de cifras récord de contagios sin indicar que la mitad son asintomáticos, cuando lo que realmente se debería contabilizar es el número de muertes e ingresos hospitalarios por covid, especificando cuántos de estos estaban o no vacunados. A ese miedo que se está instaurando, hay que sumarle la mala conciencia y culpabilización por el incremento de contagios, infantilizando a la población adulta (nos hemos portado mal, nos hemos relajado, somos malos malísimos…), cuando en ello intervienen infinidad de factores que se escapan a nuestro control. Señores políticos y gobernantes, no nos tomen por tontos, la dinámica de una pandemia es mucho más compleja, nosotros no somos culpables de nada. Es que… ¿es asumible que se le prohíba a un ser vivo el respirar si quiere continuar vivo?, pues lo mismo pasa con el ser humano, es social por naturaleza y no se le puede prohibir que lo sea. Los gobiernos no pueden, ni deben, seguir traspasando a los ciudadanos sus responsabilidades, lavándose las manos como Poncio Pilato. Es preciso que concentren todos sus esfuerzos y energías en la protección de aquellas personas que son más vulnerables, en vez de tratar de frenar, sin éxito, lo imparable, la circulación del virus a nivel poblacional (cosa que, paradójicamente, mejora nuestra inmunidad). Sigamos luchando con esperanza y constancia. Sigamos haciéndole frente al bicho con la vacunación de las personas de riesgo, protegiendo a los más vulnerables. Porque el resto de los mortales, los no vulnerables, debemos seguir con nuestras vidas, ganándonos el pan con el sudor de nuestra frente, conviviendo con lo que nos ha tocado vivir, adaptándonos, luchando día tras día y levantando este país… si nos dejan.  

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A todo esto, la película sigue rodando… y la pandemia vuelve a poner al turismo contra las cuerdas, mientras el sector ve peligrar sus esperanzas de recuperación con la aparición de la nueva variante ómicron (y las que se sucedan, porque la cosa promete). Y tras la renuncia al formato presencial de la Feria ITB de Berlín, Fitur se mantiene en pie, impasible, aguantando carros y carretas, intentando enviar, si la dejan, un mensaje de optimismo y esperanza al mundo. Esta situación recuerda, una vez más, al día de la marmota o a un “déjà vu turístico”, como algunos han querido llamarlo. Y es que…, si no nos ha quedado la secuela amnésica del virus, esto, ya lo hemos vivido. Lo tenemos grabado a fuego en nuestra frágil memoria… mientras parece ser que algunos se empeñan en hacernos creer que todo el esfuerzo que hemos hecho… ha sido en vano y que seguimos en la misma casilla de salida de este confuso tablero de ajedrez.

El miedo siempre está dispuesto a ver las cosas peor de lo que son” (Tito Livio).