La marca es el signo que permite distinguir en el mercado los productos o servicios de una empresa. De esa manera, su función es diferenciar nuestros productos o servicios de otros idénticos o similares, así como identificar su origen empresarial y, hasta cierto punto, ser un indicador de calidad y un medio de promoción de ventas.

Las marcas pueden ser palabras o combinaciones de palabras, imágenes, figuras, símbolos, gráficos, letras, cifras o incluso formas tridimensionales (envoltorios, envases, formas del producto o su representación), entre otros elementos (patrones, colores, sonidos o hasta hologramas).

Su uso y protección en España está regulado por la Ley 17/2001, de 7 de diciembre, de Marcas. De esa forma, quien registra una marca obtiene el derecho exclusivo a la utilización de un signo para la identificación de un producto o un servicio en el mercado. Apple, Cocacola, Wallapop, Glovo, El Corte Inglés y tantas otras denominaciones y gráficos son marcas.

La duración de la protección de un registro de marcas es de 10 años a partir de la fecha del depósito de la solicitud y pueden ser renovados indefinidamente. Para mantenerla en vigor simplemente debe abonarse la tasa correspondiente, al igual que al hacer la solicitud.

Se puede registrar una marca a nivel nacional, en la Oficina Española de Patentes y Marcas (OEPM), o a nivel europeo en la Oficina de Propiedad Intelectual de la Unión Europea (EUIPO). Sin olvidar la posibilidad del registro internacional.

Ahora bien, ¿por qué debería hacerlo? Ahí van 4 situaciones reales que pueden cambiar mucho con o sin registro de marca:

1.- Inicio un nuevo negocio, con un gran componente de venta online, e invierto dinero en la creación de la web y su publicidad. A los 6 meses, cuando se comienza a generar tráfico y el negocio comienza a rodar, recibo una denuncia por infracción de marca de tercero. Resulta que mi nombre es muy parecido al de otra empresas similar, lo que está generando confusión en el consumidor. El tercero tiene la marca registrada pero yo no. Por tanto, seguramente deberé cambiar de nombre y todo lo invertido se va a la papelera.

2.- Lanzo un nuevo proyecto, invierto tiempo y esfuerzo y comienza a ir bien. Pasan los años y no decido proteger la marca, ya que no quiero gastar más. Años después, surge en la competencia alguien con nombre similar. Tiene problemas para posicionarse online ya que los buscadores no siempre saben diferenciar entre un caso y otro. El negocio de la competencia decide registrar su marca y una vez que lo consigue me denuncia a mí por infracción de su marca y generar confusión en el mercado. Al no haber registrado la marca cuando tuve la oportunidad, se crea una ocasión para que el tercero aproveche mi reputación e incluso me obligue a un cambio de nombre si no puedo demostrar notoriedad en el mercado.

3.- Abro un negocio con visión de largo plazo. Progresa bien y a buen ritmo, pero nunca llego a proteger la marca por falta de tiempo. Pasan los años, e incluso las décadas, y me decido finalmente a registrarla. Al hacer la búsqueda previa, descubro que alguien en otro país de la Unión Europea ha registrado esa misma marca y para el mismo tipo de servicio que yo presto. Por tanto, no puedo intentar el registro si no quiero que salte la liebre, se oponga al registro y me obligue a cambiar mi marca de décadas. Además, me quedo con la incertidumbre de si ese tercero acabará llegando algún día a mi país para prestar el mismo servicio que yo, con el mismo nombre y con la marca protegida.

4.- Creo mi negocio y con el paso de los años gana mucha reputación y buen nombre. Nunca registro la marca ya que no lo veo como un gasto necesario. La competencia quiere ganar terreno en el mercado y comienza a registrar dominios web muy similares a mi nombre, pero que dirigen a su web (para confundir al usuario y ganar tráfico a mi costa). Cuando lo descubro quiero emprender acciones legales, pero al no disponer del registro de la marca, debo recurrir a acciones legales mucho más lentas y costosas, ampliando el daño causado en mi reputación.

Eso son solo 4 de otros muchos ejemplos que podría citar donde no tener la marca registrada de nuestro negocio, producto o servicio, obliga a relanzarlo con otro nombre (perdiendo dinero), condiciona la viabilidad de un negocio ya establecido, genera un alto grado de incertidumbre por lo que pueda hacer un tercero en otro país o retrasa mi reacción legal frente a acciones anti competitivas de la competencia.

Por esa razón cuando lanzamos un negocio, o el mismo está mínimamente asentado, merece la pena intentar registrar nuestra marca o al menos comprobar si la denominación, gráfico o palabra que vamos a usar, puede chocar con otra ya existente.

Y es que una consulta a tiempo puede evitar muchos dolores de cabeza en el futuro.