En un mundo cambiante y lleno de incertidumbre la tensión geopolítica y económica se incrementa día a día. Con el liderazgo de los Estados Unidos amenazado por el bloque asiático y determinados países satélites, Europa se encuentra frente al dilema entre mantener su actual dependencia productiva exterior o apostar definitivamente por un cambio de modelo socioeconómico que le permita incrementar su autarquía y sostenibilidad a largo plazo.

En los últimos meses los europeos estamos entendiendo – a la fuerza – que nuestra dependencia energética de los países productores de combustibles fósiles amenaza directamente, no sólo a nuestro ecosistema, si no también y, sobremanera, a nuestra competitividad económica y, por extensión, a nuestro sistema democrático, para finalmente socavar el sistema social y del bienestar del que nos mostramos tan satisfechos y orgullosos. Así es, muchos de nuestros derechos y libertades, históricamente reconocidos, pueden convertirse en quimera para la próxima generación.

En una economía globalizada los conflictos de intereses y la interdependencia entre Estados o Regiones se manifiestan, cada vez más, con mayor contundencia y crudeza. Esta escalada de tensión encuentra su origen en la competición de todos los países por garantizarse los recursos naturales o primarios que le permitan alargar, en el tiempo, su actual modelo de producción y consumo. Probablemente, esta guerra soterrada la perdamos todos los ciudadanos del mundo y es que, de mantenerse el actual nivel de consumo global, en breve, serán necesarios diez planetas Tierra para poder seguir aprovisionando a los productores y consumidores globales.

Frente a esta innegable problemática social y ambiental, la Comisión Europea ha tomado la única vía posible para tratar de garantizar a sus ciudadanos un porvenir mínimamente digno dentro de un marco de solidaridad y bienestar. El Programa denominado Pacto Verde Europeo proyecta un continente capaz de autogestionar sus necesidades más elementales, sin mantener su insoportable dependencia exterior, tanto en materia de energía como en la producción de productos de primera necesidad.

El nuevo modelo se proyecta y sustenta sobre unos pocos, pero a su vez grandes pilares: la soberanía energética a través de fuentes de generación renovable, la electrificación de la economía comunitaria, la producción de bienes y servicios con neutralidad de emisiones contaminantes y el impulso de la economía circular y la digitalización.

Los ciudadanos europeos nos enfrentamos al reto de una guerra comercial internacional desatada, sin reglas ni límites. Nuestro muro de contención ante esta devastadora contingencia son los fondos Next Generation, bautizados así porque sus efectos deben desplegarse para garantizar los mínimos necesarios para que, los que hoy son jóvenes europeos, puedan vivir con la misma dignidad, derechos, y libertades que sus padres.

Confiemos que los escasos recursos de los que disponemos se apliquen certeramente en los cuatro sectores prefijados, cualquier desviación o error en su asignación puede suponer una devastadora catástrofe para nuestros hijos.

“Adaptarse o morir” espetó Darwin…”esa es la cuestión” le respondió Hamlet.