Ya nos decía el economista Paul Samuelson que el debate ideológico de las diferentes escuelas económicas está mucho más presente de lo que nos parece en la mayoría de políticas económicas de los gobiernos y las medidas actuales para combatir las dificultades económicas por la Covid-19, son una clara muestra de ello. Esos debates, que a primera vista nos pueden parecer lejanos y del mundo académico, tienen un gran impacto en el devenir económico de los países y por ello me parece útil abordar este tema en los próximos dos artículos.

En este primer artículo, para entender el contexto de fondo, veremos a continuación las principales características de las tres escuelas económicas más seguidas para poder armarnos con conceptos básicos para analizar su aplicación y vigencia en lo que llevamos de siglo XXI y que abordaremos en el próximo artículo.

Escuela Keynesiana. Con su obra “La Teoría General del Empleo, el Interés y el Dinero” (1936) el economista ingles del grupo de Bloomsbury (otros conocidos miembros de este grupo eran Virgina Woolf o Gerald Brenan) John Maynard Keynes rompió con las ideas de los economistas clásicos como Adam Smith. Este último, autor del libro “La Riqueza de las Naciones” (1776) popularizó la famosa frase “la mano invisible de los mercados”, dando a entender que los mercados se autorregulaban sin injerencias externas.

En un ciclo económico estándar los clásicos explicaban que la subida del PIB en fase de expansión económica generaba mayor empleo y mayor consumo privado que a su vez generaba mayor actividad económica y crecimiento, donde la tasa de desempleo cada vez menor presionaba al alza los salarios hasta que se frenaba la nueva contratación y, por tanto, dejaba de crecer la renta disponible y el consumo privado para ir así descendiendo el PIB y entrando en la fase recesiva con mayores despidos que presionaban a la baja los salarios hasta volver a empezar el ciclo.

En este ciclo económico resumido que acabo de explicar los clásicos lo dejaban todo en manos de la autorregulación de los mercados. La gran novedad aportada por Keynes y su escuela fue defender un incremento del gasto público de los gobiernos para compensar la depresión del consumo privado durante la fase recesiva, ¡y solo durante la fase recesiva! Y destaco la última frase porque, el no deseable incremento de la deuda pública que acarrea toda política keynesiana, se compensará luego cuando estas medidas consigan reactivar la economía que llevará a unos mayores ingresos fiscales para el país y así puedan y deban los gobiernos escuchar a Keynes y abandonar sus políticas keynesianas una vez superada la crisis.

El principal problema de las políticas keynesianas se produce cuando no se aplican tal y como las definió su autor y en fase expansiva no se reduce el montante total del gasto público, que no es lo que decía Keynes.

John Keynes

Escuela de Chicago o monetarista de Milton Friedman. En la década de los 70 del pasado siglo Friedman, autor de “Libre para Elegir” (1980), rebatió las teorías de la escuela keynesiana argumentando que el problema no era de demanda sino de oferta monetaria.

Según él, la gran depresión de los años 30 se podría haber evitado con una política monetaria acomodaticia (expansiva) a tiempo por parte de la Reserva Central Americana. Inyectar liquidez hubiera sido la solución según esta escuela. Además, esta corriente entendía que toda intervención del gobierno en los mercados suponía una injerencia nociva para su correcto funcionamiento.

A esta escuela debemos atribuir las políticas de inyección monetaria por parte de los bancos centrales que son hoy de tanta actualidad (QE).

Milton Friedman

Por último, la Escuela de Austria de Friedrich Hayek, autor de la obra “Camino de Servidumbre” (1944), no contemplaba ni la intervención pública del gobierno (Keynes) ni la inyección monetaria del Banco Central (Friedman) sino que defendía la total auto-regulación de los mercados capitalistas con la defensa a ultranza del paradigma de la “destrucción creativa”  del capitalismo. Su argumento era que en momentos de crisis económicas la desaparición de las compañías más débiles seria necesariamente positivo para sanear y regenerar el sistema.

Friedrich Hayek

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Probablemente los argumentos de esta escuela sean muy válidos para las compañías con un modelo de negocio anticuado y con una solvencia bajo sospecha, sin embargo, a veces una compañía eficiente y moderna desaparece por un problema de liquidez y no de solvencia.

Cuando los mercados de crédito dejan de funcionar correctamente, como sucedió durante la crisis de la deuda europea del 2010-2012, afectando también a las empresas solventes, me parece una temeridad dejarlo todo en manos de los mercados.