Ya han transcurrido casi 5 años de ese histórico día de San Juan en que nos levantábamos en una Europa muy diferente de la que conocíamos cuando nos acostamos tras la verbena de la noche anterior. Contra todo pronóstico, la ciudadanía británica decidió en referéndum abandonar la nave de la Unión Europea (UE) con la que había viajado, no sin dificultades, durante más de 40 años. La campaña de los “brexiters” que abogaban por el divorcio fue agresiva y con algunas medias verdades o directamente mentiras. También los “remainers” que defendían continuar el matrimonio usaron armas parecidas, basta recordar el “Project Fear” (Proyecto Miedo) que diseñaron. Armas, por otra parte, que se usan en la mayoría de campañas políticas contemporáneas, sea un referéndum o unas elecciones parlamentarias. Y precisamente, contraargumentando algunas de las mentiras del Brexit, muchos defendieron un segundo referéndum.

Conociendo en mi caso, un poco a la sociedad británica después de trascurrir casi 8 años de mi vida laboral en el distrito financiero de Londres (la City), me parecía muy difícil no solo que se produjera un segundo referéndum, sino que, en el caso de realizarse, podría arrojar incluso un mayor apoyo al Brexit. Teniendo muy en cuenta la mayor o menor fiabilidad de las encuestas y su variabilidad temporal, lo que sabemos es que, según una reciente encuesta de Bloomberg entre la ciudadanía británica, el apoyo al Brexit se habría ampliado hasta el 54% (51.9% en 2016). Las razones de este mayor apoyo son multifactoriales, sin embargo, es un muy buen indicador para poder afirmar que, si esa catástrofe económica que auguraban los contrarios al divorcio se hubiera producido, hoy el Brexit habría disminuido sus adeptos, no incrementado. Luego, podemos decir con toda rotundidad que ese cataclismo económico no se ha producido.

El Tesoro británico advirtió pocos días antes de la votación del 2016 que, si ganaba el Brexit, en dos años, la renta nacional caería un 3.6%, el desempleo se ampliaría en 520.000 personas y el precio medio de los inmuebles bajaría un 10%. Dos años después, en 2018, la renta nacional había subido un 3%, los nuevos desempleados fueron 280.000 y el precio medio de los inmuebles había subido un 7%. Hoy, tras más de 100 días del Brexit efectivo, esa sensación de crisis económica por el Brexit no acaba de aparecer, y en todo caso, la crisis actual se atribuye más a la pandemia.

Otra de las advertencias del “Proyecto Miedo” de los “remainers” era el riesgo de perder acceso al mercado común europeo, que representa la mitad aproximadamente de las exportaciones británicas. Defendí y defiendo que el acuerdo de salida del pasado diciembre no fue tan malo, ya que se acordó el acceso de los productos británicos sin ningún incremento de tarifas, solo un incremento de la burocracia administrativa. Los últimos datos muestran un menor ritmo de exportaciones británicas a Europa en parte por el nuevo esquema burocrático y formal del acuerdo de salida, pero sobretodo por la crisis del comercio internacional consecuencia de la pandemia.

También con la City de Londres se ha hecho muchísima demagogia ante la supuesta pérdida de su liderazgo como plaza financiera global y con el riesgo de ser superada por Frankfurt, Paris o Ámsterdam. La prestigiosa consultora PricewaterhouseCoopers (PwC) predecía que 100.000 profesionales de la City emigrarían a otros centros financieros de la UE. Otra consultora del mismo prestigio, Ernst & Young (EY), ha informado que a día de hoy la City solo ha visto 7.600 profesionales partiendo hacia la UE. Lo que si perdió la City apenas empezó el Brexit efectivo en enero fue la intermediación desde Londres de la mayoría de acciones europeas, un negocio valorado en €6 mil millones que en su mayor parte se ha reubicado en la bolsa de Ámsterdam. 

Quizá donde los “remainers” no han errado de manera tan flagrante en sus predicciones ha sido en la pérdida de valor de la libra esterlina contra el euro, que retrocedió un 18% dos años después del referéndum y que hoy sigue un 12% por debajo. Similar tendencia acaecida con el dólar que llegó a perder hasta un 22% y hoy está un 7.5% por debajo. Podríamos decir que la libra esterlina ha sido la gran damnificada del Brexit y entre sus muchos efectos uno de los más destacables es que eso supone un mayor coste para las importaciones de productos pagados en dólares y en euros hacia la isla y también un mayor coste para los viajes de los turistas británicos que visitan EEUU o España, por ejemplo.

Este efecto claramente negativo del Brexit se está moderando en estos primeros 100 días donde vemos una clara recuperación de la esterlina. Por otro lado, la prima de riesgo de la deuda pública británica sigue más o menos en los mismos niveles que tenía antes del referéndum y en los mercados bursátiles, el principal índice británico (FTSE 100) ha crecido en estos 5 años, aunque menos que su homónimo europeo (EUROSTOXX 50). El IBEX 35 español ha retrocedido en el mismo periodo.

No quiero terminar este articulo sin lanzar un mensaje a los estados miembros de la UE, y muy especialmente a Francia. Algunos hemos visto con cierto bochorno que la sobrerreacción de Bruselas cerrando temporalmente las fronteras con la isla británica cuando apareció la variante británica del virus o con los problemas de la vacuna de la farmacéutica anglosueca Astrazeneca, nos han parecido con una alta carga de simbolismo político y con una clara actitud de ex pareja despechada por parte de Bruselas. Esta actitud agria por parte del continente, seguramente ha ampliado el apoyo al Brexit en las islas. Y cuando el mundo ha visto que dentro de los 5 países que más han vacunado hasta ahora encontramos a Israel, Reino Unido y EEUU y a ninguno de la UE, seguramente también han hecho incrementar el apoyo de la ciudadanía británica a la decisión de abandonar la UE.

Ante estos hechos, yo le diría a la UE que las naciones estado europeas llevan un largo recorrido de siglos junto al Reino Unido, con avenencias y desavenencias, pero un camino muy entrelazado al fin y al cabo, y por tanto debería aceptar de una vez por todas el Brexit y dejar las reticencias mutuas de lado para poder seguir cooperando cada uno desde su soberanía política legitima, dentro o fuera del bloque comunitario.