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Comida

Crisis de alimentos, ¿tiempo de transgénicos?

El impacto económico de la guerra en Ucrania, que provoca escasez alimentaria e inflación, abre el debate sobre los alimentos genéticamente modificados

No podemos dar por garantizada la producción agraria y la alimentación en todo el mundo.

La guerra en Ucrania y la pandemia de coronavirus ponen de manifiesto que no podemos dar por garantizada la producción agraria y la alimentación en todo el mundo. En ese contexto, el encarecimiento de algunas materias primas como los cereales y la inflación podrían levantar las barreras de la Unión Europea (UE) a los transgénicos: más fáciles y baratos de producir, resistentes a la sequía y a las enfermedades y con menor necesidad de recursos ambientales como el agua o los fertilizantes. Es la opinión de algunos expertos. Los llamados organismos genéticamente modificados (OGM) vuelven a la palestra aunque agricultores, ganaderos, ecologistas y científicos no se ponen de acuerdo sobre la idoneidad de estos cultivos. En esas, Gran Bretaña, liberada de las directrices de Bruselas tras el brexit, se plantea abrir el mercado y la investigación transgénica en su territorio.

¿Qué hacer? Según José Miguel Mulet, investigador, profesor de Biotecnología de la Universitat Politècnica de València (UPV) y escritor (es autor de una veintena de libros, entre estos ‘Comer sin miedo’ y ‘Transgénicos sin miedo’), lamenta que la UE "tenga una legislación tan restrictiva en el cultivo de transgénicos". De hecho, Bruselas sólo permite el cultivo del maíz ‘Bt’. "Eso contrasta con la importación de hasta 107 variedades de cultivos transgénicos como la colza, algodón, maíz, soja o remolacha. Incluso alguna planta ornamental", puntualiza el citado profesor de la UPV.

En su opinión, "se está castigando a los agricultores de la Unión Europea, pues estos juegan en desventaja frente a los de América y otros territorios del mundo donde sí están permitidos". ¿Se va a autorizar, entonces, sembrar transgénicos en Europa? Mulet lamenta que la Ley de Nuevos Alimentos y la Ley de Bioseguridad de la UE defiendan un marco legal "inmovilista" desde hace décadas tras la presión surgida por algunos partidos políticos y grupos ecologistas en el momento de su redacción, "cuando estallaron alertas sanitarias como la crisis de las ‘vacas locas’ y se lanzaron grandes campañas contra multinacionales norteamericanas como Monsanto, productora de semillas y que, por cierto, en 2018, fue absorbida por la alemana Bayer", apunta el investigador valenciano.

Nuevas técnicas

Al mismo tiempo que se abre el debate de los transgénicos para paliar la escasez de alimentos algunos expertos ven irrenunciable apostar por la llamada edición genómica para asegurar la alimentación, a pesar de las reticencias de la UE, si se quiere garantizar los alimentos en un planeta de recursos finitos cuya población crece y se enfrenta a retos como el cambio climático. Lo aseguraba esta semana en una entrevista con Efeagro el presidente de la Asociación Nacional de Obtentores Vegetales (Anove), Antonio Villarroel, quien alerta de que la edición genética es un reto "que está ya aquí" y es necesario "adaptar a toda velocidad las variedades para estas nuevas circunstancias".

 La técnica del ‘Crispr’ es nombrada habitualmente como un ‘corta-pega’ de genes; es decir, una especie de tijeras que permiten avanzar en poco tiempo lo que se produciría en la naturaleza de forma "espontánea" en mucho mayor espacio de tiempo. Hasta ahora, según relata Villarroel, para mejorar un cultivo se requieren miles de cruzamientos hasta dar con el deseado. Y eso que actualmente los avances en el estudio de marcadores moleculares permiten saber a los científicos en días si el gen o genes que quieren está en una planta o no; pero no por ello deja de ser un cruce a ciegas. El ‘Crispr’ resuelve esa selección de genes en mucho menor tiempo y sin errores. Respecto a esa técnica, Mulet sostiene que la edición genética ofrece una "ventana de oportunidades muy amplia para los agricultores", puntualiza. 

Respecto a las ventajas que aportan cultivos transgénicos como el maíz, los economistas Francisco J. Areal de la Universidad de Newcastle y Laura Riesgo, de la Universidad Pablo Olavide, ha presentado recientemente un informe que evalúa la sostenibilidad de ese cereal en España de 1998 a 2021 desde un ámbito económico, social y medioambiental. El informe concluye que, anualmente, el maíz Bt fija más de 57 mil toneladas de CO2, lo que ha compensado las emisiones anuales de 33.800 vehículos en circulación. España cuenta con unas 96.000 hectáreas de maíz transgénico, plantadas sobre todo en Andalucía, Cataluña y Aragón. La C. Valenciana solo tiene 90 ha.

Por cada euro extra gastado en la compra de esta semilla respecto al coste de la semilla convencional, según los citados economistas, los agricultores han obtenido 4,95 euros en ingresos adicionales. El aumento productivo y la reducción de costes aumentó los ingresos una media de 173€ por hectárea.

Los agricultores, divididos

¿Qué piensan los agricultores españoles? Mientras una encuesta realizada por Farmers Guardian revela que el 77% de los productores en el Reino Unido están a favor de adoptar cultivos modificados genéticamente si el entorno regulatorio del país lo permitiera en ese país, las organizaciones agrarias en España muestran mayor cautela y las opiniones son diversas . Unió de Llauradors y Coag vienen reclamando desde hace años al Gobierno y al Consell que prohíban los cultivos transgénicos al aire libre para proteger y evitar la contaminación de productos como la miel. Apuestan por una agricultura más sostenible y menos dependiente de los elementos químicos.  

Por su parte, el presidente de AVA-Asaja, Cristóbal Aguado, piensa que los transgénicos, "demonizados en la UE, y sobre todo las técnicas de ‘Crispr’, permiten obtener productos agrarios con las máximas garantías de seguridad alimentaria y sostenibilidad ambiental, ya que están más adaptados al cambio climático y reducen el uso de fertilizantes, fitosanitarios y agua".

También apoya la edición genética aplicada a la agricultura porque es "ciencia y tecnología". En su opinión, "ha ayudado mucho a potencias como Estados Unidos, Japón o Brasil y a países en vías de desarrollo a tener una mejor soberanía alimentaria. Por el contrario, la UE se ha quedado fuera de la órbita de este desarrollo porque antepone la ideología a la realidad científica. Y cuando surgen crisis como esta, el que ha abandonado el avance científico puede sufrir mayores problemas de abastecimiento", concluye Aguado.

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