Valencia

El nuevo ERE en Ford Almussafes dejará a la plantilla en un mínimo histórico

La firma ya realizó en la planta otros dos expedientes con bajas incentivadas y prejubilaciones en 2020 y 2021

Trabajos en la planta de Ford Almussafes.

Trabajos en la planta de Ford Almussafes. / MIGUEL ANGEL MONTESINOS

Juanma Vázquez

Ford Almussafes afronta un momento clave para su plantilla después de que el pasado viernes saltara una noticia que por esperada no ha sido menos dura debido a sus cifras. La multinacional quiere reducir con un ERE de 1.144 personas su plantilla en Almussafes. O lo que es lo mismo, eliminar uno de cada cinco empleos actuales de la factoría y situar su plantilla en mínimos históricos: alrededor de 4.650.

En el trasfondo más inmediato de la decisión, según indicó la propia compañía, se encuentra el fin de la producción del S-Max y el Galaxy a finales de este mes de marzo, dos modelos que aseguran que suponen una «gran carga de trabajo» aunque solo representara el 6 % de las unidades fabricadas el pasado año en la planta. La intrahistoria más a largo plazo es la de un ERE que está muy lejos de ser de transición –como se podría prever en un inicio– y que se enmarca en ese camino hacia la electrificación de la factoría para 2026, una garantía de supervivencia que irá acompañada de una menor necesidad de mano de obra –un 40 % menos según estimaciones de la compañía– para producir vehículos 100 % eléctricos en vez de los actuales con motor de combustión.

Movimientos complicados

Pero más allá de estos avales futuros, es incuestionable que la planta ha estado viviendo en los últimos tiempos algunos momentos complicados. Como prueba más reciente, el Erte que seguirá vigente hasta finales de junio de este año derivado de una crisis de suministros y semiconductores que empezó en 2020 y que mantiene la producción a medio gas en un momento en el que las ventas de vehículos se encuentran también en un momento de bajos números.

A ello se suma que este abultado ERE será el tercero que viva la plantilla tras los de 2020 y 2021, que se saldaron con alrededor de un millar de salidas en su conjunto. En el último, sin ir más lejos, se alcanzó un acuerdo para que estas se produjeran a través de prejubilaciones y bajas –una línea que desde el sindicato mayoritario UGT-Ford ven ahora mismo difícil que pueda darse por completo en este expediente dada su cifra– en condiciones más favorables para los trabajadores. Por ejemplo, aquellos que se acogieron a la baja incentivada que tenían 54 años o menos tuvieron una indemnización de 45 días por año trabajado con un máximo de 42 mensualidades, a lo que se sumó la antigüedad o una gratificación especial, mientras que en el caso de las prejubilaciones se iniciaron desde los 55 años.

Un camino de altos y bajos

Más allá de condiciones y sea finalmente más de un millar de empleos los afectados o sea menor ese impacto, la realidad es que este nuevo ERE camino a la electrificación supondrá uno de los capítulos más negros para una factoría que en sus casi 50 años de historia ha sufrido momentos álgidos y otros más críticos, escenarios que han repercutido en el empleo de la factoría desde sus inicios. A finales de los 70, cuando comenzaba el éxito de ese primer Ford Fiesta que se convertiría en emblema de la planta, la plantilla rondó casi su máximo histórico con más de 10.000 trabajadores y alrededor de 250.000 vehículos fabricados cada año.

Tras unos años de descensos en el número de trabajadores, el final de los años 80 y comienzo de los 90 llevaría a superar por primera vez la barrera de las 300.000 vehículos producidos gracias a tener en las líneas de fabricación la tercera generación del Fiesta escudada por dos modelos más: el Escort y el Orión. Sin embargo, desde ese momento llegaría una pérdida continua de trabajadores que culminaría entre 2008 y 2011, años en los que la factoría perdería el Mazda 2 y otros dos modelos históricos como el Ka y el Focus y que dejó hasta ahora su mínimo de trabajadores: 5.601 trabajadores.

Tras esa caída, el último gran impulso laboral se viviría en el año 2015, cuando la fábrica fue sometida a una transformación total de su idiosincrasia, pasando a producir vehículos más grandes como el Kuga, el Mondeo o la Turneo tras darse circunstancias, entre otras, como el cierre de la factoría belga de la firma en Genk. Ese fue, a fin de cuentas, el último gran momento de alza laboral y productiva de una planta que menos de una década después afronta ahora un golpe histórico para su plantilla.

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