Peores momentos

La crisis apícola amarga a la miel

La crisis apícola amarga a la miel.

La crisis apícola amarga a la miel.

José Luis Zaragozá

"A un panal de rica miel dos mil moscas acudieron, que por golosas murieron presas de patas en él...", cuenta la fábula del escritor Félix María Samaniego . Pues España, casi tres siglos después, pierde sus colmenas porque los apicultores sufren uno de los peores momentos de la historia. Es tiempo de movilizaciones. Incluso se bañan con miel frente a edificios institucionales para demostrar que el producto autóctono, con los costes de explotación por las nubes y las importaciones masivas de China, tiene ya muy poco valor. No es rentable producirlo en esas condiciones.

Pablo Sáez, apicultor, sostiene que "el sector sigue instalado en la ruina" y "la administración no está haciendo nada". Asegura que el ecosistema entero peligra por "los altos niveles de contaminación del medio ambiente: el 70% de las abejas de las colmenas están muertas", lamenta. Javier Molins, a quien se le quemaron entre 150 y 200 colmenas en el incendio de Bejís del pasado verano, comenta que el coste económico fue de unos 40.000 euros y no ha recibido ningún tipo de ayuda.

En el conjunto del sector, los datos son preocupantes. La cosecha de miel se ha reducido un 50% durante 2022 en todo el país, entre otras cosas, porque los apicultores están centrando gran parte de sus esfuerzos en recuperar las colmenas y no tanto en producir miel. La situación se ha "agravado" en los últimos ejercicios, explica Pedro Loscertales, responsable del sector apícola de COAG. España lleva acumulando pérdidas en la producción de miel desde 2018. El mercado español pasó de registrar 36.394 toneladas en ese año a las 28.000 en 2022, una cantidad "muy por debajo de la media de los últimos cinco años", según el último informe de Mercasa, la empresa pública que gestiona los mercados mayoristas .

En su informe sobre la actividad apícola, las organizaciones agrarias AVA-Asaja, Asaja Alicante, APAC, Unió Llauradora, UPA-PV, CCPV-COAG y ApiAds revelan que la cosecha de miel se desploma, entre otros factores, por la sequía y las mayores infestaciones de varroa (ácaro parásito externo que ataca y se alimenta de las abejas). Además, afecta de lleno el debilitamiento de las colmenas que viene arrastrándose los últimos años, que provoca que un importante esfuerzo del trabajo se centre en su recuperación y no en producir miel. Esta disminución de la cosecha acompañada del importante incremento de los costes de producción, la subida de los carburantes y de la alimentación suplementaria está afectando severamente al sector.

Si observamos los datos, las industrias españolas envasadoras importaron un total de 35.260 toneladas de miel hasta noviembre de 2022. Esta cantidad ya supone 3.633 toneladas más que lo importado en todo el año 2021 y 3.009 toneladas más que en todo el año 2017 (año récord de importaciones en España hasta ahora).

La competencia de China

La mayor parte de la miel viene desde China, que es el mayor proveedor de este producto para la industria agroalimentaria de España con casi el 90% del total que se importa. ¿Y a qué precio? Si a un apicultor español el kilogramo de este producto le costó en 2022 alrededor de 3,7 euros (el precio en origen), las empresas están comprando miel a operadores chinos por menos de un euro y medio. Sin duda, a esos precios, es difícil competir.

Las envasadoras y la distribución también han sustituido la miel española por la de otras procedencias, como Uruguay, Turquía y Ucrania. "Mientras un porcentaje muy importante de nuestra miel se encuentra aún por vender, la importación no cesa a precios con los que ninguna productora o productor español puede competir, lo que provoca que las pocas ventas y ofertas se hagan a precios muy inferiores a los costes de producción actuales", explica Loscertales.

Pese a todo, el empleo se mantiene, si bien tiene un futuro incierto. España contaba con 35.300 apicultores (datos REGA, marzo 2021), lo que supone un aumento del 4,3% respecto al anterior ejercicio, de los que alrededor el 18% son profesionales (aquellos cuyas explotaciones reúnen más de 150 colmenas).

En busca de ayudas

¿Qué hacer? Los apicultores profesionales sostienen que sin ayudas no se puede sobrevivir. Por eso, las organizaciones valencianas han pedido fondos agroambientales para evitar que tengan que ir a otras comunidades autónomas donde les reciben con una "alfombra roja".

El responsable de la sectorial de apicultura de AVA-Asaja, Pascual del Valle, asegura que "los apicultores valencianos estamos agonizando tras muchas campañas ruinosas debido a las adversidades climáticas, la falta de soluciones frente a las enfermedades y el escaso apoyo del gobierno valenciano. Mientras otras comunidades autónomas respaldan con ayudas suficientes al sector, la Generalitat apenas aporta unas ayudas testimoniales".

Por ello, reivindica "un plan de choque con medidas de apoyo inmediatas y contundentes que garantice la viabilidad de los apicultores, así como reciprocidad con las mieles procedentes de países terceros y un etiquetado que distinga claramente el producto de proximidad" .

Los costes se disparan porque la apicultura trashumante lleva las colmenas allí donde se dé la circunstancia puntual de disponibilidad de néctar o polen para las abejas. Y esos traslados requieren más gastos de carburantes y transporte.

Por otra parte, critican que el plan de viabilidad autonómico de la apicultura lleve ya dos años en el cajón de los olvidos y han exigido soluciones inmediatas a la pinyolà; es decir, la polinización cruzada causada por los insectos que provoca la abundancia de pepitas en el fruto. Desde 1993, una ley de la Comunitat Valenciana prohíbe que haya colmenas a menos de 5 km de cultivos de cítricos durante los meses de abril y mayo.

Más allá de la pinyolà, la supervivencia de las abejas está amenazada en el resto del viejo continente. De hecho, la propia Comisión Europea (CE) anunció el 2 de febrero una serie de restricciones en el uso de insecticidas que se utilizan en los cultivos agrícolas estableciendo límites máximos para proteger a los polinizadores. Si mueren las abejas, se destruye la polinización. En Europa está en riesgo de desaparecer el 37% de las abejas que quedan. Sin ellas no habrá agricultura ni biodiversidad. De ellas depende el 75 % de los alimentos que comemos.

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