La electrificación está suponiendo un gran reto para las automovilísticas más longevas a nivel empresarial. Más éxito comercial no significa, en una industria eléctrica, más beneficios y Ford lo acaba de comprobar en sus propias carnes. El año pasado, la firma estadounidense perdió 1.815 millones de euros a nivel global, una caída muy importante respecto a las ganancias de 16.441 millones de 2021. Estos resultados, sin embargo, llegan tras un año en el que la marca ha mostrado su peso en el mercado eléctrico y ha presentado su candidatura a liderarlo en el futuro.

En Europa, la región en la que la marca norteamericana llevará a cabo su electrificación con más velocidad, el resultado del año pasado fue de apenas 47 millones de dólares positivos. Jim Farley, consejero delegado de Ford, dijo durante la presentación de las cuentas que han encontrado “problemas profundamente arraigados en nuestro sistema industrial que han resultado difíciles de evitar”. Además, lamentó que la compañía podría “haberlo hecho mucho mejor” y que se esforzarán en “corregirlo mejorando la ejecución y el rendimiento”.

Llegarán recortes en Europa

Como suele ser habitual, cuando un directivo habla sobre mejoras en el rendimiento suele referirse, en parte, a los costes. Y entre los costes de las compañías, los más fácil de recortar, y teniendo en cuenta la inversión que habrá que hacer durante los próximos años para adaptar sus plantas a la electrificación y para desarrollar sus productos del futuro, son los sueldos de la plantilla. Farley no adelantó una cifra de trabajadores, pero sí admitió que “la decisión ahora es cuántos ingenieros y cuánta gente necesitamos en Europa. Cuál es la dimensión que necesitamos. Esa es la decisión”.

Jim Farley, CEO de Ford, durante la presentación de resultados. Agencias

Sin adelantar mucho más, aunque prometiendo que no esperaran mucho a anunciar más detalles, Farley se centró entonces en los resultados del cuarto trimestre de 2022, que fueron ligeramente más positivos. Con todo, el balance negativo del año pasado y las palabras de Farley llegan tras las afirmaciones del sindicato IG Metall sobre las intenciones de la marca de despedir hasta 3.200 empleados en el continente, la mayoría en Alemania, aunque el impacto también afectaría a la factoría española de Almussafes, en Valencia.

La búsqueda de la rentabilidad

El mayor problema de Ford ahora mismo es mantener la rentabilidad conforme incrementa el peso de la electrificación en su negocio. Prueba de ello es que en 2022 la compañía facturó un 15,9% más hasta los 158.057 millones de dólares, pero aun así terminaron perdiendo dinero. Con la llegada de los eléctricos, más caros, y la inflación de precios de sus coches de combustión, la marca ingresó más dinero, dólares no traducidos en ganancias por el incremento del coste de las materias primas y la baja rentabilidad de sus modelos eléctricos, sobre todo mientras no alcancen un volumen de producción y ventas más elevado.

Desde Ford admiten que tendrán que reestructurar “con urgencia” su sistema industrial, máxime si se tiene en cuenta lo que viene tanto en los mercados norteamericanos, como en los europeos. La marca defiende que, para 2023, esperan que su beneficio operativo se sitúe entre los 9.000 y los 11.000 millones de dólares, lo que supondría volver con éxito a la senda de los beneficios.

Empezando por el Viejo Continente, la marca tendrá, respecto a 2022, siete nuevos vehículos eléctricos para 2024, cuatro comerciales, y tres SUV, una variante eléctrica del Puma dos crossovers, ambos basados sobre la plataforma MEB del Grupo Volkswagen. Seguidamente, más allá de 2025, lanzará nuevos eléctricos que se ensamblarán en Almussafes basados en una plataforma específica de desarrollo propio.

En Nortamérica, tras la llegada del Mach-E -también disponible en Europa- y el pick-up eléctrico F-150 Lightning, ambos con un éxito sin precedentes que ha obligado a la marca a dejar de admitir pedidos y a invertir para incrementar su capacidad de producción este año, Ford se prepara para lanzar hasta cinco comerciales eléctricos -algunos también presentes en Europa- y otro pick-up eléctrico para mediados de esta década. Se especula también, aunque no hay confirmación, con una posible versión eléctrica del Bronco. Todo, mientras invierte miles de millones en la Blue Oval City de Memphis, Tennessee, una nueva factoría para vehículos eléctricos que dará trabajo a 11.000 empleados.

Estas ambiciones deben seguir lo que, de momento, es un ascenso imparable que apunta al trono que, de momento, ocupa Tesla. Del F-150 Lightning maneja más de 200.000 reservas, más de las que puede producir, y del Mustang Mach-E se tuvieron que cerrar pedidos en Norteamérica y se tuvo que encarecer en Europa para ralentizar el ritmo de pedidos. Todo, mientras se consolida una nueva gama de comerciales eléctricos, con el E-Transit y el E-Tourneo Custom, que le ha permitido superar una cuota de mercado de más del 90% en su segmento en varias ocasiones en Estados Unidos.

Lamentablemente, estos éxitos no están relacionados con las ganancias y, como se suele decir, se necesita menos mano de obra para producir coches eléctricos, aunque sí se crearán puestos de trabajo en otras áreas con la electrificación. Si las inversiones para su desarrollo y la adaptación de las plantas deben acometerse, solo se puede ahorrar mediante la mejora de las economías de escala -algo que hará con coches como los SUV basados en la plataforma MEB y con sus comerciales-, y con la reducción de costes fijos derivados de los salarios. Ford tiene un gran reto ante sí y de sus decisiones dependerán su posición en el futuro.