Más del 80% de los inmuebles españoles suspenden en eficiencia energética, es decir, tienen certificados energéticos con calificación E o F, tal y como queda reflejado en el último Censo de Población y Viviendas elaborado por el Instituto Nacional de Estadística (INE). Eso significa que todavía queda mucho camino por recorrer a la hora de descarbonizar el parque de viviendas, y una de las grandes tareas pendientes para ello pasa por eliminar definitivamente reliquias del pasado como las calderas centralizadas de gasóleo y carbón.

A pesar de que mucha gente se pueda extrañar de su existencia en pleno siglo XXI, lo cierto es que en España todavía se pueden contar más de 140 calderas de carbón y alrededor de 9.750 de gasóleo. Estos aparatos son responsables de parte de las emisiones contaminantes y nocivas para la salud que existen en el aire, especialmente en las grandes ciudades.

De hecho, una caldera de carbón genera 216 mg/KWh de partículas PM10 (partículas con diámetro inferior a 10 micras), mientras que una caldera de gasóleo genera 18 mg/KWh. En cambio, una caldera alimentada por gas natural genera apenas 0,7 mg/KWh, es decir, una cantidad muy inferior. En el caso de otro de los contaminantes más nocivos como son los óxidos de azufre (SOx), el carbón genera 1.577 mg/kwh y el gasóleo, 340 mg/kwh, mientras que el gas natural no emite este tipo de gases porque está libre de azufre en su composición.

Calidad del aire en las grandes ciudades

Si a las cifras anteriores se le suman las partículas generadas por el tráfico rodado, el resultado es que la calidad del aire de las grandes ciudades españolas deja mucho que desear. Por ejemplo, en zonas del sur de Madrid como Getafe, Leganés, Fuenlabrada o Aranjuez se ha superado en las últimas semanas el límite diario aconsejado de PM10, que es de 50 microgramos por metro cúbico. De momento, eso sí, no se han superado los límites anuales. Y en el Área Metropolitana de Barcelona también se suelen superar esos límites de partículas en suspensión, especialmente en barrios del centro de la capital como el Eixample o en ciudades de la periferia como Granollers o Montcada i Reixac.

Por eso, cualquier acción encaminada a reducir las emisiones contaminantes supone un paso adelante en materia medioambiental y también de salud. En este sentido, eliminar definitivamente las calderas de carbón y gasóleo supondrá una mejora en la calidad del aire que todos respiramos, tanto de manera directa (emisiones) como indirecta, ya que extraer carbón y producir gasóleo implica un elevado gasto energético. Aparte, la legislación vigente prohíbe el uso de combustibles fósiles de origen sólido (como el carbón) para alimentar las instalaciones térmicas de los edificios, por lo que diferentes administraciones llevan tiempo lanzando planes renove para erradicar las salas de calderas más contaminantes.

Ayudas a la renovación

Salamanca es la localidad que cuenta con más calderas contaminantes de carbón y gasóleo, con un total de 1.109, seguida de León (1.097) y Madrid (958). En el caso de la capital española, las ayudas públicas disponibles abren la puerta a que las obras de sustitución de las viejas calderas por otras de gas natural puedan recibir una subvención de hasta el 80% del coste total. Se trata del Plan Renove de Salas de Calderas para obras actuaciones se lleven a cabo hasta el 31 de diciembre, dentro del marco del plan Madrid 360.

Este plan, al que pueden adherirse libremente las empresas instaladoras y mantenedoras, tiene por objeto la transformación de antiguas salas de calderas que utilicen carbón, gasóleo o bien otros combustibles contaminantes, a nuevas salas con calderas de condensación que empleen el gas natural como combustible. Es decir, que sean más eficientes y más seguras. El importe de los incentivos depende de la potencia final de las calderas instaladas, con un tope máximo algo superior a los 14.000 euros.

Vista de Madrid, donde está vigente un plan renove de calderas. VICTOR TORRES

Asimismo, la Comunidad de Madrid ha anunciado recientemente la puesta en marcha de un programa de un programa de ayudas de hasta 350 euros para aquellos ciudadanos que quieran sustituir sus antiguas calderas por otras más modernas y eficientes con el fin de reducir su consumo energético. En este caso, hace referencia a aquellos aparatos individuales y no a las salas centralizadas. La medida pretende alcanzar hasta a 15.000 hogares y podría suponer una reducción del 20% de consumo de gas por vivienda.

En otras comunidades autónomas también siguen vigentes planes de ayuda para la mejora de la eficiencia energética de los hogares que persiguen la sustitución de las calderas más contaminantes. En el Principado de Asturias cuentan con un plan renove específico para las calderas, mientras que las ayudas en Galicia, Cataluña y País Vasco se incluyen en los programas de rehabilitación energética de viviendas y edificios vinculadas a los fondos europeos Next Generation.

Ventajas de la caldera de gas natural

La sustitución de la caldera tiene grandes ventajas tanto a nivel económico como medioambiental. Sobre todo porque en los últimos años las calderas de gas natural han experimentado toda una serie de avances tecnológicos, mejorando tanto en seguridad y eficiencia, mientras que las calderas de carbón siguen con el mismo sistema obsoleto. Además, se puede pasar de un sistema centralizado a uno individual, en el que cada vecino haga uso autónomo de la calefacción y el agua caliente sanitaria.

Revisión de una caldera de gas natural

En primer lugar, el cambio se notará en el bolsillo, ya que si bien el coste de las materias primas es parecido, las calderas de carbón necesitan la contratación de un técnico que vaya a diario a recargar la caldera, lo que incrementa bastante el coste del servicio y, por tanto, la cuota de la comunidad. Y pensando en el planeta, el gas natural contamina un 36% menos que un combustible fósil como es el carbón. Además, su seguridad es mucho mayor, tanto por su tecnología como porque se revisan de manera obligatoria cada dos años.

Por otro lado, el trabajo de innovación llevado a cabo por los fabricantes ha traído consigo las calderas de condensación, que tienen la capacidad de reaprovechar el calor latente procedente de los vapores de agua, por lo que su rendimiento llega a ser un 100% (o más) superior. Por eso, en Europa solamente pueden fabricarse este tipo de aparatos desde el 2015 y los planes renove impulsan su adquisición por parte de los ciudadanos, ya sea sustituyendo las salas centrales o bien sus antiguas calderas individuales.

En comparación con las calderas convencionales, y gracias a la tecnología de aprovechamiento del calor de condensación, estas calderas logran un ahorro en torno 30 % en el consumo de energía. Esto se traduce directamente en una reducción de la factura del gas, por lo que la inversión en la compra de una caldera de estas queda amortizada en pocos meses. También reducen las emisiones contaminantes y su funcionamiento es más silencioso.

Es por eso que las calderas de carbón y gasóleo tienen, por fin, los días contados. Y esto es una buena noticia para el medioambiente y la calidad de vida de los ciudadanos. La Universidad Politécnica de Madrid calcula que gracias a la eliminación de las calderas de carbón y la reducción de las de gasóleo a la mitad en 2027, objetivo fijado por el plan Madrid 360, se rebajarán los óxidos de nitrógeno en la capital española en 90 toneladas anuales. Un cambio sustancial que supone un paso adelante a la hora de configurar ciudades más sostenibles y saludables.