Lo peor está por llegar y para mucha gente 2023 se sentirá como una recesión”. Conforme la tormenta que ha metido a la economía global en aguas turbulentas sigue creciendo con múltiples elementos, de la guerra en Ucrania a la inflación que crece al ritmo más rápido visto en décadas pasando por la ralentización económica en China y el impacto aún duradero de la pandemia o los golpes del cambio climático, el pesimismo que lleva meses calando en los análisis y mensajes del Fondo Monetario Internacional (FMI) se ha asentado definitivamente. Y es lo que domina el informe de Perspectivas Económicas Mundiales, presentado este martes en Washington.

El análisis mantiene las estimaciones de crecimiento global para este año en el 3,2% pero rebaja hasta el 2,7% los cálculos para 2023, dos décimas menos que lo que había previsto en la revisión de los datos en julio. Además, el organismo ve una probabilidad del 25% de que pueda caer por debajo del 2%, algo que solo ha pasado cinco veces desde 1970.

Se trata de las cifras de crecimiento mundial más débiles que se registran desde 2001, con la excepción de la crisis del 2008 y del momento más duro de la pandemia. Y con ellas vuela también el fantasma de la recesión. No aparece como tal en las previsiones inmediatas del FMI, pero en el escenario de riesgo la llamada “recesión técnica” (dos trimestres consecutivos de contracción) sí se ve en algún punto entre este año y el próximo en el 43% de economías con esos datos trimestrales.

La crisis energética en Europa, a peor

El conflicto bélico abierto por Rusia sigue dando múltiples golpes. Los hogares de rentas más bajas y, sobre todo, en los países de más bajos ingresos, son los más castigados por los precios de los alimentos disparados. Pero ha desatado también una crisis energética que, como recuerda el FMI, “especialmente en Europa, no es un shock transitorio”. 

Con el recorte de más del 80% del suministro ruso, los precios del gas en Europa se han multiplicado por más de cuatro y se elevan las perspectivas de escasez. Y Pierre Oliver Gourinchas, el economista jefe del FMI, ha escrito en el prefacio del informe que “el invierno de 2022 será un desafío para Europa, pero el invierno de 2023 será probablemente peor”.

Inflación

La amenaza más inmediata y preocupante para la economía global que identifica el organismo dirigido por Kristalina Georgieva, en cualquier caso, sigue siendo la obstinada inflación, que ahoga ingresos y mina la estabilidad macroeconómica. Este año se ha acelerado al ritmo más rápido desde 1982 y se está confirmando además como más persistente de lo que se anticipó. Ahora se espera que alcance su pico este año, con el 8,8 %, y que baje a 6,5% en 2023, pero también que siga elevada más tiempo de lo que habían previsto: según los últimos cálculos no bajará hasta 2024 al 4,1%.

El organismo insta a los bancos centrales a “mantenerse firmes con una política monetaria firmemente centrada en controlar la inflación”, pero también asume el impacto que están teniendo esas políticas, especialmente la de la Reserva Federal de Estados Unidos, que ha subido los tipos de interés tres puntos desde que empezó el año y ha dado señales de que seguirá haciéndolo.

El FMI cree que “los golpes de 2022 reabrirán heridas que solo habían cicatrizado parcialmente tras la pandemia” y cree que la fuerte apreciación del dólar intensifica especialmente el potencial de que empeore la crisis de la duda en mercados emergentes y en desarrollo, algo que “pesaría mucho en el crecimiento global y podría precipitar una recesión global”.

Aun así, el FMI advierte contra volver a caer en el error de minimizar la persistencia obstinada de la inflación y urge a los bancos centrales a resistirse a llamadas que “cada vez serán más fuertes” para relajar sus medidas. “Si ceden a la presión necesitarán acciones más agresivas y dolorosas más adelante”, se lee en el informe. Aunque asume que ir demasiado lejos plantea el riesgo de empujar la economía global a “una recesión innecesariamente dura”, también advierte contra quedarse cortos. “Hará que arraigue más la inflación, erosionará la credibilidad de los bancos centrales, y dificultará rebajar los precios”.

Política fiscal

El FMI también llama a los gobiernos a adoptar medidas que protejan a los más vulnerables pero advierte del riesgo de políticas fiscales que se crucen con los intentos de controlar la inflación, y desaconseja medidas de estímulo demasiado amplias o sin objetivos delimitados como bajadas de impuestos generalizadas. “Si se hacen inevitables algunas medidas es importante meter la política en un marco fiscal a medio plazo creíble”, dice el informe.

El documento apunta también a que “el riesgo de errores de cálculo en política monetaria, fiscal o financiera se ha elevado acentuadamente en un momento en que la economía mundial sigue siendo históricamente frágil y los mercados financieros están dando señales de estrés”. Y en el gris panorama que retrata y vaticina advierte de que “conforme la economía entra en aguas turbulentas, podría darse también turbulencias financieras”.

Cambio climático

El tercer capítulo del informe está dedicado a políticas de transición energética, imprescindibles para combatir la crisis climática. Frente a voces que sugieren que esa transición debería esperar hasta que pase el actual momento de inflación y crisis energética, el mensaje central del FMI es que “si las medidas adecuadas se implementan inmediatamente y se hacen gradualmente en los próximos ocho años los costes seguirán pudiéndose gestionar”. Se subraya, además, que esos costes no son nada comparados a “los innumerables costes a largo plazo de la inacción”.