En medio de la desazón provocada por los efectos de una pandemia que parece no tener fin, hay una luz, además de las tan necesitadas y esperadas vacunas, cuya enorme importancia no debemos olvidar, y es la puesta en marcha del histórico programa de recuperación Next Generation que fue aprobado el pasado mes de julio por parte de la Unión Europea.

Dicho plan de recuperación supone una oportunidad histórica para nuestra economía, tanto por el impulso a la recuperación que puede suponer en el corto plazo, como por el efecto de palanca transformadora de nuestra economía que podría representar en el largo plazo mediante la colaboración público-privada.

España está, por lo tanto, ante el importantísimo reto de aprovechar esta oportunidad para conseguir una transformación en nuestro modelo económico acelerando la transición digital y ecológica y llevando a cabo reformas de calado en las grandes debilidades de nuestra economía (mercado de trabajo, pensiones, formación...).

Desaprovechar esta oportunidad histórica significaría no solo la pérdida de nuestra credibilidad como país, sino también retrasar nuestra recuperación con los graves efectos sociales que ello llevaría consigo.

La llegada de la vacuna había abierto el horizonte del comienzo de la recuperación, pero la ralentización de su distribución está poniendo en serias dudas esas previsiones y está contribuyendo a que persistan miedos e incertidumbres.

Si esto se reconduce, soy de la opinión, y nuestro servicio de estudios así lo corrobora, que comenzaremos a ver signos de recuperación durante la segunda mitad del año y que podremos cerrar este ejercicio con un aumento del PIB del 5,7% e incluso superior, dando lugar a una fase de crecimiento sostenido a largo plazo.

La demanda interna, siempre dependiendo de la evolución de la pandemia, será el motor de nuestra economía gracias a esa reducción de la incertidumbre sanitaria. Las menores restricciones a la movilidad y a la actividad comercial permitirían que parte del ahorro forzoso acumulado durante los meses más duros de la pandemia volviera a fluir, haciendo que el consumo privado creciese en torno al 6,5%.

No obstante, el mercado laboral, que ya ha perdido 800.000 empleos más los 740.000 que están en ERTE, continuarían mostrando los efectos de la crisis. El impacto ha resultado muy significativo, sobre todo en sectores como la hostelería y el comercio, y nuestro mercado laboral ha continuado mostrando una de sus principales debilidades, como es la gran dualidad entre el comportamiento del empleo de trabajadores temporales e indefinidos, generando además un aumento de las desigualdades sociales.

Será una cuestión clave, por lo tanto, poder realizar una transición ordenada hacia la vuelta al empleo efectivo de aquellas personas que se encuentran todavía en situación de ERTE. De ahí la importancia, como decía al principio de este artículo, de aprovechar la gran oportunidad que representa el plan Next Generation UE. Los españoles, y especialmente los que más sufren las consecuencias de esta crisis, exigen consenso político y colaboración por todos los implicados, en especial del sector público y privado, para sacarle el máximo provecho y que sea gestionado con criterios de máximo rigor y eficiencia. Ello implica una gobernanza de los fondos trasparente y acertada. No desvelo nada si digo que Europa nos estará mirando, pero sé también que nuestro país ha demostrado en múltiples ocasiones que ha salido airoso de retos y dificultades graves. Esta vez no debe ser diferente.