Imaginario de Ibiza | Los moradores de las cuevas de s’Arany
La costa abrupta al pie de los baluartes renacentistas se encuentra salpicada de pequeñas grutas, que ahora vuelven a estar ocupadas por personas que no pueden pagar una vivienda. Su presencia genera un insólito contraste con los apartamentos de lujo, los enormes cruceros y las marinas deportivas que se alinean al otro lado de la bahía

La costa de s’Arany, con tres cuevas habitadas en la parte de la izquierda. / X.P.
Las casas significan una creación, algo nuevo, un refugio liberado de la idea de cueva
El carácter cíclico de la historia demuestra que las derivas sociales van y vienen en un eco sin fin. Sólo se requiere tiempo y olvido para que el hombre retome viejas costumbres e ignore errores pasados, volviendo a tropezar con las mismas piedras. En esta época oscura por la que transita el presente lo observamos a diario, con el regreso de guerras cruentas con docenas de miles de víctimas y un renovado fervor por los extremismos, justo en el instante en que se extingue la generación que padeció las consecuencias y el sufrimiento de las contiendas mundiales.
En la antigüedad remota, durante el Paleolítico, el hombre abandonó las cuevas impelido por la vida nómada y la necesidad de cultivar y criar ganado en territorios más propicios, y también por la capacidad adquirida de proporcionarse su propio refugio. En estos tiempos de zozobra económica por la carestía inmobiliaria, cuando Ibiza genera más ingresos que nunca, la riqueza de unos contrasta con la pobreza de otros. Entre estos últimos figuran aquellos que han tenido que renunciar al concepto de vivienda para volver a abrazar el de cueva, ya sea con paredes metálicas y forma de autocaravana o furgoneta tuneada, de tela impermeable como la que envuelve una tienda de campaña o de materiales reciclados para dar forma a una improvisada chabola. Pero, lejos de la metáfora, incluso los hay que vuelven a buscar refugio en auténticas grutas.
La zona costera de s’Arany, al pie de las murallas renacentistas, constituye uno de los ejemplos más sorprendentes de este inesperado retorno a la caverna por imperiosa necesidad. Aquel que salga navegando en ferri desde el puerto de la ciudad, con rumbo a Formentera, Mallorca o la Península, sólo tendrá que apostarse en cubierta y otear la ribera de este tramo abrupto para descubrir al menos tres cuevas habitadas, con la boca semicerrada con plásticos, maderas y otros materiales destinados a proporcionar intimidad y amparo.
Lejos quedan los tiempos en que los contrabandistas imaginados por Sorolla cargaban sus fardos por estos parajes y los muchachos del seminario, al despuntar el verano, se zambullían desde los riscos de s’Aranyet. Hoy, esta zona escondida sólo es accesible a través los estrechos alcorces que serpentean por la falda austral del Puig de Vila desde el Camí del Calvari y es Soto, donde otras guaridas aguardan camufladas entre las matas, y el Camí de sa Berenada, que arranca desde el cercano Puig des Molins, al extremo de la calle Ramon Muntaner.
Las tres lunas que dibuja s’Arany en la costa, incluida la playa inaccesible de cantos rodados que se sitúa en el centro, constituyen el paisaje que ahora disfrutan sus moradores. La acumulación de materiales y residuos, y la necesidad de cocinar y combatir el frío, han provocado una sucesión de incendios a lo largo de todo el año, que podrían haber registrado mayor gravedad si el monte no fuera de roca desnuda y matorrales en su mayor parte.
Junto con las estructuras abandonadas reconvertidas en campamentos y los poblados chabolistas de los arrabales de la ciudad, las cuevas ocupadas de s’Arany y es Soto constituyen la más surrealista postal de Ibiza. En una isla donde el dinero mana por todas partes, sólo unos pocos acaban recogiéndolo y hay trabajadores que no ganan lo suficiente como para poder permitirse vivir bajo un techo normal y confortable.
Frente a la milla de oro
Paradójicamente, los cavernícolas modernos de s’Arany gozan de unas vistas privilegiadas hacia los suntuosos cruceros que atracan en es Botafoc y sus humeantes chimeneas. También disfrutan de una panorámica ideal de los lujosos apartamentos que se alinean al otro lado de la bahía, con los pantalanes de los puertos deportivos a los pies, y de la procesión de lanchas que todos los días parten hacia las orillas paradisíacas de s’Espalmador y ses Illetes. Riqueza y miseria de un plumazo, tal y como ocurre a menudo en las zonas paradisíacas de los países bananeros.
(*) Cofundador de www.ibiza5sentidos.es, portal que recopila los rincones de la isla más auténticos, vinculados al pasado y la tradición de Ibiza
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