Imaginario de Ibiza

Imaginario de Ibiza | Islotes que flotan en el aire

Una de las grandes diferencias entre las Pitiusas y Mallorca y Menorca es la gran cantidad de islas y escollos que se suceden frente a la costa. En los alrededores de Comte, en es Cap des Bou, aguarda una llanura casi lunar que permite vislumbrar desde el interior, casi sin altura, una perspectiva completa de s’Illa des Bosc.

S’Illa des Bosc vista desde Comte. / X.P.

S’Illa des Bosc vista desde Comte. / X.P.

Xescu Prats

Xescu Prats

Somos como islas en el mar, separadas en la superficie, pero conectadas en lo profundo (William James)

Las nuevas tecnologías nos brindan posibilidades tan asombrosas como poder contemplar el mundo desde el aire, a vista de satélite, y recorrer su geografía cambiante frente a la pantalla de un ordenador, descifrando las singularidades de cada recodo. En el contexto balear, resulta muy sencillo discernir a través de esta visión bidimensional qué diferencia a las islas pitiusas de Mallorca y Menorca, con la salvedad de que dicha perspectiva elude la orografía del terreno y, por tanto, las ondulaciones generadas por valles y montañas. La mirada, en consecuencia, se centra en los trazos que esbozan sus límites y, sobre todo, en la presencia de islotes. He ahí la gran desemejanza entre Ibiza y Formentera y el resto del archipiélago.

Si se compara el porcentaje de islotes en relación a la superficie de cada gran isla balear, Ibiza y Formentera ganan por goleada y, además, dada la proximidad entre ellas, retroalimentan el paisaje de una y otra, conformando una colección de accidentes espectaculares en el horizonte marítimo, prácticamente desde cualquier punto de la costa en que se sitúe el observador. Mallorca cuenta con Cabrera y Dragonera, además de algunos pequeños islotes aferrados al litoral, pero existen grandes extensiones costeras desde las que no se avista más que mar, a partir del instante en que se le da la espalda a la tierra.

En Menorca, la situación es aún más extrema, ya que no cuenta con ningún islote en la costa de poniente ni en su lado sur. Existen s’Illa de s’Aire en el extremo de levante, s’Illa d’en Colom un poco más arriba y algunos escollos en la abrupta y azotada costa norte, pero también se pueden recorrer infinidad de kilómetros de costa sin avistar un islote.

En Ibiza, por el contrario, hay islas en todas direcciones: es Vedrà, sa Conillera, s’Espartar, ses Bledes y ses Margalides al oeste; s’Illa d’en Calders, sa Mesquida y sa Guardiola en la zona norte; Tagomago, s’Illa des Canar y s’Illa de Santa Eulària al este, y la extraordinaria sucesión de islotes de es Freus al sur, con s’Espalmador y s’Espardell como grandes referentes entre un mar de escollos que asombra a quien lo contempla por primera vez, para alcanzar finalmente Formentera. Su perfil, de hecho, constituye el más importante aderezo desde casi cualquier punto de la pitiusa mayor, a excepción del norte, y lo mismo aporta Ibiza a su hermana pequeña.

Sin embargo, a diferencia de Menorca, para contemplar los islotes pitiusos en su totalidad hay que ascender los montes o asomarse a los acantilados, ya que las ondulaciones del terreno y el tupido manto de pinos que cubren el territorio impiden su visión desde las cotas bajas, en cuanto nos alejamos unos pasos de la costa. En la imagen, sin embargo, aparece uno de esos parajes lunares de la isla que rompen la norma y permiten vislumbrar los islotes en su totalidad, desde una altura que se eleva muy poco sobre el mar, pero lo suficiente como para aportar la sensación de que s’Illa des Bosc, en este caso, y el fragmento de sa Conillera que se asoma por un lateral, flotaran en el aire.

Este árido altiplano se sitúa en es Cap des Bou, entre Comte y sa Figuera Borda, tras las lujosas mansiones ocupadas por magnates rusos y otros potentados. Es uno de los paisajes más ‘menorquines’ de la isla, pero con un espectacular islote en el horizonte inmerso en la calima.

Si hay un enclave ibicenco en el que los islotes, por su concentración, componen el paisaje más excepcional, ese es la costa de Comte y sus alrededores, desde la Torre d’en Rovira al antiguo Club Delfín. Los arenales que conforman esta orilla, comenzando por es Racó d’en Xic y terminando en el embarcadero y ses Roques Males, con las dos playas principales en el centro y los roquedales que se intercalan entre ellas, componen un mirador único, donde, en el horizonte, la roca desnuda contrasta con el verdor de los arbustos que la coronan y los turquesas hipnóticos del mar.

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