Imaginario de Ibiza: Los interrogantes del Parador de Dalt Vila
Las grandes cuestiones que planean sobre el nuevo alojamiento son la fecha de apertura y la contratación del equipo de profesionales. Pero quedan muchas otras por contestar

El futuro Parador visto desde un baluarte. / X.P.
Nadie ofrece tanto como el que no va a cumplir
Un ibicenco ya mayor, que no anda sobrado de salud y que ha visitado un buen número de Paradores a lo largo de su vida, lleva muchos años preguntándose si llegará a ver abierto el de Ibiza. Para él, la duda no es nueva, sino que la arrastra desde el principio del vía crucis que ha sido la obra de remodelación y adaptación del viejo castillo para transformarlo en establecimiento de la cadena hotelera pública. Aunque los proyectos que inicia el organismo Turespaña, que es quien realmente ejecuta las obras de los nuevos paradores, siempre se han caracterizado por una lentitud exasperante, la obra de Dalt Vila se lleva la palma.
Al menos la grúa se ha esfumado y podemos volver a gozar del perfil de la ciudad amurallada sin esa pústula metálica en la cima, pero seguimos sin la certeza de cuándo iniciará la actividad el establecimiento. Ahora mismo, la pelota ya está en el tejado de Paradores, dado que Turespaña, tras ocuparse de la construcción, le ha entregado el inmueble vacío para que la cadena hotelera se ocupe de la decoración y el mobiliario, el equipamiento hostelero, la puesta en funcionamiento y la contratación del personal.
La cruda realidad pitiusa
Sin embargo, los directivos que regentan la empresa estatal, que hasta ahora deben de haber ignorado por completo la cruda realidad pitiusa, acaban de descubrir que en Ibiza la cuestión de la mano de obra es un páramo. Se ha lanzado una convocatoria con más de cuarenta puestos de trabajo y no han logrado cubrir ni la mitad. A los ibicencos no nos sorprende, porque es lo que ocurre en todo el sector, pero habrá que ver cómo consiguen el personal mínimo imprescindible para hacer posible la apertura, sin recurrir a las marrullerías y estratagemas que utiliza el sector privado para fichar al personal necesario; es decir, tirar de talonario y levantar profesionales a los actores más débiles de la competencia. Son soluciones mucho más difíciles de aplicar en el marco de una empresa pública, regentada por una política interna mucho más restringida y pautada. En su caso, tampoco cabe traer al grueso del personal de fuera, por la imposibilidad de encontrarle residencia en la isla.
Pero la fecha de apertura y el asentamiento de la plantilla no constituyen las únicas dudas que planean sobre el Parador de Ibiza. La gran cuestión radica en si, tal y como nos han prometido a lo largo de todos estos años, el establecimiento desempeñará un papel recuperador de Dalt Vila, insuflando una nueva vida a unas calles de la parte alta habitualmente desiertas. Desde Paradores siempre se ha defendido que sus establecimientos se instalan por una de estas dos razones: desarrollar turísticamente zonas donde no existe tal actividad, que obviamente no es el caso de Ibiza, o recuperar el patrimonio histórico artístico y dinamizar económicamente los barrios donde éste se ubica. Habrá que ver si el Castillo de Ibiza logra tal efecto.
Y otra cuestión igualmente fundamental: cómo se compaginará la funcionalidad de hotel con la condición de edificio público, patrimonio de todos los ibicencos. Qué espacios serán comunes a todos los ciudadanos y cuáles quedarán reservados exclusivamente para los huéspedes. Una cuestión en la que, sin duda, habrá que encontrar un equilibrio, de la misma forma que se ha logrado en tantos otros paradores históricos, como los de Santiago de Compostela, León, Santo Estevo, Mérida o Granada, por poner algunos ejemplos. Todos ellos ocupan edificios históricos de gran importancia y sus patios y elementos arquitectónicos de mayor interés permanecen accesibles a todo el mundo. En definitiva, nos falta saber si, efectivamente, el Parador de Ibiza también será el de los ibicencos. Lo contrario sería imperdonable.
La importancia de la decoración
Uno de los grandes retos en la apertura de un Parador es lograr una decoración que impresione a sus visitantes y que conjugue la obra artística con el confort y la arquitectura. Los Paradores mejor integrados en su entorno exhiben y realzan, por ejemplo, piezas de artistas locales, poniéndolos en valor. También se desconoce si finalmente se instalará una cafetería abierta al público que aproveche las vistas hacia el mar y Formentera, a la que pueda acudir cualquier residente y que, de esta forma, poco a poco, vayamos adquiriendo la costumbre de volver a Dalt Vila.
(*) Cofundador de www.ibiza5sentidos.es, portal que recopila los rincones de la isla más auténticos, vinculados al pasado y la tradición de Ibiza
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